sábado, 22 de diciembre de 2018

Desdentados

- Asesino. Este puto sitio es asesino.

Jota estalló en incontrolables carcajadas. De alguna manera, estúpida para él, se las apañó para chocar sus dientes entre si. Las lágrimas se le saltaron de dolor.

- Será matadó, gilipolla - intentó aclarar tapándose la boca con la mano.

- Te has hecho daño, ¿idiota? 

Pipi le miraba como si nunca antes lo hubiera hecho, achinando los ojos, arqueando una de las cejas y tratando de descifrar el enigma que se presentaba en el rostro de su amigo.

 - Me he destozado - articuló con severa dificultad.

El agudo ramalazo de dolor inicial había desaparecido solo para dar paso a un calor que latía en el interior de su boca. Un calor que mojaba.

- Déjame ver. 

Pipi impulsó una palanca tras el volante y el intermitente derecho comenzó a destellar en ráfagas cortas. El arcén era más ancho que la propia carretera y el suelo ligeramente embarrado la hizo dudar. No había llovido en todo el viaje y la distancia había sido corta.

- Queo que me he hecho sangue.

El coche se detuvo y Jota apartó la mano de su boca para que Pipi pudiera echar un vistazo. Un escalofrío de miedo recorrió su cuerpo. Pipi le miraba tapándose ahora ella la boca. Movió ligeramente la lengua y algo estuvo a punto de colarse en su garganta. 

Tosió. Tosió con fuerza para no tragarse aquello que necesitaba descubrir.

- ¡Me cago en Dios!

Jota sostenía dos dientes sobre el pequeño charco de sangre que se había formado con rapidez en el improvisado recipiente cóncavo que era su mano.

- Vale, vale, no pasa nada. Son solo dientes, ¿vale? - Jota la mandó a la mierda con la mirada - Tenemos que taparte eso, estás sangrando bastante.

Pipi se retorció para alcanzar su bolso en el asiento trasero del coche. Jota volvió a toser con violencia, sacudiéndose en el asiento del copiloto. 

- ¡Vale, vale! - gritó Pipi sabiéndose presa de un temprano pánico - ¡aquí están los pañuelos!

- Bibi...

Pipi no entregó ningún pañuelo. Se limitó a apretar con fuerza el paquete de clinex mientras contemplaba el rostro completamente desdentado de Jota. No la miraba a ella, sus ojos se mantenían clavados en el altar de dientes y sangre que sostenían sus dos manos.

Pipi gritó con fuerza y salió disparada del coche cerrando por acto reflejo la puerta tras de sí. Se escuchó un "clic". 
Tuvo que recordar las técnicas de respiración que había practicado en tantas ocasiones con su terapeuta. Ocasiones que esperaba fuesen ataques de ansiedad o uno de sus episodios de parálisis del sueño.

Pipi inhalaba y exhalaba. El frío de las montañas se abría paso entre las capas de ropa que llevaba. Todo lo que oía era su respiración agitada. Nada más.

- ¿Jota?

Se giró hacia el coche tratando de distinguir al chico sin dientes dentro del coche. La ventanilla estaba completamente empañada, todas lo estaban. No podía distinguir movimiento alguno, ninguna pista del chico desdentado. Nada salvo su cabellera rubia tras el vaho en los cristales. 

No se movía. No tosía. 

Pipi trató de abrir la puerta.

- ¡Me cago en la puta, las putas llaves! - gritó como si alguien pudiera escucharla y aparecer para abrir la puerta por ella - ¡Jota, Jota! - aporreó todas las partes del coche que se le ocurrieron.

Golpeaba y pasaba las manos por los cristales simultáneamente. El vaho no se iba. La misma cabellera rubia sin rostro, inmóvil.

Estuviera pasando lo que estuviera pasando, Jota no estaba bromeando.

- No te desmayes cabrón.

Pipi se lanzó a buscar una piedra lo suficientemente grande como para atravesar alguna de las ventanas de su viejo opel. "¿Ha sangrado tanto? ¿Tanto como para perder el conocimiento?" se preguntaba recorriendo toda superficie con la mirada. 

Algo blanco sobre el marrón del suelo brilló reflejando la luz de la luna.

Pipi caminó con velocidad y se detuvo en seco a escasos metros para leer el mensaje compuesto por dientes manchados de sangre.

- Feli navidá - le susurró por encima del hombro.






viernes, 14 de diciembre de 2018

Howling in whispers

There is something inside me. Something that usually sleeps day and night.

There are sometimes, when something is not cristal clear that this thing, this bird, wolf and deer, howls in a whisper. It's just a moment, a couple of precise seconds. It's sharp and usually right but suddenly falls asleep.

I have this certanity about this thing that dwells within me. I think a couple of times I've seen it's form.

Someone that used to work solving crimes starts talking about some kidnapping, murder or disgrace of some kind.

Then, then I heard a whole forest screaming inside of me. It's like my brain was dynamite and someone would had lit a spark. A succession of explosions starting a fire in the man that I am.

Tunnel vision, several hypothesis happening to each other and a pasion like I've never felt before burning me from the inside.

There is something inside me. A dark forest that sleeps day and night.

For now.


domingo, 9 de diciembre de 2018

Red light

Hay una luz que ilumina mi rostro y todo lo que veo. Es una luz que no existía cuando llegue aquí, cuando comencé a reír, llorar, golpearme y morirme de miedo.

