domingo, 27 de julio de 2014

El horno, la caníbal y el eclipse lunar

Hansel y Gretel. Todos conocemos la historia de Hansel y su hermana Gretel y su abrupto final. Gretel y su hermano Hansel se sonrieron el uno al otro, en paz al fin, en aquel horno donde sus cuerpos se fundieron con las cálidas llamas del final. Demasiado orgullosos para aceptar que se habían equivocado dejando el rastro de migas de pan, demasiado cobardes para admitir que podían haber evitado el dolor, el fuego consumiendo sus cuerpos antes de tiempo.

Puedo ver la oscuridad al otro lado del cristal, veo el sendero ramificarse ante mi, ofreciéndome la oportunidad de decidir. A mi alrededor puedo ver rostros conocidos estrechando la mano caníbal de la amable derrota, de sonrisa pútrida y ojos opacos. Rompo una lanza a su favor, esa señora tiene cierto encanto.

Estoy tomándome mi tiempo, estirando las piernas, mirando al suelo. Miro las piedras sobre las que se posan mis pies descalzos.

Estos días hay una idea que no para de rondar mi cabeza, me asalta cuando me levanto, cuando estoy pensando, cuando no, cuando me acuesto y cuando no existo. Comienzo a creer algo tan evidente como invisible.
Todos saben que es necesario mirar hacia adelante, decidir qué deseas y cuanto lo necesitas pero he comenzado a plantearme que es aconsejable, y digo indispensable, prestar atención a lo que sucede aquí y ahora, a desviar un momento la vista del horizonte y comprobar el calzado con el que hoy estás pisando mundo.

Hoy he llegado realmente cansado, con ganas de acostarme y dejarme descansar pero no consigo desconectar. Estos pensamientos no dejan de gritarme, de pellizcarme, de llamarme por mi nombre de pila, y es que creo firmemente que intentan decirme algo.
Recientemente acabo de darme cuenta de que hay gente a mi alrededor. Gente más allá de mis necesidades, de mis prioridades, de mis sentimientos y preocupaciones.

Gente viva.

Es algo chocante y por primera vez en mi vida me asalta la posibilidad de comportarme como un hombre y dejar de ser el niño egoísta que no busca, que no mira, que no anhela más allá de su propia inmortalidad.

Resulta complicado asumir una nueva realidad y no olvidarse de respirar.

Estoy cogiendo aire antes de comenzar a caminar porque cuando el día se acabe no quiero tener que pensar "es demasiado tarde, no hay vuelta atrás". Tengo la oportunidad de buscar el cartel luminoso que indica el camino correcto, el que me mantenga lejos de mi propio horno de egoísmo.

Voy a hacerlo lo mejor que pueda con un ojo vago, bajo el eclipse lunar.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...