miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Que se acaba el año y no se acaba nada, rápido!

Me meo, tengo ganas de vomitar. Es esto de sentarse a escribir, la obligación que nadie me impone. Que se acaba la cuenta atrás, espero que aún haya alguien ahí fuera que no lo sepa, me haría soltar la última gran carcajada del año, hostias que año, ¿verdad, cabrones?

He hecho submarinismo, he evitado en la medida de lo posible asistir indiscriminadamente a... bueno que no he hecho pellas, esto lo leen mis papás. Nada de lo que preocuparse realmente. Además me he vuelto guapo, me he atrincherado en un bar y la he besado, o algo parecido, por ese orden.
En estos doce meses he dado buenos golpes y he recibido otros tantos, y menos mal, en recibir palos soy el mejor, tengo una personalidad que lo certifica. Con el tiempo he perfeccionado el arte de ser dado por culo de forma ininterrumpida, doce meses, quinientas hostias. Y no me ha sobrado ni una, que me han faltado unas tantas, vamos. Y he escrito mi primer relato erótico autobiográfico del que os dejaré un aperitivo al final.

Y si me tengo que poner sentimental porque lo dice el guión, hay una cosa con muy mal carácter, con una lengua que da miedo y fría como la escarcha que me ayuda a levantarme por las mañanas con la suficiente fuerza para ponerme los pantalones y la necesaria para acostarme con mis dos testículos intactos y los arañazos justos y necesarios en mi arquitectónico orgullo. Te lo agradezco pantera del Indostán, me pones de muy mala hostia, te quiero por no dejarme quererte.

Éste nuevo año prometo seguir siendo tan o más desastre, sin caos los agentes del orden harían cola en el INEM, escribir de una puta vez para hacerme rico y vivir en LA, follar más y vaguear menos. Nunca se folla lo suficiente, nunca se vaguea poco.

No pienso alargar ésto mucho más, nadie tiene tiempo para leer cuando no tiene ganas, siempre.

Así os despido un año más y recibo otro que, sorpresa, no será mejor que el anterior, no traerá la paz ni la felicidad que estáis buscando y si lo hace, joder os doy mi más sentido pésame, viviréis aburridos y alineados.

Buenas tardes y buenas noches, bebed y no os dejéis el culo del vaso, follad sin estar demasiado embriagados, tratad bien a los que os rodean excepto a los que no lo merecen, a esos miradles a los ojos y decidles:

"Te deseo un año de paz y felicidad."

"“Me estás jodiendo, te voy a joder... joder que si te voy a joder, joder.” Podría haberla arrancado las bragas allí mismo, bajo los atentos focos de sus iris asfixiantes. Me iba a ahogar en sus océanos expectantes antes de quitarme los pantalones. Y no dijo hola, simplemente me besó y, con ese beso, me enredó. Como una tela de araña, me pegó a su cuerpo y me dejó ahí, inmóvil, para siempre, para cuando quisiera rematarme. Agarrándome de la cazadora me empujó dentro y cerró la puerta con el pie, dejando fuera las dudas y las medias tintas."
 

Nos vemos, blasfemos caminantes.


jueves, 11 de diciembre de 2014

La iglesia de Solo Palabras, Lo Demás En Tu Imaginación

Ahora sabe diferente. Todas las piedras, todas las cañerías, todas las hojas que meto en mi boca, todo saben diferente. Probablemente sea mi lengua, cansada de respirar ambientes de sagrada comunión, de lazos fraternales y besos bajo las farolas de una pequeña plaza abandonada demasiado pronto.

Tal vez tenga algo que ver con dejar los dientes fuera con cada calada, con el escozor que me supone la vida introduciéndose por mis fosas nasales sin permiso de circulación. Todo me supone siempre demasiado para aspirar en una sola noche, demasiado para evitar el nudo que nace, se reproduce y muere en mi garganta.

El triunfo ajeno me hace parpadear, no por sorpresa ni recreación, nada espacial, son las legañas del ermitaño las que me hacen abrir y cerrar. Teníamos una especie de acuerdo tú y yo, un acuerdo que me ha mantenido vivo, crucificado en la iglesia de la castidad sentimental durante algo más de dos décadas, un trato que se desvanece y que me hace caminar con las manos en los bolsillos, ocultando con vergüenza ajena los orificios de los clavos con los que me fijaste a la cruz del jamás de los jamases en la iglesia de Solo Palabras, Lo Demás En Tu Imaginación.

Pasé dos noches en vela prorrogables en la eternidad. Dantesca hija de puta. Juntos ganamos el Oscar al beso más extraño jamás consensuado en una tartana estacionada en doble fila.

Ahora siento la necesidad de resucitar a Carl Sagan para asegurarle que el gran misterio no yace oculto en lo profundo de un agujero negro, que está entre tus piernas, cerrado a cal y canto para nadie excepto para mi.

Nunca llegamos a llorar juntos, pero hizo tan poca falta que el cielo nos brindó lágrimas cuando la orquesta la formamos tú, yo y nuestra eterna discusión de si no si no.

Derribaron el muro de Berlín y jamás fuimos capaces de imitarles por más fuerte que golpeásemos el gran muro de mierda que nos mantenía tan unidos en la distancia. Nunca fui capaz de definirme sin referirme a esa comezón intestinal que me mantenía erguido sobre mis dos patas traseras, como un chucho que busca la recompensa a tan sacrílego esfuerzo. Participar es lo que cuenta, me han dicho siempre los calvos del día a día.

