jueves, 14 de diciembre de 2017

Cuento de navidad. Sylvia y Dan, Dan y Sylvia.

No sabía por qué lo había hecho. Recordaba su nombre, qué hacía allí, el dolor de haberla perdido y la fecha de nacimiento de su última mascota.

Lo recordaba todo excepto por qué la había matado.

Sylvia y Dan, Dan y Sylvia. Dos en uno, pack perfecto. Eran lo que se conoce popularmente como la pareja perfecta. Lo hacían todo juntos, no se soltaban, no se dejaban y ambos eran felices, de verdad, felices era su segundo apellido. Sus amigos no lo entendían pero lo veían, el agobio o la necesidad de espacio entre ellos brillaba por su ausencia. Todos sabían con certeza que Sylvia y Dan, Dan y Sylvia jamás se perdían de vista, de hecho, se enamoraban cada vez que sus miradas se cruzaban a lo largo del día.

Todos los envidiaban en silencio mientras fingían ser felices con la persona que tenían al lado aunque era imposible odiarlos, eran tan felices que maldecirlos en silencio se sentiría como una ofensa directa al mismísimo amor. Ellos eran amor, y lo sabían.

Dan y Sylvia, Sylvia y Dan, mantenían el equilibrio perfecto en sus vidas, apoyaban el mismo pie en el suelo a cada paso y utilizaban el mismo número de prendas para vestir de la cabeza a los pies. "El cincuenta por ciento para todo, la mitad es el todo, somos dos partes de un mismo todo" predicaban si algún despistado se sorprendía al verlos quererse tanto de tantas maneras.

La mitad, si, la mitad de los días salían con sus amigos, los amigos de ambos, no tenían amigos que esconderse al otro. La otra mitad pasaban el tiempo solos y al contrario de lo que la mayoría pensaría, Sylvia y Dan, Dan y Sylvia, de verdad disfrutaban el tiempo que pasaban a solas.

Para él ella era todo aquello que una mujer puede llegar a querer ser y su olor le transportaba a los mejores recuerdos de una infancia feliz. Para ella él era el compañero que la ayudaba a remar a lo largo del río de la vida, el que nunca la fallaría, el que siempre la apoyaría y valoraría como persona. Lo amaba de verdad y él a ella, bueno, él a ella también. Dan y Sylvia, Sylvia y ya sabéis quién.

Cuando se acercaba la navidad y la nieve decoraba la ciudad, nuestra perfecta pareja repetía el mismo ritual año tras año. Cogían el coche y conducían hasta la montaña, donde Dan tenía acceso a la antigua cabaña de sus abuelos. Ah, que días tan maravillosos aquellos que pasaban año tras año en la casa de campo.

Sylvia y Dan, Dan y ella se amaban en la cama, en la bañera y en el sofá. Cuando caía la noche ejecutaban su plan perfecto. Cogían mantas y cojines y se acurrucaban en el suelo, junto a la chimenea. Cómo rugía la chimenea.

Se turnaban. A Dan le tocaba tumbarse, coger un libro de poesía de los cientos que sus abuelos tenían y recitar en voz alta algo que le pareciese digno de ser escuchado y saboreado por el exquisito paladar lingüístico de su amada mientras Sylvia, sentada a los pies de Dan, masajearía con sumo cariño y delicadeza los perfectos pies de su pareja y bebería de su copa de vino al compás de los versos que él recitase.

Valía todo, tenían todo, Frost, Dickens, Plath, Bukowski o Poe... la lista era interminable. Pilas de libros, pilas de poesía solo para ellos.

Cambiaron puestos. Sylvia a la lectura y Dan a beber y masajear, beber y escuchar.

Eso hizo, bebió, masajeó y cerró los ojos un instante. El calor de la chimenea abrigando su rostro, la suave piel de Sylvia entre sus manos, su voz entrando en sus oídos y el vino en su paladar. Todo le relajaba, era un combo perfecto, eso lo entendía. Lo que no podía entender era qué elemento de todos ellos podía haberle empujado a abalanzarse de golpe sobre Sylvia para machacarle la cara con sus puños repetidamente, uno tras otro.

Había saltado diente tras diente, a Dan le parecían palomitas.

Le había roto por completo el tabique de la nariz y su cara era un amasijo de bultos morados y sangre. Tampoco entendía qué lo había hecho pensar en, al terminar de golpearla como a un saco de boxeo, agarrarla del pelo e introducir su cabeza entre las llamas de la chimenea. Decidió meterla hasta los hombros. Cómo rugía la chimenea.

Todo olía a pollo quemado, la casa entera. Dan quedó paralizado contemplando la mitad del cuerpo que reposaba fuera del fuego. "Sylvia, no has terminado de leer el poema", pensó. Agarró la copa de vino, se recostó y acomodó la cabeza en el cojín ensangrentado. Estiró la mano mientras sostenía el libro de poemas en la otra y acarició con delicadeza el pie desnudo de su amada. Sylvia y Dan, Dan y...

Y si esa esperanza de orgullo y de poderío,
me fuera ofrecida ahora acompañada de un 
dolor semejante al que experimento, no quisiera
revivir esa hora brillante.

Porque bajo su ala llevaba una oscura
mezcla y mientras volaba, dejaba caer una
esencia todopoderosa para consumir un alma que
tan bien la conocía.




martes, 5 de diciembre de 2017

En casa

Ven y siéntate un rato con tu abuelo en la mesa. La hora del café es de verdad, existe, no es una excusa cualquiera.

Y antes de sentarte tráeme una rodaja de melón, date prisa, quiero poder saborear su azúcar antes de que todo esto se derrita como acuarela aguada y abra los ojos. Quiero escuchar al hombre del tiempo sin novedades repitiendo sol y calor, sol y calor, como hizo ayer y como hará mañana.

Sube el volumen de la televisión. Si le das una oportunidad, la  película de esta tarde te gustará. Se que los argumentos de estas obras son siempre el mismo, creo que por eso son tan importantes. Dejas de prestar atención a la historia y te sumerges en sus bosques, en sus casas perfectas, en sus malas actuaciones y en el lago junto a la casa donde siempre sucede lo mismo.

Podría contar los pedazos en los que rompo las hojas caducas del suelo.

Quiero pensar que vivo en este recuerdo que se esfuma, se eleva y disuelve en mi cerebro como una invención, la de un viejo aburrido que habita en las callejuelas más recónditas de sus sinapsis.

No sé como huele el azafrán pero lo recuerdo como si lo tuviera delante.

Siéntate hijo y acércame el cenicero. No voy a molestarte, no quiero hablar, solo mirar por la misma ventana de siempre y ver transformarse el más soleado de los días en la tormenta perfecta. 

Perfecta
por nosotros
y la lluvia que nos envuelve.

Y que lo haga sin avisar, con la sola advertencia de un olor fantástico que atraviesa ventanas y paredes.

Sentarnos,
tumbarnos en la terraza,
y esforzarme por escuchar las palabras que dijiste mientras las estrellas,
ellas
y nosotros
y ahora tú, 
brillamos en el cielo.

Tranquilo pequeño, todo esto ya ha pasado. Sigue vivo dentro de ti y permanecerá en el universo mucho tiempo después de que hayas desaparecido. Y volveremos a ver esa película, una y otra y otra vez mientras te comes un helado o un chocolate caliente, mientras el ventilador nos tape la televisión o la chimenea nos dé calor.

Acércame tu mano ahora que me ves cuando cierras los ojos. Coge fuerza, te queda todo por hacer y pude ver en ti desde el primer momento que conseguirías todo aquello que te propusieras. Todo lo que siempre soñaste ser.

No te pongas nervioso, puedes jugar un rato en el suelo, tranquilo hijo, tranquilo. 

Puedes jugar un rato conmigo. Podemos intentar recordarnos hasta que me desvanezca con una sonrisa y mi corazón latiendo dentro del tuyo.

