viernes, 28 de agosto de 2015

Ficción. La realidad que no quiso ser.

En el planeta somos muchos, quizá demasiados, eso ya lo sabemos. También somos conocedores de que en cada parte, en cada país, en cada calle, la gente es de una manera y no de otra. Algunos se sonríen, otros caminan de la mano, los hay que no pueden besarse públicamente si aman a otro con el mismo tipo de genitales, los hay que hablan con los animales de la selva como otros lo hacemos a través de un smartphone.

Hace unos días tuve el desagradable placer de contemplar la mayor barbarie que mis ojos hayan podido ver proyectada en la pantalla táctil de un teléfono móvil. Una chica, apaleada ante la atenta mirada de decenas de personas, terminaba quemada viva en plena calle. Lugar, cualquiera, realidad, una tan distante de la nuestra que bien podría ser considerada ficción. Una realidad que, si me preguntan, prefiero creer que no es.
A miles de kilómetros y con unos pocos días de diferencia, me encuentro en la terraza de un restaurante. A mi lado una chica que promete sonreír hasta el último de sus días, en mi cabeza el pensamiento de que me encuentro en otro cuento, que esto no puede estar pasando si en aquel vídeo "casero" la chica sintió las llamas devorar su cuerpo de la misma forma en que yo saboreo el pollo que me acabo de meter en la boca. Viva la salsa Jack Daniels.

Esta noche he salido a cenar con un ángel, aquella muchacha fue arrancada de raíz de su vida por fuerza y voluntad de un ejercito de demonios. Entonces tengo que entender, tengo que aceptar, que todos somos lo mismo. Que pertenecemos al mismo reino animal, si quiera al mismo universo.

Noto su pie chocar con el mío y un intercambio de carcajadas tras un pícaro comentario me devuelve al momento. Aquí estás, dónde estará ella ahora. En qué se equivocó para ver su vida desaparecer golpe tras golpe, qué hice yo bien para tener el placer de acompañarte hoy.
Suerte. Suerte de nacer y de hacerlo en el lugar indicado, pura potra, de chiripa, que ella está muerta y yo recoloco cómodamente mi culo en la silla. Que me han puesto un cenicero, señores, tengo un cenicero limpio para fumar, puedo jurar que mucho más limpio que el suelo donde aquella mujer fue enterrada antes de tiempo.

¿Qué se supone que debo hacer al respecto? ¿Sentir lástima, pena, lamentar tan espantoso final? ¿Cómo si quiera puedo plantearme entristecerme un mínimo si mi acompañante ilumina la noche de diente a diente con cada comentario que tengo levemente ocurrente?

Qué alguien me explique por qué diablos soy capaz de prestarle mi cazadora en un acto de galantería cuando ninguna de las treinta, cuarenta o cincuenta personas allí presentes fueron capaces de decir no ante tan salvaje ejecución. Cómo si quiera plantearme que compartimos casa, rellano y escaleras. Que como mucho, un pequeño trozo de mar nos separa.

Esto no es una crítica social ni pretende serlo, tampoco es una declaración a la belleza intermitente que me regaló la vista unos instantes. Es todo eso y más. Es un llanto al mundo, una réplica a todo comienzo y todo final. Es un llamamiento a cualquiera que esté leyendo esto.

Tú y yo compartimos vida, intentemos no defraudarnos el uno al otro.

viernes, 21 de agosto de 2015

La inferioridad superior o cómo los tontos son felices y los demás no.

Mientras unos sujetan la puerta, otros contemplan las nalgas que se alejan.

Son diferentes tipos de personas las que existimos, no le descubro nada nuevo a nadie, ¿verdad? Bien, al margen de los centenares de personalidades, caracteres, educación y hostias recibidas desde pequeño, a todos nos hace felices determinadas cosas: comida, sexo, drogas, la risa, dormir libre de responsabilidades al día siguiente, concretar con tu jefe una subida de sueldo o pasar tiempo dedicándonos tiempo. ¿Qué nos diferencia a unos de los otros, a ti de aquel gilipollas que, sin dejar de ser un completo idiota a tus ojos, busca exactamente lo mismo que tú? Las formas.

Los habemos de todo tipo, listos, tontos, educados, mal formados, sutiles, directos, vergonzosos, sin sentido del rídiculo, genorosos, avariciosos, ladrones, ladrones de sentimientos.... La lista es interminable, los motivos por los que nos diferenciamos tanto, también. Tal vez tu padre no te dio ese titánico azote en el culo que a día de hoy aún escuece cuando vas a posar tu culo deseando relajarte. Tal vez la chica que debió decirte que no, por tu propio bien, te dejó comer perdices con ella durante un tiempo, el suficiente para que a ti te dejase de interesar y el mal trago, necesario, de sentir el abandono se te hizo mucho más llevadero. Lo siento, mis condolencias.