Y ahora me hablas del puto sol y yo sigo siendo un niñato de veintiún años con el mismo problema de siempre.

Quizá por eso te hago huir antes de que lances rocas como el puto monte Roushmore sobre mi tejado. Siempre pensé que estaba poco preparado para esto, no soy competente, soy el cuarto cerdito, el que se construyó un refugio antibombas pensando que serviría de algo.

Pregúntame que tal estoy, y quizá sea capaz de enseñarte los nudillos que tan duro he estado entrenando.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Diario de Vien. Primera entrada.

El cielo estaba como hoy, amenazando con dejar escapar la luz entre las nubes. Meras amenazas, no iba a hacerlo. Ella si le echó cojones. Se marchó horas después de matar a nuestro hijo.
No la guardo especial rencor, jamás había podido mirarle a los ojos y explicarle que el mundo es enteramente negro.
No es que no destruyese mi vida entera, me despojó de la esperanza de tener esperanza, ilusiones y una vida plena, me robó la posibilidad de leerles a ambos la caja de cereales cada mañana. Tampoco hace falta hacer leña del árbol caído, era la mujer de mi vida y me dejó húmedo y vagabundo en un callejón cualquiera, fuera del alcance de la gran mayoría. Antes era rico, ahora solo tenía dinero.

El cielo ha dejado al sol acariciar mi hombro en la justa medida y se ha retirado de nuevo allá arriba.

¿Debería reconfortarme la idea de saber a ciencia cierta que Dios siente lástima por mi? ¿Que al mismo diablo se le ha escapado una lágrima de azufre en su trono de lujuria y perdición?

Cuando salgo a caminar hasta los ladrillos me gritan que no mire atrás.

Ya saben por qué me visto siempre de negro. Me dan el pésame y yo entierro sus palabras. No creo a nadie, no me fío del rostro en el espejo ni de la música que dice empezará a sonar. Solo me quedan la ceniza y los muros donde han quedado sepultados aquellos orgasmos que antes me regalaba.

Paseo mis dedos por el cerco dorado de la oveja descarriada, me trasquiló la casa, el coche, la puta vida.

Aún guardo tras los párpados la escena con la maleta y la nota de confesión que descuartizó nuestras vidas y a nuestro hijo nonato.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Seguridad vial

Veo al hijo de puta esperándome, se enciende un cigarro y se sienta en el capó del coche. Le hago un repulsivo gesto con desprecio y me siento tras el volante. Giro el contacto y espero hasta que el tipo se sienta a mi lado. Es un pésimo copiloto, las indicaciones llegan tarde, su compañía me desanima, tengo ganas de vomitar.
Conduzco porque no sé que otra cosa hacer. Y me evado. Me voy.
Se quita el sombrero y me comenta, altivo, que la estoy volviendo a joder. Qué bien se me da escuchar, que bien, que bien.
Pero qué quiere que le diga, maldito cabrón. Se enciende otro cigarro y me hace pisar más a fondo.
"He conocido a alguien, ayer, mientras dormía" , se ríe. A mi no me hace tanta gracia.
El humo se nos mete por los ojos, por la boca, el humo se mete en mis entrañas. Me recrimina que me olvido de él, tengo cosas más importantes que hacer, Se quita el sombrero otra vez, no le ha sentado bien.
"Era preciosa, clavó sus pies en mi espalda y me sonreía como si de verdad supiese quién soy". Dice que vivo hace tiempo, que todo lo veo sepia. Quizá voy demasiado deprisa cuando intento derribar la farola.
Hace rato que no le veo, quizá siga dentro del coche, estoy demasiado cómodo intentando dejar un ángel de asfalto en la carretera.
"No hay tanta diferencia, a día de hoy, los árboles siguen donde estaban, el cielo justo ahí arriba, el mismo pálido nudo estrangulando mi cuerpo etéreo".
Dice que me he olvidado de escribirle, que sigue sentado en la página en blanco. Le muestro el esplendor de uno de mis dedos, jamás al azar, y apago la colilla en el lago tinto que humedece mi pelo.
Puedo verla, tumbada a mi lado, reposando a la orilla del mar de vida que he vertido sobre el cemento.
"Me está sonriendo, tú lo estás viendo también, ¿verdad? ¿Lo ves?"
Se aleja caminando y lo que más me duele es la respuesta. Intento no cerrar los ojos para hacerla permanecer a mi lado, que se quede, que se joda, hasta que no me muera ninguno de los dos se levanta del suelo.