Te quiero. No llores, estás en casa.


sábado, 23 de septiembre de 2017

Vuelo transentimental

"Entorna la persiana, hazlo mudo, sin sonido. Crea una atmósfera tenue que te permita ver por una rendija los árboles en la calle.

Susurra algo en su oído. No importa lo que digas, pero tienes que susurrarlo bien.

Si lo haces bien se dará la vuelta, girará su cabeza y estrellará sus labios contra ti. Sentará bien tener el vello de punta otra vez, sentir galopar tu corazón y enrojecerse las mejillas. Será fantástico."

Despertarás.

Lo harás y analizarás por qué nada de todo eso sucedió. Qué te alejó tanto de esa habitación, por qué no hay acompañante en el asiento de al lado en este vuelo que cruza el océano rumbo quién sabe dónde. Todo eso te peleará en la cabeza sin resultado.

Qué te alejo si lo amabas hasta quedarte vacía. Qué te hizo subir a un avión si no te gusta volar, o eso decías.

Marzo se antoja eterno y tu llanto se prolongará más allá de eso. Te sientes agrietar y aún no sabes si él se ha dado cuenta. '¿Sabrá que lo quería tal como era?' Quieres decir, que lo hacías de verdad.

De            
      Verdad.


Probablemente no. El dolor y la decepción mal enfocada hacia ti le estará jugando una mala pasada, envenenando su cabeza, haciéndole pensar que nada de todo lo que hubo entre vosotros fue de verdad.

Tu y yo sabemos que lo fue. Él también, en el fondo. Lo recordará, solo lo ha olvidado momentáneamente. Solo ha quitado el tapón de la bañera que era vuestra relación y se le han colado por el desagüe los momentos bonitos.

Y ahora solo ves nubes y no encuentras sus ojos entre todo ese vapor de agua. Solo niños llorando, gente roncando y una azafata de vuelo que tenía que ser mujer.

Y te mantienes
sentada
pero de pie
sin saber cómo
si no sabes ni dónde eres
ni por qué estás.

Pronto aterrizarás pero tú aún no sabes si quieres bajar. Allá arriba se está a salvo, nada te puede alcanzar. Lo sé, los dos sabemos, pésima mentira porque sigues con ganas de vomitar.

¿Sabes algo, amiga? He sido Tú más veces, muchas más, infinitas más, que Él. Y eso es una putada.

Una
jodida
y mortífera
putada de mierda.

Te recuperarás en ese nuevo país al que vas, ese que no sabe aún lo bien que sabes. Mírate las manos. Alguien más las acariciará deseando que nunca desaparezcan. No es el final.

Llora un poco. Tienes que volver a empezar y, ¿sabes?

Mejor que sea pronto
no nos vayamos a estrellar.




sábado, 16 de septiembre de 2017

Me enamoraré y no dudaré en hacerlo

Me enamoraré cuando te huela tan fuerte que me pique la nariz por dentro. Lo haré aunque no te conozca lo suficiente, lo haré porque tenerte delante y disfrutarte sonriendo será fácil. Será fácil engancharme entre los huecos que separan tus dientes. Será jodidamente fácil, sencillo, fluido...

mirarte.

Porque ni los versos en prosa de Salinger, Frost o Hemingway podrían enmarcar en palabras el escalofrío que me provocará palpar el contorno de tu cuerpo. Esa fina línea negra inexistente que es horizonte de piel. Ese mapa fino y suave y pálido moteado en pecas, lunares y mis dedos.

Las puntas de mis dedos.

Tu espalda desnuda y yo mareado bajando por ella. Y yo mareado agarrándome a tus caderas para no tropezar y precipitarme a un vacío donde tu voz y tu cabello me envuelvan para siempre, a un lugar desde el que no sepa volver a casa.

Me enamoraré por un abrazo bien dado que al cambio valdrá dos te quieros y cinco bastantes con veinticinco quédate a mi lado. Pagaré al contado, extenderé el cheque firmando en tu cuerpo, siguiendo la línea de puntos que te va desde los tobillos hasta las muñecas recorriendo todo eso que sientes y no me dices para no dejarme sin sueldo, sin un duro, con el bolsillo 'pelao' y la cartera desamueblada.

Para no deshauciarme
desde dentro.

Miraremos juntos por la ventana al sol ponerse para después salir y lo juzgaremos todo. A los que pasean con y sin perro, a las señoras bañadas en colonia y a los vagabundos sin olor ni pelo. Encontraremos algo sobre lo que reír y nos desnudaremos tras los cristales de nuestro altar.

Me enamoraré y me romperás el corazón cuando todo sea demasiado bueno. Lo harás y será justo antes de ese instante en que la felicidad se pose sobre mi nariz para yo entender que he remontado el vuelo, que el huracán ya solo es viento y mi corazón está lleno.

Lleno de ti
de lo que me das sin quitarme nada, ni siquiera el
sueño.

Porque ya duermo. Ya puedo dormir.

Me enamoraré cuando ya no estés y tu cara y tu cuerpo se diluyan en mi memoria con el tiempo. Lo haré de alguien que se parecerá a ti. Le pondré ganas, entusiasmo y un mote que solo utilizaré cuando descanse sobre mi pecho después de tener sexo.

Haré todo eso y utilizaré las herramientas que me hayas dejado al marcharte para ello. Me enamoraré cuando me dejes hacerlo.

Y un día alguien pronunciará tu nombre y se me pondrá la sonrisa tonta y el humor contento. Sentiré el dorso de tu mano rozarme por completo y el vacío que antes era tu puesto cobrará forma, nombre y apellidos justo delante de mi.

Te veré no estar.

Dolerá no poder no hacerlo.

Me joderá por dentro.

Me enamoraré mientras viva porque después,
después
no podré hacerlo.


domingo, 10 de septiembre de 2017

G de Gómez está escribiendo

Querido amigo, llevas toda una vida despierto. Quizá no todo el tiempo fuiste tú mismo, quizá entraste en contacto con los densos humos de tus monstruos más profundos pero llevas toda una vida despierto. 

Parece que recientemente has encontrado una nueva forma de abrir tus puertas y tus ventanas. 

Parece que ya no eres propiedad privada, parece que has autorizado el acceso, que has habilitado el paso, abierto el flujo. 

Has desbloqueado el acceso.

Has entrado en algo nuevo y me sorprende. No que lo hayas hecho, creo que estabas tardando, que tenía que pasar aunque nada tenga jamás que hacerlo. Lo que no sé, ni tampoco dejo de hacerlo, es si te has dado cuenta.

Dónde te has metido. Qué estás haciendo. Escribir.

Llevo un tiempo en esto, me gustaría explicarte sin saber, solo sintiendo, dónde te estás metiendo.

Esto es el final de tu vida y el principio de tu biografía. Es la última vez que lo cuentas y la primera que lo escribes. Es buscarte en tu refranero y encontrarte a por uvas corriendo tras un verso. Es desnudar tus complejos y vestirlos para la pasarela de la Hoja en Blanco. Es revivir tus espejismos, tus faunas, tus faenas, tus más y tus menos y dejarlos todos locos perdidos y en fila india en una rueda de reconocimiento. Es bautizarlos por capítulos y sentirte preso de una hiena a la que llaman inspiración y que, por fases, se desternillará de risa huyendo entre tus pensamientos. Es jugar al Quidditch con el teclado entre los genitales, volando entre adjetivos, pronombres y adverbios para ganar el partido al final, en la metáfora de descuento. Es echarle huevos a pisar, descalzo, cristales al rojo vivo y uvas, al mismo tiempo. Es desnudar a la mujer que amas y casarte con la que no para saber si al final de la historia los hijos son guapos con alguna de las dos. Es afinar, entonar y entonarte con tonterías que se convierten en dramas griegos. Es puntería y saber disparar, literariamente, al centro. Es hacer arte hasta hartarte sabiéndote atado de pies y manos hasta el punto y final, hasta que acabes, y eso solo si no has de volver a empezar. Es dejar de llamarla cariño y nombrarla musa de todos tus cuentos.

