miércoles, 20 de noviembre de 2019

Realidades

Voy a decir una cosa como: llueve sangre, hay que refugiarse en los portales. Y otra como: hay sol y aire y parecen un gato jugando a cazar un pañuelo.

Quiero que estas dos frases se casen y tengan hijos.

No me importa si a priori se sienten en antípodas de lo emocionalmente abstracto. No me molesta que sus adjetivos desprendan frío o calor.

Pueden llevarse bien, como la vida y la muerte, por ejemplo. Dicen que lo hacen porque son la misma cosa, personalmente no lo creo.

Creo que un perderse a uno mismo durante un par de horas a varios kilómetros de casa y pensar sí son una misma cosa, o desbaratar los planes de uno mismo menos cada vez y crecer, esas también son la misma cosa.

La misma cosa disfrazada en halloween, en carnavales o en casa si te sientes un superhéroe, pero la misma cosa.

Nacer y morir, yines y yangheces aparte, no lo son.

Un ladrido a las tres de la mañana y tu tristeza: definitivamente putas almas gemelas.

¿Madrugar e irse a dormir? Ven y defiéndelo.

Vienes como una habichuela, empapado y estás llegando tarde a la oficina. Sin embargo, ¡ay sin embargo el irse!

Lo has hecho todo y en un instante es nada. Claro, que hablo de ti, los que se quedan lo hacen con un legado pero ese es otro tema.

Estoy hablando de juntar las manos de un rayo de sol acompasando la mejor de las brisas y la de una tormenta en el día más negro de tu vida.

Dos cosas que pasan mientras estás vivo, viva, respirando hondo raptando los olores del cuadro que te mece o deseando no hacerlo más tiempo.

Hay una realidad medible, una realidad insultantemente pragmática que muchos niegan y que yo, personalmente, trato de agarrar con uñas y dientes cuando lo veo todo negro o se me hace de noche horas antes de tiempo.

Esa es más bien neutral. Oye, cabréate con otro, las cosas son como son al menos en esto que te estoy contando. No haber preguntado.

Digo que es neutral porque con literalidad despiadada nada le preocupa lo suficiente para interceder. No lo hará por mí, no, por ti ni de coña. Deja de leerme si quieres pero antes respóndeme a esto, ¿cuántas veces el muro de ladrillos que te separa de la tienda al otro lado se ha desvanecido para permitirte el paso?

No me lo digas, estás colocado. Estoy hablando en serio. Así es, nunca.

Esta es la realidad que los científicos dicen que importa. Bueno, no lo dicen pero sin duda lo piensan, quiero decir; no hay ningún país peleándose por estudiar cómo te afecta esa ligera depresión que arrastras a los colores que te rodean. Prefieren investigar sobre el planeta, los átomos, el cáncer...

Sin embargo, a contracorriente y con un solo brazo, diré que esa no es la realidad que importa. Es la otra. Bueno, al menos la que debería importarte a ti.

La que te hace ver la misma habitación un día como la torre de un castillo en un cuento de portada cursi y título Qué Bien Se Está Cuando Se Está Bien y otro como la bóveda húmeda, tenebrosa, asfixiante y tortuosa donde ese demonio de rostro cambiante te ha encerrado para siempre.

Cuando me pasó a mi cierta sensación de euforia me embargó; "ahora si que tendré tiempo para escribir unas buenas y cortas memorias". Off topic de nuevo, mis disculpas.

Esta realidad que se alarga, acorta, palidece, tiembla, grita o quema dependiendo de ti es sobre la que deberíamos centrar cada esfuerzo.

No voy a tomaros por tontos, jamás os diré que cuando lo hagáis podréis manejarla a voluntad, conoceros, ser felices, meditar flotando a dos palmos del suelo.

El autonocimiento no es lsd, ¿de acuerdo?

Pero no me cabe duda, y si cabe ahora la disparo, que en el mismo momento en que descubres por qué el lunes pasado el mundo te agarraba del cuello a dos manos mientras te gritaba "¡estás despedido!" y ahora el verde de los arbustos más feos y secos brillan y la gente que no te conoce por la calle te sonríe con la mirada desbloqueas un logro. Si coño, un trofeo, un doble check. Que te tomas la pastilla roja de Matrix en un tris y ya no hay vuelta atrás.