martes, 28 de octubre de 2014

Discapacitado

Me miras desde tu esquina, oscura, muerta, dolida. Me respondes con un gesto que simula alcohol. Me lloras desde un pedestal, divina comedia, las jodidas burlas de un ente ancestral. 
Esperas encontrar en mi un amor, un animal, algo donde esconder toda tu mirada, refulgente, pálida.
Recuperas el aliento queriendo más, inspiras por tu nariz tragando los sentimientos que no te dejan, si quiera, respirar.
Me has mirado otra vez, me has mirado para mal. La hiel en tus dientes y la aguja en un dedal, todas tus poesías bajo aquella blusa harapienta y sucia, hilada por segundos de derrotismo y poco afán de todo y nada.
Moqueas en un festival de gritos y sangre, tu tinta carmesí en el asiento de mi coche. Mi cabeza a mis pies, señoría.
Respondo con un sonido seco, altruismo del medieval, y espero paciente al roce del más frío metal. 
Me susurras arcadas y yo, también.
Lame mis ciudades, responde a mis escapadas, anhela mis inquisiciones. 
Espera a cubrir mi rostro con legañas, desvela cuando ambos nos movemos, si nos reímos, en este cuento. Friega mis entrañas y espera, despacio, a recubrir todos mis recuerdos.

martes, 7 de octubre de 2014

Gilipollas ancestral

Sales y te escuece. Levanto la persiana para enterarme de las últimas noticias.

Personalmente, no me hace ni puta gracia que una enfermedad mortal y una cara tan bonita compartan tiempos en mi vida.
Y por enfermedad quiero decir y hablar de ese impulso nervioso que nos convierte en auténticos gilipollas, en gilipollas de los de toda la vida, no de los de ahora, no esos que se colocan una gorra y una chaqueta y pretenden ser tan gilipollas como los de siempre. A mi no me engañan.

Volviendo al hilo de este tema que no abarca nada, nosotros, los gilipollas ancestrales, estamos dispuestos a preocuparnos más por un par de ojos, un par de labios, un par de tetas... que por un solo virus que podría acabar con todos nosotros. Debe ser que lo par tira siempre más, ¡afán de cantidad! Putos avariciosos los gilipollas de siempre.

Me repito los mismos mantras una y otra vez, como buen idiota, insistiendo en que lo verdaderamente importante no lo es, y que aquello que casi no recordaré cuando tenga que mear por un tubo y mis arrugas cubran todo mi rostro es lo que debe ocupar el total de mis pensamientos, emociones y fantasías. Eso no es tanto de gilipollas, fantasear con desangrarme por todos los orificios que tiene mi cuerpo me parece de un mal gusto capital.

Yo en realidad sigo con el mismo tracatá, la misma carraca, de siempre. Erre que erre. Si soy gilipollas que le voy a hacer. Eh, pero que no soy tonto. Sé por qué quiero lo que quiero, sé que beneficios me reporta y sé que aunque quizá tenga tan poco sentido como la vida de... de todos, para mi lo tiene. Como la vida de todos.

Erre que erre. Siempre la misma historia cargada de malos propósitos con egoístas intenciones. Quizá lo realmente importante sea apreciar nuestra gilipollez y hacernos dignos de ella, porque puede ser algo grandioso. El verdadero y único don divino.

A mi me pueden contar innumerables milongas, decirme que con la edad aprenderé, pero la gilipollez no se pasa, seguirá tan arraigada a mi como mi nombre o mis pulmones, dejará de funcionar cuando yo lo haga.

Uno tiene que ser rápido y valiente para ser un buen gilipollas, hay que echarle huevos para hacerlo y velocidad para que no le pillen. Más allá de temas triviales, de monjas y de rosas cargadas de malas intenciones, yo me declaro yo mismo, enseñándome a apreciar lo que no tengo y lo que se me escapa entre los dedos.

Voy a cerrar el puño tan fuerte que quizá me cague encima.





sábado, 6 de septiembre de 2014

La última resaca

Como una serie de números, como un suceso de acontecimientos unidos por la férrea cadena de lo insuperable, lo inadmisible, la negación de los hechos, tan sombríos, tan mudos.

Su lengua esparcida por la habitación, piezas de un carnoso puzzle, sus palabras hundidas en charcos de gasolina. Ahogado en el foso que la muerte y su cuerpo habían formado en la cama donde días anteriores su sexo y su mujer habían puesto nombre al instinto animal. La putrefacción, el dolor y el asco, abrazados en un solo olor. 

Y cuando probé a respirar aquella estancia, la madera crujió, mis entrañas palidecieron y los miedos, mis miedos, se asomaron bajo la cama para invitarme a aquella fiesta donde nadie volvía a casa jamás.

La resaca devoró mi carne y nunca más volví a ser como antes.

- ¡Los gritos se oyen desde aquí!

martes, 5 de agosto de 2014

Poema en Fa Menor

Dejemos a las cigüeñas aletear en las iglesias,
respiremos el dolor ciego que nos hace rezar,
estiremos las alas que nos alejan cada vez más,
soñemos con aterrizar, sanos y salvos, en el más allá,
estrechemos la mano del dolor en nuestro pecho,
del roce en el cariño y sangre en el desprecio,
arañemos las paredes que separan nuestras bocas palpitantes,
rescatemos nuestras almas incesantes, nuestros corazones salivantes,
descarguemos toda esperanza en los huesos, en los labios, en las pupilas,
llamemos por su nombre al periplo de la muerte y soñemos, todos juntos,
con un final digno de mención,
con un corazón destripado,
con un valor inesperado,
con un deseo desesperado,
dejemos, respiremos al estirar, soñemos estrechando y arañando rescatar, descarguemos y llamemos corazón valeroso con deseo.
Dejemos a las cigüeñas aletear en las iglesias,
dejemos que me ames con un amor ciego que nos hace follar.


domingo, 27 de julio de 2014

El horno, la caníbal y el eclipse lunar

Hansel y Gretel. Todos conocemos la historia de Hansel y su hermana Gretel y su abrupto final. Gretel y su hermano Hansel se sonrieron el uno al otro, en paz al fin, en aquel horno donde sus cuerpos se fundieron con las cálidas llamas del final. Demasiado orgullosos para aceptar que se habían equivocado dejando el rastro de migas de pan, demasiado cobardes para admitir que podían haber evitado el dolor, el fuego consumiendo sus cuerpos antes de tiempo.