¿Que qué es escribir? Me preguntas sin hacerlo...

Escribir es hacer saber a tus colegas que 'yo no soy un chapas, yo soy el narrador de todo esto que cuento'.

Es, sin querer hacerlo, charlar con Poe, Becquer y Quevedo. Ver gigantes y no molinos al viento. Detenerse por miedo ante un gato negro. Recordar el rostro de tu padre. Beberse las cervezas con sabor a realismo sucio. No intentarlo. Rimarte las asperezas. Hablar el idioma de los dioses. Escupir caligrafía a fuego. Parafrasear menciones de honor. Llamar al rojo sangre y al negro conocimiento descubriendo la nieve en el blanco y en el azul a todos ellos. Vestirte de adjetivos casual y peinarte con el último de aquellos, los suyos y los nuestros, los que tenemos. Cautivar sin pretender hacerlo. Construir relatos y ejercer contratos como arquitectos de poesía, técnicos silábicos, siseantes parlantes mudos en profundo silencio.

El silencio de la concentración, de la debacle de la intención de inspiración al ritmo de un solo tambor que es tu mano sobre la mesa marcando el compás del bolígrafo sobre el folio a punto de estallar en sentimiento.

Escríbeme, amigo, hasta dejarme sin aliento.




martes, 5 de septiembre de 2017

Respondo

E: ¿Cuál cree que es la clave de la vida?

Y: Solía pensar que la intensidad, ¿sabes? Euforia o depresión, esos pueden ser muy buenos o muy malos pero no cabe duda que son. No puedes perdértelos, los sientes. Solía apreciar como un regalo las grandes explosiones y los recitales de fuegos artificiales. Tanto color, tan alto...

E: Habla en pasado, ¿ya no piensa así?

Y: Sigo creyendo que la intensidad es importante. Simplemente ahora la entiendo de otra forma. No busco la intensidad en las cosas, la busco dentro de mi y la utilizo para sentir lo que tengo delante con todo mi ser. Solo estar mirando al horizonte, la línea imaginaria donde se juntan el cielo y el mar, puede ser lo suficientemente intenso para llorar. Historia real. (ríe).

E: ¿Es más de decir lo que piensa o de pensar lo que dice?

Y: Trato de llevar ambas fórmulas acabo. Creo que hago más lo primero que lo segundo, como casi todos. Mucha gente no hace ninguna de las dos.

E: ¿Hay polémica cuando habla?

Y: No soy de los que buscan el conflicto pero si de los que dicen lo que todo el mundo piensa y calla. A veces la gente necesita escuchar la verdad, incluso si esta es más dura de lo que pensamos.

E: ¿Cree en el amor?

Y: Depende, ¿qué tipo de amor? 

E: El de las películas, el que lo hace todo moverse a cámara lenta y llover rosas.

Y: Solía hacerlo, me lo tomaba muy en serio. Me parecía que era algo a lo que darle importancia, el amor de tu vida. Mi idea sobre eso ha cambiado, creo que bastante.

E: ¿La vida?

Y: Creo que la vida nos da motivo a todos para cambiar lo que pensamos, la diferencia radica en una mente activa. Todos pasamos por todo tipo de cosas y tenemos oportunidad de madurar pero solo los que están despiertos y dispuestos a cuestionarse los por qués van adaptando los cimientos de su cabeza.

E: ¿En qué cree usted ahora?

Y: Supongo que en algo más real. 

E: Eso suena triste.

Y: No tiene por qué. La realidad puede ser muy triste pero gran parte de lo que es depende de cómo lo vemos. Podemos transformar nuestro alrededor con el enfoque adecuado. Ya no creo en las mariposas.

E: ¿Ya no se emociona?

Y: Claro que lo hago, y siento esas mariposas pero ya no soy adicto a ellas, me he rehabilitado. (sonríe). Ahora creo en conocerse. Todos dibujamos gran parte de la otra persona cuando empezamos a conocerla, es natural, normal y sano. La diferencia radica en que ahora sé que estoy dibujando lo que no conozco de esa persona.

E: Tiene sentido. ¿Está enamorado?

Y: Llevo enamorado toda mi vida.

E: Voy a necesitar que explique eso.

Y: Para que se haga una ligera idea he conocido y continuo conociendo a personas, enamorándome y siguiendo adelante pero hace ya años que conocí a esa persona que se instala en tu corazón para quedarse de por vida.

E: ¿No están juntos?

Y: No y no es algo que me preocupe. Hay que preocuparse por las cosas que uno puede controlar.

E: ¿Por qué está usted entrevistándose a si mismo?

Y: No esperaba esa pregunta. (risas).

E: Tenía que llegar, ya lo sabe.

Y: Claro. Creo que la idea me vino en un sueño donde decía lo que pensaba y necesitaba un entrevistador que realizase las preguntas.

E: ¿Está contento con el resultado?

Y: Creo que me lo he montado bien.



domingo, 20 de agosto de 2017

Naranjos

Sol con sabor a naranja en el huerto de sus pecas. Mi pensamiento húmedo y los aspersores regando el aire de gotas de agua templada.

La he dejado dentro y he salido al porche.

Son las once de la mañana, mi hora favorita. He madrugado lo suficiente como para estar despierto y disfrutarla a mi manera. Estoy tan yo como a las cuatro de la madrugada pero no me siento pesado y la oscuridad no nubla las nubes blancas que tapan la luna.

Oigo los acordes de una guitarra dentro de casa. Ella ha subido el volumen de la radio y le ha dado fuerza suficiente a la serenata para atravesar los cristales de las ventanas y llegar hasta mi, dejándose caer en mis oídos, resbalándome por el gusto. Pájaros haciendo los coros y el viento director de escenografía haciendo bailar los árboles, sus sombras tiritando sin saber bien hacia dónde ir.

Los gratuitos efectos especiales de la naturaleza.

Me alcanza por la espalda, con una mano en el hombro y la otra sujetando una taza de café, me pilla con la guardia baja. Me hace olvidar lo que sé de boxear, me quita los guantes con la mirada.

Sonrío de vuelta y tomo el café.

El tacto de la taza me cerciora de lo real de la situación. Podría estar muerto, dormido o con una sobredosis de esquizofrenia engañándome, haciéndome creer lo que no es y olvidar lo que se supone tiene que ser.

Es verano, no importa.

Doy un trago y todos los días es el mejor café de mi vida. No creo que se lo haya dicho nunca, no sé si hace falta. Creo que se lo digo con los ojos y ella lo entiende con una sonrisa.

Tardamos lo nuestro pero al final llegamos, lo conseguimos. No hablo de fabricar el mejor café del mundo sino de nuestro destino. No ese que viene predeterminado, el que uno ha escogido inconscientemente y le hace moverse en una dirección sin saber muy bien por qué. Sin saberlo hasta que llegas, entonces lo entiendes todo; por qué lo querías, por qué no podía ser otro, por qué tenía que ser con ella.

Entiendes que no lo entendieras hasta ese momento. Entonces te vuelves un poco loco, cuando llegas quiero decir. Te pasa porque has sufrido gran parte de tu vida luchando por llegar ahí, a ese naranjal y esa casa y ella en la cocina canturreando con el maquillaje de anoche aún adornándola la cara y disfrazándola de mapache. O algo que parece un mapache.
Te vuelves un poco loco y comienzas a tocar, observar, oler, saborear. Has vuelto vivo de la guerra de tu vida y has sobrevivido a todos aquellos problemas y personas contra todo pronóstico. Cuesta creerlo y utilizo mis sentidos para pegarme a la realidad como una mosca poco avispada en la tela de una araña.