Es que si el azote mental, la hostia emocional o el ojo maquillado con la sombra de un buen puñetazo no te han llegado todavía, están haciendo cola a la salida para pillarte todas de a una. Y si no, ay si no, lo mal que lo vas a pasar. O no, bueno, lo van a pasar mal los demás. Tú, en tu completa ignoracia vas a pasar, vas a sudar pollas, te va a dar igual. No te va a importar, porque no te vas a fijar en que todos a tu alrededor te miran de aquella manera, que te enfocan con una mirada que no habla lo que tu interpretas, que simplemente dice: menudo gilipollas.

Que en un principio, si no te enteras, te debería dar igual. A estas alturas no sé si avisarte si quiera, quizá prefieras vivir en ese lugar que existe en tu cabeza, donde las cosas malas no solo no pasan si no que ni siquiera son malas.

Por haber, los habemos tontos felices y listos que se lamentan de la ciega ilusión del que no llega al mínimo nivel intelectual. Está mal expresado, no hablo del CI, hablo de inteligencia emocional. Hablo de las ganas que tengo de soltarte una buena hostia en plena cara para que lo veas todo bien, para que veas lo que yo veo, para que dejes de reír en Villa Ignorancia y me acompañes en el baño de lágrimas que descubrí hace tiempo en la calle Realidad.
Hablo de eso y del regusto final que me dejaría el picor en la palma de la mano tras estamparte mi gratitud con todas mis fuerzas in your face. Que te lo digo en español o en el idioma que quieras, pero despierta de una puta vez. Que a la gente no le gustas, que nadie te quiere ver más allá de la primera vez.

Que no quiero tener que desarmarte desde mi depresión natural, no quiero tener que ser el depredador de la palabra que la genética, las llantinas o el azote de mi padre me llevaron a ser.

En el fondo, quizá demasiado como para jamás llegarlo a reconocer, me das envidia. Si, cabrón, me das envidia pero no eres lo que me gustaría llegar a ser. Es tarde para plantearse cómo sería si no supiese lo que soy, cuántas veces al día reiría si no viese las dos caras de la moneda. Es tarde para soñar con ser feliz cuando he descubierto el placer de llorar.

No me entiendes, sé que te suena a chino desde el español en que te hablo, y por eso, en mi situación, siento lástima por ti cuando te alegras de no comprender una sola de las cuatro sílabas que salen por mi boca: Eres tonto.

Al final del cuento parece que los listos pierden, que los que entienden, al comprenderlo, se lamentan.
Al final del cuento parece que los tontos ganan, que no entienden y se jactan.

Al final del cuento parece que los que pierden ganan y que los que ganan, bueno, esos ni se enteran.

martes, 18 de agosto de 2015

Sed generosos con el escritor

Sentir, sentir lo que sea. rabia, confianza, ansiedad, euforia, amor, sentir la desesperación acariciar tus mejillas al despertar.

Son tiempos extraños, los acontecimientos suceden con más velocidad de la que soy capaz de procesar y las emociones se agolpan unas sobre otras superponiéndose todas en un tornado tan loco como aterrador. Un tornado de cálida indecisión, de vida al son.

Estamos al borde del cataclismo y me he sentado en la última piedra del acantilado a fumarme un cigarro. Las gafas me protegen de los últimos rayos del sol, mi piel no es blindaje para las cosas que siento, no es suficiente para contener los latidos de mi corazón. Taquicardia en mi habitación, respiración irregular en lo alto de tu balcón, la alcoba del auténtico amor.

No soy capaz de encontrarle demasiado sentido a nada y, sin embargo, te encuentro sentido a ti, sentido que vuela alto para un jugador de ligas menores como yo. Cosas, cosas y rock and roll.

La solución podría estar en crecer unos cuantos centímetros, la solución podría ser despertar con tu cuerpo danzando entre mis sábanas, entre mis brazos, la solución a las inmensas dimensiones que mi cama parece haber adquirido en la última noche.

Y todavía no sé muy bien como reaccionar ante el rompecabezas en el que se ha descompuesto mi vida. Los amaneceres que me ven volver a casa cansado, el atardecer levantándome de la cama, de vuelta a la acción. Los últimos coletazos de una vida que se descompone en fragmentos de esto y aquello, abrazos y besos, lágrimas y sexo.

Aún tengo que decidir si estoy bien o mal, si pido ayuda o perdón. Dudando sigo danzando en lo oscuro de mi cabeza, en el entresijo de dudas y apariencias que me impiden disfrutar de la vida a pleno pulmón.

Sed generosos con un servidor, con el escritor empedernido, con su asfixia en un mar de coños, con la sonrisa que viste y gasta con ese ácido humor. Porque dentro, en su interior (no más bello que el de cualquier otro) las piedras se derriten y la lluvia se precipita hasta inundar las calles.

Sed generosos con el escritor, que por palabra que escribe sangra un poco más su corazón.

lunes, 17 de agosto de 2015

Si tu quisieras

Si yo quisiera, si tú quisieras, si nosotros quisiéramos, podríamos estar juntos.
Juntos quiero decir si yo quiero y tú quisieras.
Juntos toda la vida o no, juntos en este mismo momento, juntos justo ahora.
Si quisieramnos, queriendo yo y tú si lo hicieras,
podríamos estar juntos sin dejar de quererlo.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...