Puedo ver la oscuridad al otro lado del cristal, veo el sendero ramificarse ante mi, ofreciéndome la oportunidad de decidir. A mi alrededor puedo ver rostros conocidos estrechando la mano caníbal de la amable derrota, de sonrisa pútrida y ojos opacos. Rompo una lanza a su favor, esa señora tiene cierto encanto.

Estoy tomándome mi tiempo, estirando las piernas, mirando al suelo. Miro las piedras sobre las que se posan mis pies descalzos.

Estos días hay una idea que no para de rondar mi cabeza, me asalta cuando me levanto, cuando estoy pensando, cuando no, cuando me acuesto y cuando no existo. Comienzo a creer algo tan evidente como invisible.
Todos saben que es necesario mirar hacia adelante, decidir qué deseas y cuanto lo necesitas pero he comenzado a plantearme que es aconsejable, y digo indispensable, prestar atención a lo que sucede aquí y ahora, a desviar un momento la vista del horizonte y comprobar el calzado con el que hoy estás pisando mundo.

Hoy he llegado realmente cansado, con ganas de acostarme y dejarme descansar pero no consigo desconectar. Estos pensamientos no dejan de gritarme, de pellizcarme, de llamarme por mi nombre de pila, y es que creo firmemente que intentan decirme algo.
Recientemente acabo de darme cuenta de que hay gente a mi alrededor. Gente más allá de mis necesidades, de mis prioridades, de mis sentimientos y preocupaciones.

Gente viva.

Es algo chocante y por primera vez en mi vida me asalta la posibilidad de comportarme como un hombre y dejar de ser el niño egoísta que no busca, que no mira, que no anhela más allá de su propia inmortalidad.

Resulta complicado asumir una nueva realidad y no olvidarse de respirar.

Estoy cogiendo aire antes de comenzar a caminar porque cuando el día se acabe no quiero tener que pensar "es demasiado tarde, no hay vuelta atrás". Tengo la oportunidad de buscar el cartel luminoso que indica el camino correcto, el que me mantenga lejos de mi propio horno de egoísmo.

Voy a hacerlo lo mejor que pueda con un ojo vago, bajo el eclipse lunar.


martes, 22 de julio de 2014

Me he tropezado

Parece que va de tropiezos, de revolcones de los malos, de traspiés, de "casi me mato" y "casi te matas". Parece que ni frío ni calor. Ni si ni no.
Respetas todo lo que se preocupa por ti, apartas las críticas y transformas aquel asqueroso insecto en la más espléndida de las mariposas, toda una metamorfosis desde lo más profundo de tu corazón.

Pruebas a cantar, recitas de principio a fin las andanzas que te han conducido hasta el mayor de los escenarios y, cuando terminas, la cortina no se cierra, dejándote a la vista de todo el mundo, a la vista de tu reflejo en sus pupilas. Estiras la mano intentando distinguir lo que es real de lo que no y entonces te das cuenta de que no serías capaz de diferenciarlo, nunca has sabido.

Intentas respirar, abrasando por completo tus pulmones. Ángeles y demonios te oyen suplicar una muerte definitiva para el cuerpo de un alma que jamás tirará la toalla. Y, moribunda, te retiras del escenario, dispuesta a morir entre bastidores. Es uno de tantos errores, un error entre tantos errores, tantos errores...

Y al final todo lo que queda es tu rostro en su pupila, un tropiezo, un revolcón de los malos, un traspiés, un "casi me mato", "casi te matas" y un gran e imponente "casi me matas".

domingo, 20 de julio de 2014

Dios bendiga el infierno

Y es aquel que muere en lo más profundo de la mentira el que lo hace real. Saborea las lágrimas de un dolor que siempre estuvo ahí. Llora la pérdida de aquél destello que acariciaba tus párpados en las más solitarias noches, ese fulgor incesante, incansable, que, galopante, acudía en mitad de aquellos salados oasis.

Acaricia esos poros que surcan la piel de toda una vida. Inflige cariño, proporciona daño a aquellos astillados huesos que en mitad de una guerra sin nombres fueron capaces de perdonar. Bautiza a los ejecutores, asesina ángeles vengadores que, en ésta Tierra y en la suya, buscan el calor del perdón. 

Resiste en tu alma todo ese perdón, el dolor de todo un pestañeo y el mundo a su alrededor, sabrás elegir entre todos los mandamientos: "Levanta orgulloso el cadáver del prójimo al hombro". 