Quiero vivirlo y parece que la vida me pide que lo haga.

Estamos bien. Ella, yo y el café. Y los naranjos, los naranjos también.




martes, 15 de agosto de 2017

Soy el más listo porque escribo en un blog

No ha sido una elección, tampoco una iluminación divina en un día lluvioso. Solo abrí los ojos cuando el sol dejó de cegarme y me di cuenta. Estamos atrapados y yo tengo la respuesta. Si, lo sé, es para descojonarse, yo.

No hablo en sentido literal, tampoco literario, hago referencia a la metáfora que es nuestra sociedad. Esta información me ha llegado en forma de notitas selladas con la marca roja de unos labios que besaron el remitente y ordenaron correr al cartero.

Correr.

El "se" no lo incluyo, eso fue algo que nació de él en la triste oscuridad de su habitación.

Conseguir esta información me ha costado un par de hechizos. Ya me entendéis, de likes, de me gustas, de quizá quiera casarme contigo en una playa de Mallorca si mis pajas mentales se hacen realidad y has estado esperándome toda mi vida. Y la tuya también.

No voy a mentiros, estoy emocionado. Creo con convicción que las buena nueva os aportará algo de conocimiento sobre esta compleja máquina repleta de engranajes que nos conecta a todos y cuyo funcionamiento parece continuar siendo un enigma gigantesco en forma de tela de araña.

Pensad en este mensaje como si de una serenata se tratase. Imaginad, con lo que a estas alturas os quede de imaginación, que contemplo anhelante vuestro rostro asomado a la ventana desde la calle y os canto todo esto alma en grito, en ebullición, que estoy caliente como un perro tostándose bajo el sol. Podéis imaginarme con un estúpido gorro en la cabeza a lo trovador que hace brillar aún más el ridículo tamaño de mi nariz y un ramo de flores prefabricado que he comprado con fervor en la floristería de la calle de al lado, esa en la que jamás habéis entrado, con la pura intención de conquistaros con mi verdad.

Os cuento.

Nada pasa porque tiene que pasar.

¿Lo he cantado bien? Creo que he desafinado un poco al final pero os he transmitido el mensaje de la mejor manera que se me ha ocurrido. Si hubiera perdido mi civismo al salir de casa esta mañana probablemente mi mensaje habría sonado diferente, más a guantazo que a serenata, más sonoro y menos melódico quizá. Lo sé, he sido un poco grosero, pido disculpas. Aún estoy aprendiendo a controlar mis impulsos, coño, joder.

No nos salgamos del guión, pues eso, nada pasa porque tiene que pasar.

No voy a discutirlo, vivir en confuso y aterrador, algunos necesitan excusas, otros a Dios. Para mi es "me duele la tripa y se ha muerto mi tatarabuela, imagina cómo estoy, pídeme perdón por haberme molestado". Más o menos creíble para la otra persona, totalmente convincente para uno mismo. Principalmente porque no importan las palabras, la excusa, el amigo imaginario de barba blanca o la máxima "si ha pasado tenía que pasar", lo que de verdad importa es la acción, el acto, la voluntad de engañarse.

Lo que cuenta es el gesto de engullir el caramelo blanco y relajarse confiando en que todo está solucionado. Un ibuprofeno y las consecuencias de estar vivo se desinflaman. "Ya no parecen tan grandes".

Espera, espera un momento. Sé lo que estás pensando. "Qué listo es el tío, cree que le está enseñando algo a alguien, cree que es el más listo porque escribe en un blog".

A ti, que eres tremendamente audaz y si no se te hubiesen adelantado habrías descubierto América en moto de agua nada de esto te suena a nuevo pero te prometo que algunas personas no han tenido la oportunidad de replantearse una cosa así.

"Me ha dejado, no era para mi. Me han echado, no tenía que seguir ahí. Ha enfermado y ha muerto, era como tenía que ser".

Me pongo tan nervioso que me tiemblan hasta los riñones. Déjame cantarte algo más. Nada tiene que pasar. El verbo tener está mal empleado. Lo que tienes que hacer es, a riesgo de sonar neandertal y un poco pandereta, echarle ovarios. Y digo ovarios que no huevos porque es igual pero más inteligente. Tienes que decir lo que quieres decir, tienes que hacer lo que quieres hacer y no porque tengas que hacerlo. Porque nada tiene que. Qué coño va a tener que pasar si ni tan siquiera deberías estar aquí, eres casualidad, eres azar, eres feo seguramente, pero tienes suerte por el simple hecho de ser algo. Y más aún por la oportunidad de poder ser algo más.

Déjame dejarte y también dejarte claro lo mucho que te quiero pegar, porque me estás calentando con esas miradas que me echas desde que he empezado a poner los puntos sobre las ies.

Podrás ser algo más cuando dejes de excusar, escudar, esconder- TE, TÚ, en gilipolleces sin fundamento. Coño, deberías escucharte a veces, suenas muy gilipollas, de verdad.

Piensa, por favor, piensa. Usa esa maldita cabeza que te cualifica como homo, hetero o bi sapiens y piensa por favor.

Eso si, tengo que avisarte. Probablemente te duela, quizá sea la primera vez que pienses de verdad. Si comienzas a convulsionar no te asustes, es lo que tiene hacerlo todo de golpe, puede suponer un shock inicial. Quizá sientas también que el universo se abre ante tus ojos y su belleza te deja babeando como a una de esas personas que no dosifican bien su propia saliva, quizá des un poco de asco, pero nada grave. Los beneficios que reportará a tu vida compensará que en ese momento nadie quiera acercarse a ti porque serás tú quien estará más cerca de si mismo de lo que jamás habría imaginado.

Me estoy quedando sin voz, siempre me enrollo como las persianas, espero que con la edad se me vaya pasando y si no, tampoco es tan malo, podría estar babeándome encima, como nuestra sociedad, al darme cuenta de lo cateto que soy tratando transmitir un mensaje, grosso modo, cuando no me suelo escuchar ni yo mismo.

Jamás he tenido voz para cantar y predicar lo dejo para quien sigue buscando excusas. Yo te cuento las cosas como me las cuento a mi, con mucha mala hostia, para tontos, dando mil vueltas (es una enfermedad congénita) y de palabra modalidad escrita.

Deja de mirarme mal, la canción ha terminado, mi nariz sigue siendo enorme y tú jamás recuperarás la oportunidad de adelantarte a Colón pero, ¿sabes qué?

No, no te lo voy a decir, piénsalo.











lunes, 7 de agosto de 2017

Su fantasma en mi cabeza con violines

Ahí estaba ella otra vez. Como si aquello fuera una película vieja de grano y estuviesen reproduciendo las mejores partes, otra vez.

Quiero recalcar el ya repetido 'otra vez'. Que quede claro.

Y aún así jamás me cansaría. De su pelo negro, de sus ojos túneles a otro mundo donde las tinieblas absorbían a todo aquel que se atreviera a ojear. Nunca diría "suficiente" de aquel ligero olor tan familiar e incomparable. Ese tono ajazminado con pequeños destellos de cuerpo humano, feromonas y sudor que evocaba la imagen de su rostro en mi cabeza.

Había instalado mi casa en plena guerra y perdido toda noción de ella. ¿Ganar? El fin en si mismo era luchar, pelear, arrodillarse y temblar hasta que aquel ser de otro planeta se cansase de atormentarme o simplemente escapase lejos y dejase en mí la sola huella de un recuerdo tan intenso como opaco.

Ya no reconocía bandos, estrategias o la paz. Solo un profundo ardor en mi corazón avivado por las derrotas que aún no me había perdonado a mi mismo. Era un soldado valiente pero la nostalgia apuntalaba mi bravura al colchón de la cama y algunas noches me sorprendía dando largos paseos por el bosque.

