miércoles, 28 de agosto de 2019

Para mi

Me encanta decirle a la gente que nadie es tan importante como para robarte la sonrisa, la felicidad o el sueño. De verdad lo creo, estamos solos hasta que dejamos de estarlo y aprender a aguantar mientras llega esa mano amiga no es una forma de acercarse a la verdad, es una forma de no saber mirarse bien.

Y después me voy a descansar y tu fantasma me mira a mi todas las noches. Me dice que me escuche, que siga adelante, que nadie es tan importante. Y quiero creerlo, pero lo dice mientras brilla como una estrella fugaz y tengo las pupilas demasiado grandes como para no deslumbrarme.

Nadie pide permiso para ser importante. No te dicen que pasarán a ser una voz en tu cabeza por el resto de tus días.

Hay personas, uno pensaría, pasarán a vivir en ese cuarto al que voy cuando estoy conmigo y jamás hacen acto de presencia. Esas personas los demás quizá piensan, bien porque parece lógico, bien porque yo mismo lo di a entender, grabaron su número de serie en mi piel a fuego por tiempo indeterminado.

Ni una sola foto en mi oficina.

Hay personas que, por propiedades curativas, deseo pasen a formar parte de esa casa interior que soy, como personal de limpieza de miedos, traumas, demonios y prejuicios. Pero el timbre jamás avisa de que tengan la menor intención de quedarse una vez se han marchado.

Y luego estás tú. Rompiendo las ventanas, quemando mis papeles, arañando mis muebles.

Gritándome que no importa cuánto trate de obviarte, de darte la espalda y fingir que no te oigo
que esa casa es tan tuya como mía
que no te vas a ir.

Y mientras te ruego que te marches me dejo caer con los brazos abiertos sobre tu regazo, cerca del fuego de la chimenea, para contarte qué es lo que me pasa y qué no me ha pasado aún.

Está en el fondo de mi mirada sin importar a quién esté mirando. Está en el cuadro que aparece ante mi propio reflejo cuando sentencio que mi corazón no le pertenece a nadie vivo en la Tierra.

Y es verdad.

Soy capaz de cegarme y de no mencionar tu nombre a no ser que me pregunten. Soy incluso lo suficientemente valiente para no pronunciarlo a pesar de que quieran saber.

Y digo que estoy bien porque lo estoy. Y avanzo. Y me enamoro. Y dejo que la gente entre y salga a un lugar inhabitado donde preparo una cena para dos y mis ganas y mi voluntad son nuevas.

Todo es verdad.

Y después vengo aquí, a hablarme, y me dices que todo estará bien sin haberme pedido permiso para quedarte a vivir en mi.


Eclipse

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