Te has dado cuenta, que no parece muy útil pero te consuela como un edredón aterciopelado bajo la nieve un veinte de enero.

Ahora puedes jugar. ¿Cómo era?

Hay sol y aire y parecen un gato jugando a cazar un pañuelo, lo ha hecho y lo ha matado. Ahora llueve sangre, hay que refugiarse en los portales. Eso si, el gato es precioso.

Nosotros somos todo lo que existe, ¿entiendes?



viernes, 1 de noviembre de 2019

Probablemente tienes cáncer y quieren saberlo

Habrá un día donde un huerto me abrace por la mañana.

Hará tiempo entonces que me sienta viejo y un completo ignorante por dentro, sin embargo sabré acertar a los dardos cuando alguien más joven o menos lúcido que yo se hable en alto ante mi tratando de resolver aquello que le sucede.

Un día cogeré con mi propia mano una de esas naranjas y un coche volador descenderá sobre mis tierras.

Escucharé los violines y el piano lavando los platos en la cocina a través de las paredes de mi casa.

Un hombre y una mujer serán el paquete que el vehículo contendrá y pisarán mi tierra sin pedir permiso porque tendrán el poder.

Me recordarán a mi, "yo solía hacer eso", pensaré. "Me hacía sentir especial", pensaré también, pero caeré en la cuenta que siempre lo hice.

Siempre me sentí especial siendo alguien normal. Siempre fui normal pero creer que no lo era me llevó a tomar decisiones especiales en mi vida.

A eso lo llamaré "la verdadera magia".

Ellos se acercarán entre los naranjos y pedirán disculpas por aterrizar en un huerto que carece de zona habilitada para aterrizajes.

Haré una mueca. "Cuando tenía su edad no cabía la posibilidad de aterrizar nada que no fuera un helicóptero, pero estos dos no estaban ni prediseñados entonces", pensaré socarrón.

Me darán el pésame y lanzarán al tiempo sendas acreditaciones estirando el brazo como un disparo.

Siempre, todos, me darán el pésame cada vez que entablen conversación conmigo. Lo llevarán haciendo al menos una década.

Los odiaré por ello, por lanzarme tu cara a la mía como un insulto. Por remangarse y meter sus manos en el lago de mi memoria y agarrarte de la muñeca para emergerte otra vez de las profundidades sin pedir permiso.

Nunca pediré por ello. Lo harán de todas formas.

Haré otra mueca, esta vez aguantando el infierno dentro.

Me preguntarán por el hijo que no planeé tener y eso será lo único que pueda arreglar todo lo anterior.

El pegamento de mis fracturas. El sol en las gotas de lluvia. El amor en el dolor.

Empezarán a hablar y la mujer dirá algo como "nos gustaría hacerle unas preguntas".

Yo levantaré una ceja porque para entonces seguiré sin entender que se me hable de usted. Siempre fui alguien normal que se sentía especial, humildemente especial.

Y no me gustará ver a través de los cristales de mis gafas mi reflejo en las de sol de la mujer.

Canas y arrugas peinarán mi faz. Estaré atravesando con horror el problema de morir que postergué en mi mente hasta la vejez.

Será tan solo uno de los muchos cajones que habré abierto para entonces. Algunos me habrán hecho mejor persona, otros peor. Casi todos diferente.

Me consideraré a mi mismo un granjero que ha sido un río toda su vida y solo en aquel momento ha sido capaz de ver con claridad cuál es el cauce por el que ha de dejar llevar su caudal.

Su caudal de setenta y ocho años.

"Señor, la pregunta". Me verá distraído, mirando mis naranjos a sus espaldas. Ella se quitará las gafas de sol, él colocará una expresión cóctel de pena y disculpas.

Me harán la pregunta y la contestaré.

Será entonces, la única vez desde mi nacimiento hasta el día de mi muerte, en que sabré exactamente quién soy.

Creo que estará bien.






Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...