Ahí estaba ella, en cualquier parte. Tras los árboles, en el rostro de la luna, como si de una máscara para el carnaval de los astros se tratase. Ahí descansaba su esencia y tras ella cabalgaba mi locura transportando mi cuerpo por senderos poco transitados con la pequeña esperanza de encontrarla al final del camino.

Olvidarla habría valido. No hacerlo había sido una decisión consciente a lo largo de toda mi vida. No, no era por el placer que siempre me ha causado abrazar las espinas. No era el dolor que sentía al escuchar su voz cuando miraba el trozo de tierra donde la había enterrado, aún viva.

Era la música, los violines que susurraban en mis oídos cuando mi piel rozaba la suya, segando el tiempo y haciéndolo imposible de seguir, los que me habían merecido todo aquel sufrimiento.

Esa melodía tan fina que se me colaba entre los dientes y envenenaba mi cabeza con cuentos de final feliz, noches de sexo y besos por cualquier motivo, a cualquier hora, solo porque ella los pediría.

Ahora era tarde, sabía que su fantasma me seguiría de por vida. No suponía un tormento, la amaba. Ver su rostro reflejado en el primer café de la mañana todos los días no me entristecía más de lo que lo habría hecho la posibilidad de desenterrarla y reanimarla para amarla después.

Alguna vez lo había pensado pero había entendido que eran los violines los que me hablaban, coqueteando con la posibilidad de traspasar mi cordura con un buen concierto y transformarme en un hombre loco con el cadáver de su amada sentado en la mesa para comer día tras día.

Y ahora lo veía claro, ahí estaba ella otra vez. Mis ojos contemplaban las escenas que mi mente proyectaba sobre el gordo y fornido tronco del abeto que tenía justo delante. Eran las mejores partes, los momentos más intensos, aquellos en los que debí haberla besado.

Había pasado varias horas fuera de casa aquella noche, transitando aquellos senderos, hasta que su rostro se había posado sobre aquel tronco y la había mirado a los ojos. En ese momento supe que la sesión de cine había empezado y que la entrada a la sala de proyección no incluía la posibilidad de detener la película o abandonar el espectáculo.

Volví a verla una última vez todas aquellas veces que la había visto a lo largo de mi vida. Con el salto de los segundos, minutos u horas ella iba cambiando y podía notar los años avanzando en el azúcar cada vez más moreno de su voz.

Estuvo preciosa toda mi vida.

Los violines comenzaron a cantar como la mayor soprano del planeta y tocaron por última vez la mejor de sus piezas acompañándome hacia el acantilado.

Ahí estaba ella otra vez, un segundo antes de saltar. Fue lo último que vi.

No podía haber sido de otra manera, ya no más.


miércoles, 2 de agosto de 2017

Miedo

Miedo de tirita, cretino de mierda, miedo a la herida que escuece pero no duele, a la que deja marca pero no mata. Miedo a la herida que cicatriza antes de tiempo.

Miedo a no poder aparentar ser tan guapo como el subnormal que te robó a la novia sin mover un dedo. Que la perdiste tú, que la perdí yo, que se bajó del bus en marcha para no verte mas el pelo.

Te quiso pero se ahogaba.

Seamos claros, abrochémonos las camisas de fuerza, la asfixiabas.

Eso es para ti.

Y sé que no tiene nada que ver pero estamos locos y nos cuesta menos mentirnos que ser honestos. Que la verdad pesa un quintal y una operación de espalda en la que te colocan un hierro y te ponen recto.

Esto es para mi.

Shhh, calla, calla, no hace falta que me lo digas. Silencio. Prefiero no hablarme y no decirme que fue mi culpa, que no puedo cambiar, que es miedo con eme de mentira, de que nadie me lo diga, que se callen su valor y su mirada perdida buscando algo por lo que luchar.

Que no me hagan de celestina ni de alcahueta ni de farsa podrida. Que somos personas y no ovejas, vacas o zorras jodidas. No me convences. No necesito tu bendición malherida.

No haré tratos con escupitajos ni sangre coagulada, no me comprometeré a no mirar al diablo a los ojos y tratar de seducirle. Estamos jodidos.

Véndeme la moto.

Esto es para todos.

No soy yo, somos todos.

Os veo en vuestras habitaciones blancas de paredes acolchadas y locura contenida en gritos que hacen temblar los cimientos de este manicomio bautizado Hospital Vida.

Vamos a dejarlo claro.

No llevo ropa cuando duermo, visto sentimientos que me dan calor, frío y dolor en aumento. Duermo cuando puedo y cuando no, cuando no cierro los ojos y mis párpados viscoelásticos me mecen en un sueño balsámico de colores añejos, risas y juegos.

Puedo volar.

Mi cuerpo no pesa y mis huevos jamás tocan el suelo. Solo cuando me suicido para despertar y abro los ojos y me encuentro de nuevo en un laberinto de palabras y fotogramas que destellan existencia hacia delante, jamás hacia atrás, y tiro el ancla e intento recordar.... cómo era el pasado cuando lo podía parar.
Cuando mi rostro en el espejo no se deformaba y mi mirada fija no se dejaba navegar en un mar desorientado que no sabía dónde naufragar.

Este es mi barco. Soy mi capitán y mi tripulación. Proa y popa se relevan y alternan posiciones.

¿Dónde está mi norte? ¿Hacia dónde debo mirar?

Ya se ha muerto. La he visto caer sin vida en su caja de pino, en su armario anodino, en su féretro.

Soy un niño animal en el patio del colegio, otra vez. Ya no juego a superhéroes, estoy parado, rodeado de peonzas que giran y giran. Me mareo.

Tienen rostro y gritan. Que por qué no estoy cuando me necesitan, que por qué me enfado si las aparto, las abrazo o las masturbo hasta el fin de los días. Y giran, giran y giran.

Que son gigantes, que son molinos, que son pastillas, que son, ¿qué son?

Deme un trago para beber y mojar las estrofas secas que se me atragantan en el paladar. Écheme una mano, pínteme las uñas y dígame que soy la más guapa del bar.

No me quiere dejar estar.

Se me mezclan los olores de amores perdidos, de orina, caca, culo, pedo y pis. Da miedo.

Que alguien me de otra patada en los huevos, que me enchufen al cargador, estoy empezando a tiritar. Tengo fiebre tifoidea y no es buen sitio para palmar.

Llévenme al mar para que pueda descansar, romper con las olas y aprender de nuevo a caminar.

Tráiganme coronas, flores y exfoliantes para limpiar la verdad que si muero en ignorancia sabrá a café bombón y no habrá motivo para llorar.

Déjenme el sarcasmo sin tocar que si hay otra vida lo podré usar y ganarme el trono del otro reino a base de risas y de dejarles mal, a ellos, a los jefes con alas y tridentes del lugar.

No puedo volar porque tengo miedo, miedo del de verdad, miedo con eme de madre mía que hostia me voy a pegar si estas alas no funcionan y la teletienda me ha vuelto a timar.

Mi adiós con miedo horrorizado de terror con celo. Del que levanta la ceja y sospecha, sopesando, si da más miedo una condena perpetua a la ignorancia o una pena de muerte de verdad.

Voy a susurrar las últimas palabras de forma tan ligera que cuando pase por aquí el viento se las lleve de viaje y las transporte tan lejos que apenas nadie pueda recordar que alguna vez fueron dichas, escritas, leídas o escuchadas.

Que alguna vez fueron sentidas.

El miedo es una cárcel sin barrotes, no los necesita, te tiene a ti.











martes, 11 de julio de 2017

La noche más larga

No duermo.

Cuando duermo con mi perro me late en el costado como si fuera parte de mi pero ajeno a mi.
Lo noto más que ese hígado, ese páncreas o ese futuro cáncer que no siento pero tengo.

No puedo dormir.

Es una batalla por el sitio que te pide el cuerpo. No nos tocamos, no vale empujarse, gritarse, ladrarse o morderse.