Y ahora que estás tan lejos, caminas descalzo y te escurres entre naranjas y limones. Dame la mano, tú que has matado a mi madre.


miércoles, 2 de julio de 2014

Carta fúnebre

Querido abuelo:

Han pasado años, más de una década y unos pocos segundos en mi cabeza desde la última vez que te vi. Llevas toda una eternidad callado, en el más sepulcral de los silencios, sin hacer ni decir nada y eso siempre molesta, ya sabes como es hablar solo, o no, quizá hace mucho tiempo que no sabes nada, te pongo al día.

Llevo años viviendo lo mejor que puedo, esforzándome por vivir lo mejor que puedo con lo que tengo, no me planteo cosas imposibles ni corro tras estrellas fugaces, temo perderme en la nocturnidad del fracaso.
Me arrimo cada vez más a los que quiero, cada vez menos a los que no, me mantengo en la mitad del paso de cebra de quienes no conozco y trato de no cruzar la calle si no me dan luz verde. No está mal, ¿verdad?

Yo y las palabras mantenemos la relación más tormentosa que haya conocido desde que aterricé de culo en esta realidad que nos es familiar a todos. Me pongo de rodillas y me abro en canal cuando ellas me lo piden y si el demiurgo de la creatividad no se ha levantado con el circuito chamuscado, obtengo un elogio en forma de satisfacción personal o algo parecido. Siempre he dicho que sufro demasiado ante la hoja en blanco, me ataca como un insurgente armado con altas expectativas y una corona de espinas. Si lo hago, es exclusivamente porque lo necesito.

Bien sabes tú que desde que falleciste la comunicación entre nosotros es algo más difícil y que no puedo hablar contigo tanto como me gustaría. Y sinceramente no se quién sufre más, si tú intentando oírme o yo tratando de adivinar si enviar las cartas al cementerio o allá arriba en un cohete espacial. Vamos a intentarlo desde aquí, ¿te parece?

Últimamente las cosas parecen desbordarme, me siento incapaz de contener la metralla que me acribilla por los cuatro costados. La violencia de los acontecimientos me deja petrificado en una habitación blanca en el interior de mi cabeza, donde una cama y una ventana son las únicas habitantes de la infraestructura. Me siento sobre la cama, miro por la ventana, y me pregunto cómo he acabado ahí. Me quemo por dentro y por fuera.
Un mal movimiento y se te desencaja el hombro, alguien acaba llorando. ¿Quién pudiera tener pulso de cirujano cuando se trata de abrir sentimientos, de coser emociones?

Todavía me sangran las costras de heridas de días pasados y los minutos, las horas, son elementos perpetuantes de todo aquello que me quema por dentro, que desintegra mis entrañas, que anula mi alma.

Curiosa la esperanza, la fe, que en la más carcelaria de las habitaciones te impulsa a no rendirte, a crear puertas donde no las hay, porque no tiene magia aquel que surca los cielos sin preocuparse de tocar el suelo sino aquel que sin despegar los pies de la tierra lucha por ascender al mayor de los altares.

Y si no peleo, ¿qué me queda? ¿Es rendirse, acaso, una opción, o tan solo una mera ilusión?

Prometo enviarte ésta carta allá donde quiera que estés, pero antes, abuelo, ¿podrías tan solo decirme donde coño te metes?




miércoles, 11 de junio de 2014

El sótano

Número uno. Me desvelo, trato de respirar, inhalando sombras, toxinas y falsa muerte en éste viejo sótano que recorre mi cuerpo con cada una de mis pulsaciones. En este sótano, de cielo estrellado, la llovizna me refugia de los tiempos pasados, de los recuerdos nublados donde acostumbraba a esperar sentado en la tercera línea del pentagrama, nunca lo suficientemente cerca, nunca demasiado lejos.

Aquí abajo, en éste sótano de paredes sin límite, la inclemencia del tiempo me reconforta, me ayuda a creer que todo cuanto veo no está ahí y que lo que no alcanzan a distinguir mis ojos es tan real como ésta oscuridad que ilumina mis pensamientos.

En un blanco vacío y un negro rebosante, los crujidos y repiqueteos de ésta vieja estructura gritan silencios, desvelando secretos, escondiendo obviedades.

Hoy salgo a la calle, viuda la acera, me deja caminar sosteniendo mis creencias, mi quebrada expectativa de un aire fresco que me quema la piel. Me sanan las epidemias mundiales y acaba matándome la nauseabunda respiración de un futuro prometedor, tan azul como el fuego.

Creo distinguir entre la multitud una sola gota de soledad, de vivencia pura y espiritual, que me acompaña de la mano a la cárcel de Libertad.


sábado, 26 de abril de 2014

Duelo a muerte: escritor contra cafetería

En el rincón más ruidoso del planeta, las voces y los gestos se entremezclan en una vorágine de apasionadas relaciones intrascendentes. Las luces se encienden cuando el manto oscurece y todos los deseos, encadenados al sonido de los vasos y las cucharillas, se sientan a conversar sobre sus mayores miedos.  

Palabras que se cruzan en el aire, viajando de mesa en mesa, chocando las unas con las aquellas. Se respira soledad con leche templada entre el tumulto. El río suena y comunicación lleva. Hablan todos excepto yo, receptor involuntario de coloquios, discusiones y reconciliaciones. Y todo lo que escucho es el enorme nada sentado delante de mí, que se hace visible con cada silencio que precede al idioma. Mis sueños se evaporan ante la cafeinómana parsimonia de todos los que me rodean. Me encuentro encerrado en los confines más armoniosos del indestructible coro de lenguas bífidas que serpentean delante, detrás y bajo mi mesa. 



