jueves, 23 de mayo de 2013

But what is happiness?

Pregúntale a cualquiera, pregúntales, te responderán con sinceridad, no hay motivos para mentir acerca de la felicidad. No tienen por qué mentirte. Todos rehusamos abrir nuestras almas si trata sobre miedos. ¿Quién desea revelar las miserias, puntos débiles o actitudes enfermizas ante los demás?.  Eso son los secretos. Todos poseemos docenas de ellos, docenas de habitantes bien encadenados al más profundo recoveco de nuestra alma.
Pregúntales acerca de sus anhelos. Qué persiguen, qué desean. Qué les hace felices. Qué les haría felices.

Formular bien la pregunta es esencial, la verdadera felicidad no es la que se posee sino la que anhelamos. ¿Qué es la felicidad para ti? ¿Qué te haría feliz?

El amor. Ser correspondido sin importar cuándo o dónde, salvo el quién. Aquél al que deseas, por quien te desvives día y noche imaginando cientos de posibilidades desde diferentes perspectivas, todas con la finalidad de alcanzar el afecto que tú ya has desarrollado por ese alguien. Ese alguien por quien te levantas, te acuestas y sueñas.

La libertad. Librarse de las cadenas que nos atan al dinero, la condición o el lugar. Marchar, vivir y volver. No depender de nada que exista más allá de los límites del propio cuerpo.

Los pequeños placeres. Una cerveza, un cigarrillo, tiempo con los amigos.

La familia. Sentirse arropado por seres a los que importas, aquellos quienes te defenderán tomes la decisión que tomes. Alguien que ponga la mano en el fuego y te jure que hagas lo que hagas está bien. Todo está bien.

¿Qué es la felicidad? Esa utopía anímica que se las arregla para mantenerse varios pasos por delante, no importa qué.

La felicidad. Siempre hambrientos de más. Eres feliz, por ahora, pero ¿qué es la felicidad? Es el momento antes de que necesites más felicidad. No quiero el cincuenta por ciento de nada, quiero el cien por cien. ¿Eres feliz con tu vida? No eres feliz con nada. No quiero la mayor parte de nada lo quiero todo y no pararé hasta que lo consiga.

Para mi, la felicidad es tener otro cigarrillo que encender tras el final de éste.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Dos minutos.

Cáncer. ¿Qué haces cuando ante tus ojos encuentras el bloque de ceniza perfecto? Un bloque sin sierras, sin máximos ni mínimos, sin grietas. No quieres tirarlo, lo has hecho a propósito, no deseas que se aleje un centímetro de ti., quieres poder agarrar su cintura, sus pechos, y decirle que todo ira bien por el simple hecho de que te pertenece. Aprovechas hasta el final, quemándote los labios. Tal vez te salgan llagas, no importa.

No bebes agua, no respiras aire que no haya sido previamente contaminado, porque sería faltar al respeto a todos tus principios. Te acercas por detrás, despacio, apartando mechones despuntados y madejas enredadas hasta desnudarla. El bloque perfecto.

Inhalas, respiras y cierras los ojos. La música se detiene........ . . . ahí está de nuevo, resurge como un eco repleto de matices. ¿Cómo se lo explicas? ¿cómo expresas cada uno de esos extraños, sucios e indeseados matices que te apuñalan una y otra vez? No puedes. Lo guardas bajo llave, tras tu corbata y tu traje y esperas. Esperas a que suceda, al zumbido, a la vibración.
Y poco a poco, gradualmente, una punzada crea ese escalofrío en lo más bajo de tu espalda. Sube acompañado de sensaciones que desconoces. Se produce la magia. La sientes, su intensidad, su dulzura y la confianza que viene con ella durante un rato. No importa cuanto tiempo haya pasado, se ha ido. La máquina del tiempo lo ha extinguido. No quedan rastros del incendio, ni una sola pizca que aprovechar.
Te acuestas una noche pensando que jamás volverá.