Nos hemos intercambiado los lados. No nos hemos tocado, no ha pasado por encima de mi. Somos nadadoras de natación sincronizada.

No me duermo.

Ahora me pica el cuerpo. Me están mordiendo los hijos de puta.
Cuando duermo con mi perro su respiración es tranquimazin y la cama no se mueve y yo no oigo ni veo, solo siento y es más de lo que recomiendo.

Siento.

Mi puta imaginación se ha transformado en mosquitos que zumban en mis oídos como obuses de la segunda guerra mundial. Mi perro es el furher.

Eres tan nazi que jamás te atacarían.

Oh mierda, ahí vienen, demonios, diablos vestidos de doncella. Me llaman gilipollas. Me hacen la cobra. Todas. A la vez.

Mi perro se ha tirado un pedo y se ha cagado de miedo. Yo no me muevo, no puedo. Ellas me han amarrado a la cama y no puedo dejar de ver la cara de Nicolas Cage en el techo.

Cuando duermo con mi perro no duermo. Soy un trozo de piel del reino animal al que le comen por dentro.

La vida es solo un entretiempo y yo un chico con una polla decente y mucho miedo en el cuerpo.

Me despierto. Cuando duermo con mi perro, no duermo.

jueves, 29 de junio de 2017

Poesía de sexo para dormir

Soy para ratos en un bar, para charlar de tú a yo desde la mesa de billar.

Soy un malabarista cuando camino desde la barra hasta el retrete coordinando la respiración, el pensamiento y mis dos manos.

Soy un submarinista de la declaración, buceo no me mojo. Voy a pelo, sin gafas, y lloraré todo el cloro del mundo por ti si me haces daño.

Soy la ese, la o y la i. Soy el abecedario cuando bebo y se me suelta la lengua, soy de la a a la z entre tus piernas cuando te escribo poesía de sexo para dormir.

Soy el que deja entrar antes de salir, el que firma en el aire para pedir la cuenta si no te enteras de lo que te quiero decir.

Despierta.

Soy de esos que confiesa amor eterno por las mañanas antes de dormir, sea viernes, lunes o Madrid.

Soy ese que lanza cuerdas a las locas para dejar los cuadros psicóticos bien atados.

Soy muy de perder el norte en el Polo y descubrir que Papá Noel ni existe ni lleva gorro.

Soy perro narigudo que no ladra pero muerde pero grita que no te suelto.

Soy mal presagio, mal agüero, agua de mayo.

Soy duro como un callo.

Soy lluvia si paseo en verano y la casilla en la declaración de la renta para pazguatos.

Soy un estúpido, un tonto, un bicho raro, un astronauta en una pecera con poco tiempo y mucho espacio.

Soy quien querías que fuera cuando se abre el cascarón y el pollito de dentro asoma la cabeza aún sin uso de razón.

Soy todo corazón, ambivalente, ambiguo, ámbar, estrellado en el radiador.

Soy calor.

Soy solsticio.

Soy olimpiada, desordenada, atragantada por los verbos que regurgitan en mi interior.

Soy sueño confuso de ron, whisky o licor.

Soy ella sobre el escenario y él cuando pisa fuerte pero camina despacio.

Soy frágil fractura en ese jarrón chino que es tu vida, que empujo con el codo.

Soy la bocanada de aire que falta cuando el corazón se salta un latido.

Soy ruido blanco, materia oscura, ondas de menos cinco decibelios.

Soy música con sordera sin taparrabos ni vergüenza alguna.

Soy fanático del dogma catapultado a discreción.

Soy freno de mano y pie de aceleración.

Soy boca que besa y que peca por falta de contención.

Soy múltiples yoS.

Soy puro aliento y corazón.

Soy el reencuentro entre mis dudas y tu voz. Las miradas que podría haber, el miedo que tendríamos si supiéramos que podríamos querernos antes de amarnos. Somos el párrafo que se expande más allá de los límites queridos por conocer.

Somos el sabor a cereza en la punta del tenedor.

Somos nosotros.




viernes, 26 de mayo de 2017

Por verte sonreír

Si alguien me tomase por el hombro y arqueando las cejas me preguntase: ¿Qué es lo que más te impresiona de estar vivo? Sin duda alguna respondería: Que no importa cuán seguro estés, siempre experimentarás algo nuevo.

Y digo nuevo y lo dejo ahí porque no quiero que me malinterpretéis. Lo nuevo es algo nunca visto, nunca sentido, nunca sabido. Pero también puede ser algo nunca sufrido, nunca antes dolido, nunca arrancado.

Nunca había tenido la sensación de sentir al haber seguido la voz que susurra en mi corazón que debía ir a la cárcel por actuar contra la naturaleza, contra mi propio deseo y contra alguien que te lo ha entregado todo.

Nunca había sentido hacer tanto bien haciendo daño. Ni la responsabilidad, ni la aceptación de consecuencias antes de sentarme y declararme culpable. De gritar 'yo' cuando se buscan responsables y saber que no es mi lugar.

Es la primera vez que el cariño me hace cortar lazos y que el agradecimiento me arranca todas las lágrimas cuando las memorias se agolpan en mi cabeza. No espero evitarme el dolor. Espero exprimir cada gota con la misma dedicación que hice el amor.

Porque está en nosotros aceptar, dar sentido y vivir lo que nos pasa. En nuestra mano entenderlo de una u otra forma y tratar de rastrillar, filtrar, desgranar lo bueno que la tormenta puede traer, solo si nosotros queremos.

Puede costar un tiempo o puede ser inmediato.

Puede ser mentira o ser la verdad. Puedes ver o no hacerlo jamás.

Puede que cada día el sol salga como el anterior y que no recuerdes otra cosa en el cielo alumbrándonos a todos desde el día que naciste. Puede que compares esa bola de fuego achinchetada en el corcho azul de todos los martes a las tres de la tarde con las decenas de vidas que has tenido.

Cuando con cuatro años eras idiota y feliz.

Cuando te enamoraste por primera vez.

Cuando tu vida terminó al romper.

Cuando de la nada surgió un micro clima con sus relaciones, sus olores y sus ventanales en aquel verano.

Cuando vuelves a tu vida con el primer copo de nieve. Porque nieva.

No quiero inventar palabras aunque el diccionario me sabe a poco. Voy a intentarlo con las que ya conozco:

Ha sido un placer. Siempre vivirá en mi tu recuerdo tatuado en una esquina de mi corazón.

Eso jamás cambiará.


domingo, 30 de abril de 2017

Ensayo humano

Creceremos en la luna sin oxígeno ni agua.

Nos entregaremos a la más profunda de las oscuridades para renacer solo al final .

Seremos tan fieros como nuestra presa nos permita ser.

Construiremos nuestro hogar en la caverna de Platón.

Dormiremos entre ideas afilando nuestras garras.

Cazaremos hasta tener la mirada cana.

Correremos hasta derretir nuestras piernas, hasta que el color se deshaga.

Los baños serán de sudor y las noches largas.

Creeremos en un Dios que nos abandonó por destino y decisión.

Dudaremos de la obra de su creación y de nuestros cuerpos como su construcción.

Entenderemos nuestra carne como el material con el que romper los límites que nos intenten castrar.

La piel como el abrigo que nos camuflará en los designios de la vida, la muerte y la razón.

Latiremos con fuerza, bombeando luz más allá de donde podamos llegar.

Los besos serán de verdad, el dolor se encargará de eso.

Y seremos bestias hasta donde nos deje nuestra humanidad.

La poesía el recital caníbal que nuestras voces entonarán.

Al demonio someteremos hasta el final.

Al ángel explicaremos que no respondemos ante la llamada de nadie que no sea nuestra madre.

El rostro de nuestro padres jamás olvidaremos.