El puto Lacoste en la televisión, mezclando el intercambio de fluidos voluntario con el homocaimán que reviste sus polos, la sorda, solo oyente a ratos, invocando a Satán mientras le revela a su marido la larga condena con olor a azufre que tendrá que soportar por no haber puesto el programa de lavado frío antes de cruzar la puerta. Ataco con desgana y aguantando la orina en mi adormecido pincel el café con leche templada pero no mientras soy testigo de besos negros en unas mejillas, en otros labios, en un alma que, sin anal duda, no es la mía.
Reposo mis santos cojones sobre una silla que ahora me parece demasiado cómoda en un antro quiero y no puedo con demasiadas pretensiones. Me da la sensación, agarrémonos los machos, de que cada coronilla sin pelo, cada negra con manchas de esclavitud en la piel, cada puto escritor perdido entre las cuatro esquinas de una mesa, no tiene ni puta idea de qué puñetas hace aquí. Perdón por la palabras, pero mi santa cola le arrebata, por momentos, el control a mi sesgado corazón. Corazón que bombea cada vez menos sentido a la realidad que perciben mis entrañas. 

Comienzo a planear mi huida. Mira que culo, estoy seguro de que podría comprar un billete con mi majestuosa sonrisa y salir de aquí montado en uno de esos ferris negros. Creo que ese que tiene delante lleva un cartel, desde aquí atisbo a leer: "Glúteo desproporcionado preparado para partir hacia la frontera fecal del WC Mediterráneo. Ponte chubasquero, el viaje es una mierda".



Viajo a Desembarco del Gilipollas unos días, ha sido un placer tomar este último café sintigo. Siempre te recordaré con esa sonrisa hueca y esa mirada inexistente.

Buen viaje, bon voyage, mucha mierda, que sé yo. Y recordad, quien mucho quiere, acaba meando sangre.





lunes, 14 de abril de 2014

Tan alto como el mar

Ya no sabes que colocar, tu mano es velocidad. La hoja en la máquina, el tabaco en tu boca, sin filtro, carente de realidad.
Se alza, a lo lejos, el árbol de la vanidad, un día ficticio, al otro, palpable de verdad.
El verde ya no es verde, clorofila de los noventa surca las calles. Es una melodía enferma, la fiebre le procura toda la intensidad. Punto y coma al día de ayer justo antes de explotar.
La estatua aguanta la respiración y los pájaros de piedra transmiten venéreas historias, colérica y fanfarronas, reinas del más acá.

Y nuestro mundo queda en stand by.

Clic y gas, un cielo oscuro, un mar que duda aterrizar sus espumosas olas en la orilla. La arena me insulta mojándome los pies porque ya no está conmigo.
Te veo, a lo lejos, sonriéndole a otro hombre. No vas arreglada pero da igual, tus pies son perfectos, tu mirada, inaudita. El rubí corre por tu cuerpo reflejando esmeralda de tradición pura. La caspa más dulce en el pueblo de los nubarrones.
Y corro sin parar tras las sombras del pasado, me inclino, sagitario, ante el precipicio más desgraciado. Dime si quieres que vista todo desaliñado.
Estás ahí, zafiro de verdad, y luchas, incansable, por recuperar algo de aquellas lunas rebosantes de sexualidad.

lunes, 7 de abril de 2014

¿Tiene acaso algún sentido?

Que se quiera cambiar el mundo sin llegar a creer ni un solo segundo que se puede.

Siento que he estado en todas partes sin moverme de mi habitación, y al mismo tiempo me he perdido entre playas, montañas y océanos interminables que guardan secretos tan evidentes como efímeros. Se hace de día, se deshace en la noche, y sigo escuchando la misma canción desde por la mañana hasta el final del día. Me sueno los mocos con cada calada y al mismo tiempo noto que algo cálido y blando me ha estado abrazando todo el tiempo.

Estoy contento, canto, se apaga la luz de la linterna y cuando me doy cuenta es tarde para reprimir las lágrimas. Cuando termino dudo entre volver a empezar o pasar a la fase alegre. Nunca he sido de sonarme los mocos con pañuelo, solo con cigarros. A decir verdad, no me lleno de mocos cuando lloro, entonces ¿por qué estoy fumando? Supongo que será un reclamo a esas horas tan cortas que se me escapan entre latido y latido, esos ratos muertos donde mis playeras están huecas y mis pies flotan sobre la superficie terrestre. Guardo cada deseo y lo propulso de una patada a la incineradora estelar que ilumina a ratos, según la hora del día, mi vida.

Me pregunto si ésta noche la luz de un Marlboro será suficiente para iluminar el camino de vuelta a casa.


sábado, 22 de marzo de 2014

There was a dark light

"No quiero morir". 

La súplica, llegó tarde, y con la misma facilidad con la que se pronunció, desapareció, acompañada de lluvia, niebla, decadencia y flashazos de luz. La atmósfera trataba de cegarme con incesante turbiedad, con relámpagos que encendían luces que ni siquiera estaban ahí.

Desde pequeño me dijeron que la muerte se llevaba a buenos y malos por igual, lo que jamás me dijeron era que a algunos jamás se los llevaban.