Con el tiempo te darás cuenta de lo que realmente importa en todo esto. Vuelve, siempre vuelve para después desaparecer dejando abierto el oscuro pozo del que saliste la noche anterior.


martes, 14 de mayo de 2013

Mira mamá, sin dientes

Hablo sobre creatividad. No de la que gozan los pro-habilidistas que careciendo de ella, afirman haberla desarrollado con trabajo, disciplina y perseverancia, hablo sobre el talento que algunos traen bajo el brazo momentos antes de despojarse de su cordón umbilical. Hablo de ese foco de luz que se abre paso entre las más nubes grises que pueblan la mente en un momento de bloqueo. Dure minutos, horas, días o semanas. Click. "¿Qué coño haces aquí, no te dije que no entrases y que bajo ningun concepto, encendieses la luz? Oh espera, gracias."

La sensación que me embiraga sin aviso, rezándome que todo es gris y monótono. No hay cura para eso, soy consciente de ello. Hoy descendía la pendiente atento a los escaparates de cada farmacia, de cada herbolario, repasando una y otra vez las vivencias pasadas en las que el viento era capaz de arrastrar las nubes como castillos de arena en un mundo sin esperanza para la esperanza. Y sucedió, de forma diferente, para el mismo problema. Un pequeño y delicado frasco de cristal, frágil como las cenizas que quedan cuando el fuego se ha extinguido. No contenía el remedio definitivo, solo algo para paliar los efectos del dolor, la desilusión y la ansiedad.

Aquí terminaría el relato de ser un cuento para inocentes infantes despreocupados de la existencia de cielo alguno. No es el caso. El frasco, tan frágil y delicado como era, salió rodando colina abajo, resquebrajándose en el traqueteo constante de malos tragos y baches.

Ahora estoy donde siempre he estado, con los pies sobre las huellas que mis zapatos han dejado en el cemento. Puedo ver, atemorizado y con un agudo pitido perforándome los oídos, cómo la pequeña quimera se dirige con precisión a los pies de otro. Él está abajo, con los brazos abiertos y esperando, como yo, que la fragilidad del recipiente soporte la travesía que casi ha terminado. Cree que ya la tiene pero se ha olvidad de darle el cariño y la atención que merece.

Analfabetos pidiendo El Quijote para los reyes magos. La risa es irreprimible, irrespetuosa, impetuosa. La desesperación ciega mis ojos con pólvora de aroma a fuegos artificiales.

Hablo sobre creatividad, la que algunos hombres portan con elegancia y enigma. Hablo sobre mi creatividad, mi don, el que me hace correr cuesta abajo sin frenos, directo y dispuesto a interceptar la trayectoria del bólido sin chaleco antibalas. Porque, ¿quién coño soy si no corro como un idiota plenamente dedicado a dejarse los piños sobre el asfalto?

domingo, 5 de mayo de 2013

Incoherencias con sentido

Palabras. Segundos de un presente que se evapora con cada sílaba. Picazón en mis entrañas, el sudor en las palmas de mis manos. La perdida del control ante el cuerpo perfecto, ante el alma perfecta.
Una declaración de intenciones para quien jamás... para quien..... Este laberinto de noches y días me hace enloquecer.
Sale el sol y la negrura que guarda las estrellas se tinta de luz. Astros y recuerdos. Un cambio.
Estrangulo mis posibilidades con una cuerda de piano. Una cara nueva que diluye las pautas de mis historias pasadas.

Y en una noche como ésta pierdo las nociones de mi don, olvido como soltar la bestia que radica en todo lo que escribo. La promesa de reencontrarme con todo lo que alguna vez perdí, la remota posibilidad de recuperar lo que merece la pena.

Locuras, candados rotos que rompen la rutina que gobierna mi vida. La formula perfecta, un par de labios, un par de ojos, un par de manos y una persona dispuesta a comenzar un nuevo relato.

Nada de lo que tecleo comprende de coherencia, ninguna de las ideas que me rondan hoy la cabeza se sostienen sobre pilares bien construidos. Hago malabares sobre una cuerda con fecha de caducidad, comprendo la fugacidad del momento con la serenidad que me otorga la pausa en el movimiento. Comprendo y rechazo. Corto las cuerdas que balancean mi cuerpo controlando cada uno de mis gestos. Lucho contracorriente mientras escalo lejos de la negatividad con la que la sociedad me ha enseñado a vivir. Barro la suciedad de mi educación por un mundo mejor.

Soy un juguete roto cansado de ser marioneta.

Yo decido mi suerte.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...