Y cuando las flores nazcan y en un susurro lo estéril se convierta en fértil, cuando la nieve se derrita y el calor hierva la mentira y la agonía forme un poso de tristeza y soledad.

Será entonces y solo entonces cuando seremos libres.

Entonces podremos volar.

Partir alto y no regresar.

Hasta donde nunca sea toda la verdad.


miércoles, 19 de abril de 2017

Me pasas en Amsterdam y en Navidad

Veo la apuesta y subo la mirada dos tercios más.

Tus labios quedan a una altura genial. En ellos la llave, el transporte a un viaje de veinte segundos que desintegra todo ápice de realidad.

Tan solo una nariz por encima un par de ojos, dos de ellos, observan cada movimiento que hago en un intento por alcanzar todo aquello que te intento enseñar. Dos vórtices de límites castaños que mutan en un verde coral cuando tu día tiene melodía y todo te sabe bien, más a sidra que a champán.

También se escribe así.

Y acompañas esa cara que cada día se me antoja más divina, que no angelical, con gestos de épica trivial.

Una torrija en un banco que sabe a navidad.

El shushi sobre la almohada que no sabe lo suficientemente mal para poder parar.

El libro de cabecera que no sabes que leo y que me hace llorar.

El pájaro de Amsterdam que atrapaste con las manos y me pusiste para llevar.

Diez minutos de seriedad, treinta y cuatro de risas desafinadas y energía que no antigua sino ancestral.

Toda una gamma de pequeños trozos de vida que compartes conmigo por algún motivo que no atino a adivinar.

Debe ser por mi sonrisa o mi forma de mirar, por mi inoportunismo o falta de tacto al delirar, por los si si si, no no no, guau guau guau y todos los demás.

O quizá porque te pasa como a mi. Porque se te para lo que se mueve cuando te detienes a mirar. A hacerlo por dentro y hacerlo de verdad.

Me pasa cuando sabes que tengo algo que decir y me llevas a una escalera para subirte un escalón por encima y quedar a mi altura (no sabes que hace tiempo que andas por encima aún estando de rodillas), también cuando te encuentras mal y me dejas decir para que me puedas escuchar cómo te intento consolar.

Me pasas cuando me atrapas con fuerza de amazona contra tu cuerpo y gritas en mitad de cualquier calle, aquí y en Marte.

Eres extraterrestre. Y estás loca. Y tienes defectos.

Y si no los tuvieras, o si lo hicieras pero no fueras capaz de rectificar, jamás te diría que te quiero de verdad.



miércoles, 12 de abril de 2017

Pienso, luego vivo

Pienso en las cenizas que arden primero. En los solsticios pasajeros, en el calor del buen tiempo y en la tormenta que supone la llegada del invierno. En los buenos y, sobretodo, los malos momentos.

En esos en que parece que nos deshacemos, que la vida nos aprisiona cada extremidad en una llave de judo inmortal. Y se nos cansan los músculos de tanto forcejear y la respiración se altera y se nos descompasan alma y corazón, cabeza y razón.

Nadie nos enseña cómo escapar.

Pienso en la tranquilidad del buen tiempo, en la relajación de una sobremesa en una terraza de verano donde no cuentas con los problemas, con los grados bajo cero ni con el dinero. Ah, ¿hay que pagar la cuenta?

Y siempre pensamos, porque eso si lo hacemos, que todo mal tiempo forma parte del recuerdo, que lo malo no llega y que si lo hiciera avisará con antelación para que podamos apuntarnos a clase de artes marciales y subir un par de cinturones, ya sabéis, para que no nos pille tan verdes.

Lo piensas un par de veces y antes de haber pagado la primera cuota llega ella con su cara de perro, con sus malas pulgas recubriéndole el lomo y pasa sus brazos por tu cuello. Estás en el suelo.

Piensas, pensamos y no nos aclaramos. ¿Y esto por qué? ¿Pero y yo que he hecho? Nada, seguramente. Nada que tú recuerdes, nada de lo que seas consciente, piensa un poco.

Has vivido. Eso te ha pasado, ¿verdad? Al final te acuerdas, esto funciona así. Y entonces te relajas, dejas de contraer los músculos y te zafas del abrazo del oso, te relajas tanto que casi te resbalas entre sus brazos.

Pienso que la vida abraza fuerte siempre, cuando te apetece y cuando no. Pienso que nunca llueve a gusto de todos y que nadie se queda calvo motu proprio.

Creo que lo malo siempre afecta y que lo bueno vuela alto, rápido y fugaz, como un cometa, como un águila de carreras y que solo perdura en la memoria, no en el tiempo.

Creo que todo es más fuerte con ella. Creo que estoy más vivo.

¿Y a dónde quieres llegar a parar con todo esto?

No lo sé, pero quiero decir que pienso que la quiero.

¿Hay que pagar la cuenta?


jueves, 16 de marzo de 2017

First Letter To Her

Querida cara nueva:

Primero de todo tengo que pedirte perdón por hacer esto público, tengo una tendencia a vociferar al mundo a través de las palabras los susurros más íntimos que tintan mi alma de esas emociones que nos hacen humanos.

Nunca ha sido fácil. No para mi. Soy un desastre, un caos, siempre lo he sido y siempre lo seré.

La primera vez que me rompieron el corazón me asomé a la grieta que había quedado y descubrí todo un mundo de melancolía y dolor en el que encontré pasión, inspiración y toda una gama de grises con la que pinté el mundo. Lo sé, yo tampoco lo entiendo muy bien, el mundo.
A través de mis ojos todo es hermoso y mortal, todo brilla y todo se seca a la vez. Como yo, como todos.

Siempre he sido un amante. Siempre he estado enamorado del amor y mi hijo favorito siempre ha sido esa soledad que me acariciaba el hombro cuando me sentaba frente a la página en blanco. Encuentro amor en esa historia que no puede ser, la que termina conmigo apoyado en el capó del coche en una gasolinera a kilómetros de mi ciudad contemplando el cielo intentando entender la vida antes de que se consuma el cigarro y tenga que volver.

A veces tengo que irme para poder volver. Algunos de mis mejores amigos te lo podrían confirmar. Soy un escapista, un corredor, corro kilómetros y cuanto más me alejo más me siento cerca de casa. No sé a dónde pertenezco, no sé dónde podría terminar.

Recientemente he conocido a alguien. No lo planeé, no lo buscaba, no estaba preparado. Está loca, loca de una forma que me hace sonreír. A veces digo una palabra y estalla en carcajadas que parecen no tener fin. Es tan cariñosa como puedo querer y parece querer conocerme de verdad. No es fácil, siempre pasa algo, las plantas siempre mueren aunque vivan cien años pero parece que he captado su atención.

No la conozco y no sé cuándo ni cuánto lo haré, pero quiero hacerlo. Esa es la parte importante.

No puedo firmar un futuro con ella, no tengo bolígrafo y no quiero firmar porque la realidad siempre está cambiando y soy libre. ¿Pero sabes qué? Creo que puedo ser libre dándole la mano.

Aún es pronto para saberlo, la estoy idealizando. Estoy dibujando la parte de ella que no conozco y sé que el dibujo no se corresponderá con la realidad. Es defectuosa, ya sabes, es una persona. Eso es lo que me gusta. Es real. Es directa.

Ha sufrido antes, igual que yo. Como todos.

Está aquí y no puedo prometer nada, no sé cuándo terminará la canción si lo hace. Esto no es un cuento donde en la página siguiente apareceremos en un porche peinando canas y rememorando tiempos mejores.

No puedo decir nada que no sepas, excepto que ella eres tú. Y que me haces sonreír y querer gritar más alto "¡¡follar!!" para que tengas que mandarme callar. Solo eso, suficiente por ahora.

La gente se suelta la mano, pestañea y se pierde el momento, se pierde en un mundo donde cada esquina es una realidad y entonces jamás vuelven a verse de la misma manera y no puedo prometerte que jamás nos pasará, sabe Dios que bien podría hacerlo.