- ¡No, no, no!- escuchaba mientras corría tras el asesino. El gris calado de las lápidas servía como conductor de la luz, cada veinte segundos un relámpago de tinta surcaba el cielo, cegando por completo la persecución. La hierba bajo mis pies impedía el ruido de mis pisadas y su carrera. Su largo abrigo negro le cubría el cráneo con una capucha. A veces, entre incesantes respiraciones forzadas, ni tan siquiera me parecía humano.

Un giro entre las tumbas y otro fogonazo oscuro del cielo nocturno me hicieron perderle de vista. ¿Había seguido de frente, o girado a la derecha o izquierda? Tres caminos se abrían donde, antes de decidir, el corredor oscuro había tomado todas las direcciones posibles a la vez. Simplemente no podía fallar.

Tome el camino de la derecha que, de alguna forma, rápidamente se transformo en el sendero que seguía recto al tiempo que era el que se desviaba a la izquierda.

Corría bajo la mayor de las tempestades tras la mayor de las bestias. El pecho me escocía, la ropa ya empapada por las lágrimas de los de arriba comenzaba a calarse de forma extraña por dentro. ¿Notaba el sudor bajo tan inmensa capa de agua?

La adrenalina invadiéndome de pies a cabeza comenzaba a despistarme, la fatiga me hacía escuchar ruidos de criaturas que no podían existir, escondidas en la oscuridad, mirando, esperando, juzgando. Había algo ahí fuera, algo que no permanecería escondido para siempre. Ahora sentía el miedo.

Mis ojos se dirigieron a una de las tumbas y mis piernas se detuvieron de golpe, sin consultar conmigo antes. Estaba abierta. Una sensación tan profunda como indescriptible me empujó a acercarme. En el hoyo un cadáver.
- ¡No, no, no!
Mi cuerpo, con ocho orificios más de la cuenta, permanecía inerte, contemplando, sin expresión, el olimpo infernal.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Disolución de falsas palabras

Maldad. Oscuridad. El dolor de los vivos y el olvido de los muertos. Las cenizas recorriendo las venas de un mundo que se pregunta "¿Cuánto hace que estoy aquí?". Dormimos, sudamos, follamos, odiamos.... amamos. Hacemos el bien cuando las cosas nos van bien, dañamos cuando se cuartea nuestra piel, sollozando en los rincones más profundos de la desidia humana, del rencor que divide el puzzle que componemos como especie. Fracasamos creyendo que lo correcto es lo correcto y nos jactamos de poseer la razón en una ilusoria discusión con nuestro enemigo cuando la verdad es que no hay enemigo. Nadie es nadie. Nos follamos a nosotros mismos, odiamos al rostro pálido y moribundo que nos devuelve el espejo. Perdemos facultades a ritmo vertiginoso, creciendo nuestra incompetencia, aumentando los muros del falso conocimiento en vagas ojeras.

Las costuras que no nos unían se deshilachan, nos quemamos los dedos poniendo la mano en el fuego.

Retroceden las llamas de un silencio extraviado, recóndito y miserable, que peleamos por entender. Luchamos por mantener la paz, utilizamos la palabra, el arma de destrucción masiva más devastadora jamás concebida, para no recurrir a la violencia. Nos rebozamos en la falacia disfrazada de verdad. Todos los días es carnaval.

Y yo me pregunto, atendiendo a mi falsa creencia, a mi falsa capacidad de observación, a mi falsa objetividad: ¿Cuándo coño parará todo esto?

domingo, 9 de febrero de 2014

La fábula de lo imposible

La carne se convierte en dolor cuando las uñas se clavan con el vaivén de la cama. La luz de la habitación, la música alta y la radio apagada. Son los sabores, las texturas, los olores y esa corriente de aire que te da en la cara, suplicándote por un poco más. Es el cansancio tras días esperando, el dolor de llevar una hora remando sobre las sábanas.

Contempla, peca a peca, en absoluta soledad, el aullido más perro que la luna haya escuchado. Y el rostro.... el rostro diferente. Al mismo tiempo tan lejano y clarividente.


martes, 21 de enero de 2014

Cisne negro

Y se escurría entre las sábanas de su cama a las tres de la mañana. Caía, deforme, en un negro cada vez menos oxigenado. La velocidad y la falta de aire le hicieron despertar con la mano en el cuello y la cabeza impresa en el pico de la estantería que reposaba a escasos centímetros de su almohada. La sangre enseguida lo manchó todo.
Mareado, se levantó y caminó, cruzando las piernas de forma imposible a cada paso, hacia el cuarto de baño. Estaba oscuro y cada vez había menos aire. Inhalaba con fuerza por la nariz pero tenía la sensación de estar respirando vacío. "Aquí tengo mi setenta por ciento de nitrógeno, ¿y el oxígeno?"
Golpeó con gracia el interruptor y la luz al final del túnel cegó por completo sus ojos, que dejaron de ver doble para ver nada más cosas santas y una capa muy blanca.
Creyó que lloraba.
Se limpió con la toalla. Creyó apreciar una melodía rítmica en el ruido que la toalla hacía secando su cabellera larga con energía. Debía ser la falta de oxígeno.
Salió del baño y apagó la luz, no le importaba desangrarse ni que el cerebro se le saliese poco a poco, creyó que cuando eso pasase lo notaría al ir quedándose sin ideas. Se acercó a la cama y dio la vuelta a la sonrojada almohada, avergonzada de haber presenciado tan estúpido acontecimiento.
Sin precisión pero con un grácil salto se dejó caer de espaldas sobre el colchón, cayendo, con mala suerte, sobre nada. Su cuerpo atravesó la cama y, cuando pudo darse cuenta de lo que sucedía, la cabeza dejo de dolerle.
Y se escurría entre las sábanas de su cama a las tres de la mañana. Caía, deforme, en un negro cada vez menos oxigenado. La velocidad y la falta de aire le hicieron despertar con la mano en el cuello y la cabeza impresa en el pico de la estantería que reposaba a escasos centímetros de su almohada. La sangre enseguida lo manchó todo.
"Otra vez no, por favor" suplicó mirando al techo mientras se ceñía al guión dirigiéndose al baño con terribles jaquecas palpitantes y pasos de bailarina profesional de la liga eristoff.