No había nada. Nada hasta el día que sentí morir mi propio corazón y mi vida evaporarse. Recuerdo quedarme petrificado durante semanas en mi propia cabeza. El dolor. Esa cosa que viajaba desde los pelos de la cabeza hasta las uñas de los pies en un grito sordo.

Entonces encendí la luz. Esa luz roja que brilla con fuerza cuando el corazón se salta un latido. "No cruces la línea" canta con el color.

En ocasiones cojo aire justo antes de hacer algo que puede salir mal. Si la luz se torna verde sonrío y me dejo caer sin pestañear. No importa si va a doler, sé que no será para tanto. Será tan solo un esguince, una mala semana, una que dure lo que dure seré capaz de soportar.

Creo que soy valiente, quiero decir, la luz casi siempre está verde. Hay muy pocas situaciones que iluminen mi rostro en el espejo con el color de la prohibición, del error, del dolor.

Tú eres una luz roja. Siempre lo has sido, todo el tiempo desde el primer día hasta el final. Sé que líneas no puedo cruzar, algo he aprendido. Entiendo de luces. Sé que no tiene sentido lanzarse de cabeza a una piscina de cemento armado y nada más.

Es por eso que no lo hago.

Si hablo es porque está en verde. He mirado antes. Solo cruzo en verde. Solo me comprometo en verde. Solo verde.

Tengo un buen candado, uno que mantiene la luz verde para permitirme cruzar. Lo he revisado, estoy seguro, por eso lo hago.

Eso es lo que no entiendo.

Un segundo estoy sonriendo bajo la luz de la seguridad, protegido por la experiencia y la precaución, y al siguiente me distraigo por un instante de más en esa pupila que me enseñó a escribir.

La luz se ha ido. No he visto rojo por ningún sitio. Estoy seguro que tú tampoco lo has visto. Probablemente para ti la luz está verde aún pero yo, bueno, de pronto estoy a oscuras.

Todo lo que veo es el negro de tu ojo paralizándome de nuevo. Todo lo que escucho es el piano de aquella canción donde la casa ardía cuando nos marchabamos llorando. Esa casa que nunca habitamos y había olvidado ya. Esa que construí en soledad durante tanto tiempo. Esa que era la de mis sueños porque habíamos hablado y no me importaba si tenía que hacerla solo.

Jamás me importó.

Perdí la ubicación. No volví. Tiene polvo. Pensé que jamás la vería de nuevo. Está tan vacía como la dejamos.

Juro que no había vuelto a saber de ella hasta el momento en que sentí ese parpadeo pétreo donde se me hace de noche y no me puedo mover. De pronto parece que puedo viajar en el tiempo, de hecho lo acabo de hacer y ni tan siquiera me han preguntado si quería hacerlo.

Simplemente no lo entiendo. Tengo una luz verde, una luz roja y un candado.

Los tengo para ocasiones como esta. ¿Por qué cojones no han funcionado?

Y ahí está otra vez esa canción que me sacude como a un muñeco que tiene miedo a morir de dolor.

Alguien me dijo una vez que no puedes cortar el hilo rojo que une a dos personas de por vida, ni siquiera con una luz del mismo color. 

Todavía no creo eso pero, joder, todavía tú.

Solo necesito un poco de luz por aquí, no me importa el color.







miércoles, 5 de diciembre de 2018

¡Que vuelva cinco veces y a mamarla la sexta!

Me pisa la cabeza con tacones altos y medias de rejilla puestas en la cabeza. Me atraca con luces de navidad y la nariz de un reno que me brilla el pecho por dentro.

¡Que vuelva, que vuelva!

Que vuelva cuando el sol se acobarde y las murallas del imperio que tengo entre ceja y ceja caigan presas del pánico de no volver a verla.

Joder, ¡que vuelva! Tengo frío en las puertas.

El reloj hace tic y tac y mis deudas crecen compuestas. Me amedranta la ideología que nos veta a ventanas abiertas. Y una rosa en lo alto del castillo que creé en el guiso de una duermevela me pregunta si quiero bailar con ella.

¡Que vuelva! ¡Que lo haga de dentro hacia fuera!

Que no me compre barcos que mis pies no puedan pisar ni faros donde no podamos follar.

¡Que lo entienda! Si el deseo se puede pedir una vez la viuda se vista de verde y la mona se vista de puta, yo me quedo.

Que no queme los libros que me acarician la espalda cuando no puedo dormir y el vampiro se hace un nido en el techo de mi habitación. Tengo una bodega de sangre en los capilares de mi bodega.

No me rompas el ritmo de la botella y la cara enferma.

¡Que vuelva!

Y si lo hace que nazca calva y con polvo de estrellas en esas mejillas donde tantos picnics he soñado.
En esa tierra baldía trabajada con azada y peine rompe-penas que no mata monstruos pero doma bestias.

Dejadme salir, salir fuera y contemplar los campos donde se respira bien y se arquea la espalda mejor.
Dejadme galopar directo hacia la batalla de los cien hombres que fueron infieles y creyeron que un perdóname cariño les ataría los cordones.

¡Que se quede quieta, con las manos en alto, no se mueva!

Apaguen las luces, reembolsen el precio íntegro de las entradas, el espectáculo se ha acabado.

¿A que da pena? Pues a tomar por culo, cierren telón y los estáticos gilipollas fuera.

Echando hostias, que quema.





Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...