Pero quédate con esto y presta atención, no quiero soltar tu mano, aún no.

Sinceramente, yo.


miércoles, 1 de marzo de 2017

La vida no es un poema

Sé que es difícil. Sé que cuando tengo esa mirada triste en mis ojos no puedes verme, que estoy lejos de aquí.

No soy fácil. ¿Quién lo es?

En la vida las cosas ocurren y no tienes que esperar entenderlas. Solo están ahí, ocurren. Ocurren.

Y cuando lo hacen todo cambia y no siempre es para bien. El cambio a mal existe, las cosas se deterioran, la salud se marcha y el amor se acaba.

La vida es una hoja en un árbol que un día fue verde y fuerte pero eventualmente, un día, cambiará de color, se secará al sol y al frío y simplemente caerá. Y cuando lo haga jamás volverá a ser la que era.

El tiempo hace eso. Pasa, avanza hacia delante lo quieras o no. Lo llores mucho o poco. Lo hace.

No soy fácil o merecedor de la pena porque yo también la tengo, pena.

¿Quién no la tiene?

Quién no ha conocido mejores tiempos al sol, enganchando en un árbol a metros del suelo. Quién no ha visto muerte, enfermedad o dolor.

La vida tiene todas esas cosas y algunas más. Simplemente cógela en tus manos y acaricia su pelaje, su carne, hazlo aunque duela, aunque te arranque más lágrimas de las que pensaste derramar cuando llegaste aquí y todo eran trenes de plástico, cubos y palas, olores y rayos de luz atravesando el cristal de cualquier ventana.

No soy fácil, ni si quiera me conozco. Solo sé quién soy algunos días, ya sabes, no pueden ser todos los días porque soy humano y estoy vivo. Tengo dudas y defectos y ellos me hacen ser quien soy, como lo hacen mis facciones o mi dermis o el tono de mi voz.

A veces estoy caduco y abro los ojos y me doy cuenta y me lamento por ello porque estoy vivo. No es triste, no es malo, es vida. Estoy aquí igual que tú.

Somos un bosque y todos nosotros nos marchitamos y caeremos, algún día, y terminaremos rastrillados y dejaremos libre el suelo que ocuparán nuestros cuerpos.

La vida no puede ser cambiada, siempre está cambiando y nosotros con ella. Solo no puedes nadar fuera del río sin morir. No puedes ganar la partida sin abandonarla ahogándote entre las aguas.

No soy fácil y no es una elección. Solo lo es. Solo lo soy.

Esto no es una poesía porque no soy un poeta, solo soy yo.

Y aún así solo somos hojas en árboles que se secan al sol y al frío y algunos días, cuando llueve, beben bajo la lluvia.

Solo hojas que dejarán de ser.


martes, 14 de febrero de 2017

Del tipo

Del tipo que parece una señal en el cielo, del que parece una buena razón para aventurarse a intentar, a probar que te equivocas, a que quizá soy yo el que se equivoca.

Del tipo que importa para bien y para mal, del que cruza países, océanos y la muerte. Del que sube escaleras para después bajarlas.

Del tipo que llora sonrisas sin cesar, del que sonríe lágrimas sin final.

Del tipo que vive fuera de ti y transforma el mundo cuando te saca a bailar. Del que te enseña qué es amar.

Ese tipo de amor bajo la almohada, del que es un tipo de ley física que Newton jamás supo explicar. El que no cabía en ecuación alguna que Einstein supiese desarrollar.

Ese que calla para con miradas poder hablar. Ese que truena cuando convergen piel y piel.

Ese amor.


martes, 7 de febrero de 2017

En el dolor te quiero

Palabras. Todo son palabras. Superfluas y trascendentes, bonitas y feas, sonrojantes e hirientes palabras.

Dos de ellas pueden declarar amor u odio. Con una puedes aceptarlo todo o negarlo para siempre. No entendemos la importancia de las palabras.

Tratamos de codificar sentimientos en algo legible, comprensible, que surque los cielos hasta los ojos o los oídos del otro. Intentamos ser fieles a nuestra intención y en alguna parte del camino se desvisten y cambian de sentido, de color, de significado. El mayor de los te quieros se dice odiando y a la palabra más inocente le crece punta de flecha en el trayecto de tu boca a mi corazón.

Lo acabas de decir y ya estoy sangrando. Podrías tratar de lanzar otras cuantas que hiciesen de tapón para detener la hemorragia pero es tarde, ya estoy temblando en el suelo, ya noto cómo me voy durmiendo. Tú no lo sabías pero tuviste certeza en la puntería.

Quiero levantarme, te lo juro. Quiero ponerme en pie, reabsorber toda la vida que he soltado y decirte que ha sido solo un susto, que a todos nos pasa a veces. Quiero hacerlo pero me estoy hundiendo y noto el agua bloqueando mis orificios. Me estoy ahogando.

Te querré en lo más profundo de este oscuro océano al que me has enviado. Te recordaré con el corazón atravesado.




sábado, 21 de enero de 2017

Por qué es primavera

Por qué.

Por qué me deshago en cenizas cuando me da el sol.
Por qué la lluvia es aventura.
Por qué me rompo cuando estoy entero.
Por qué parece que me voy y en realidad vuelvo.
Por qué lo simple es tan complicado y lo complicado tan sumamente sencillo.
Por qué florece más en invierno que en primavera.

Por qué el roce de una mano me da tanta pena.
Por qué la felicidad deprime y la tristeza alegra.
Por qué este vacío tras tener la barriga llena.
Por qué el dolor si es primavera.

Por qué la vida no se para cuando debiera.
Por qué la la vejez siempre nos espera.
Por qué la música no se ve si es vida plena.
Por qué la piel de gallina si al contacto quema.
Por qué lloro en primavera.

Por qué el aullido es a la luna si está fuera.
Por qué el sentido no siempre coopera.
Por qué la vida parece tan opaca, tan intermitente, tan plena.
Por qué la peor noche del año se llama nochebuena.
Por qué está nublado durante la primavera.

Por qué pasan los días y son todos tan distintos siendo los mismos. Por qué pasan las cosas tan rápido y se recuerdan durante tanto tiempo. Por qué estoy condenado a recordarlo y no tenerlo.

Quizá sea porque es primavera.


domingo, 8 de enero de 2017

El arte atrae almas

Esta entrada podría ser la última.. o bien podría ser la primera.

Esta entrada podría tratar de tantas cosas... del amor, de la amistad, las cosas importantes de la vida.

O sobre el tacto de las teclas bajo las yemas de mis dedos, sobre la música que suena en el momento en que escribo esto, sobre los colores que adornan lo que tengo delante.

Podría tratar de todo o nada, ser solo letras que naufragan en busca de un faro que ilumine un rumbo concreto y definido. Un rumbo que las lleve donde se supone deben estar si existe destino, donde ellas quieran terminar si existe libre albedrío.

Esta entrada podría ser la prueba tangible de que existe la inspiración y que aunque no se puede acariciar o agarrar se puede deslizar por la carne hasta convertirse en arte. Las teclas de un piano, el pincel de un Picasso en Móstoles, las teclas mecánicas de una antigua máquina de escribir.

Tratase sobre lo que tratase esta entrada algo es seguro y no cambia.

Estás leyendo esto y yo también. El arte atrae almas.


miércoles, 4 de enero de 2017

Escribo sobre mi

Siempre escribo sobre mi o sobre cosas que me han pasado o sobre personas que me han sacudido con fuerza y han roto mi corazón porque no hay nada más para mi que sus ojos, el sabor de su risa incontrolada y lo que pienso acerca de ello.

Cambia su nombre y el color de su pelo, incluso su rostro, pero siempre la encuentro poética cuando se transforma en mi musa.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...