miércoles, 1 de enero de 2014

Tú no eres yo.

Acuéstate. Deja esto, no saldrá bien, ve a dormir. ¿Acaso estás sordo, déjalo? Borra lo que estás escribiendo, sabes que solo son gilipolleces, a nadie le importan.

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Dicen que tu mayor enemigo, el único real, es aquel que se oculta donde nunca mirarías. Dicen también que solo te harás más inteligente si te enfrentas a alguien más inteligente que tú. Tengo que decirte, hay algo acerca de ti que no sabes: tu mayor enemigo te ha ganado y lo ha hecho de la única forma posible, haciéndote creer que no existe, escondiéndose dentro de ti, haciéndote creer que ÉL eres TÚ. Allí donde no quieras ir le encontrarás.

 ¿La oyes? ¿Oyes esa voz que sin voluntad alguna acaba de decirte "eso son tonterías, no está escribiendo esto para mi, son historias suyas?" Suena como tú, la has escuchado tantas veces, no concibes la vida sin ella, lleva ahí desde que puedes recordar. Voy a contarte algo; esa voz que suena en tu cabeza, la que te aconseja no hacer algo cuando tienes vergüenza o no estás seguro o segura, la que te dice "olvídalo, no salgas a correr, en realidad por un día no pasa absolutamente nada", esa voz que te consuela cuando fracasas diciéndote que no ha sido culpa tuya sino de los demás, esa voz no eres tú.

Es difícil de aceptar, parece una estupidez; "solo yo estoy en mi cabeza" piensas, oh, espera... ¿realmente has sido tú? ¿Lo has meditado o simplemente ha aparecido en tu cabeza?
Escúchala, diferencia esa voz de tus propios pensamientos. Atrevete a hablarle;

"Tengo miedo, vergüenza, no hagas esto, saldrás perdiendo. Puedo oírte. Puedo oírte. ¿Qué? Puedo oírte. Estoy contigo. Has estado escuchando a la otra parte, a gente que quiere hacerte daño, gente nueva, ¡nueva!, no viejos amigos como yo, gente en la que no deberías confiar. Somos buenos amigos, ¿quieres deshacerte de mi? ¿te imaginas la vida sin mi? ¿te la imaginas? ¿te imaginas la vida sin mi? ¡No, porque no existe!. Deshazte de ellos para siempre, ellos son el enemigo, no yo, ellos son nuevos, yo soy viejo, yo me quedo, ellos se van, te lo digo aunque lo sabes, eres débil sin mi, ¡débil! Somos nosotros contra ellos, nosotros contra ellos. Voy a acabar contigo. ¿Quieres deshacerte de mi verdad? ¿No es eso? ¡Quieres deshacerte de mi, de mi, de mi! ¡Bum, JA!...... Sigo aquí, no ganarás esta partida sin mi, no ganarás sin mi, ¿y sabes por qué? Porque yo soy tú. Tú no eres yo...
El mayor timo que consiguió dar fue hacerte creer que él es tú.
Tú no eres yo. Yo soy tú. Tú no eres yo, ¡vamos, vamos! yo soy tú, yo soy tu mejor amigo, ¡vamos, yo soy tú!. Tu no me controlas a mi, yo te controlo a ti."

"El ego es el mayor embaucador de confianza que hayamos podido imaginar, que hayamos podido creer, porque no lo ves"

"Y el timo más grande que existe es: yo soy tú."

"El problema es que el ego se esconde en el último lugar en el que buscarías; dentro de si mismo."

"Disfraza sus pensamientos y los tuyos, sus sentimientos y los tuyos. Tú crees que tu ego eres tú."

"La gente no tiene ni idea de que está en una cárcel, no sabe que hay un ego, no conoce la distinción."

"Al principio a la mente le cuesta aceptar que hay algo más, que hay algo de mayor valor y de mayor capacidad para poder discernir la verdad."

"No existe el llamado enemigo externo sea lo que sea lo que te diga esa voz interior, cualquier percepción de un enemigo es una proyección del ego como el enemigo."

"En ese sentido podemos ver que el cien por cien de nuestros enemigos externos es creación nuestra."

"Tu mayor enemigo es tu propia percepción interior, es tu propia ignorancia, es tu propio ego."







Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...