domingo, 30 de noviembre de 2014

Diario de Vien. Primera entrada.

El cielo estaba como hoy, amenazando con dejar escapar la luz entre las nubes. Meras amenazas, no iba a hacerlo. Ella si le echó cojones. Se marchó horas después de matar a nuestro hijo.
No la guardo especial rencor, jamás había podido mirarle a los ojos y explicarle que el mundo es enteramente negro.
No es que no destruyese mi vida entera, me despojó de la esperanza de tener esperanza, ilusiones y una vida plena, me robó la posibilidad de leerles a ambos la caja de cereales cada mañana. Tampoco hace falta hacer leña del árbol caído, era la mujer de mi vida y me dejó húmedo y vagabundo en un callejón cualquiera, fuera del alcance de la gran mayoría. Antes era rico, ahora solo tenía dinero.

El cielo ha dejado al sol acariciar mi hombro en la justa medida y se ha retirado de nuevo allá arriba.

¿Debería reconfortarme la idea de saber a ciencia cierta que Dios siente lástima por mi? ¿Que al mismo diablo se le ha escapado una lágrima de azufre en su trono de lujuria y perdición?

Cuando salgo a caminar hasta los ladrillos me gritan que no mire atrás.

Ya saben por qué me visto siempre de negro. Me dan el pésame y yo entierro sus palabras. No creo a nadie, no me fío del rostro en el espejo ni de la música que dice empezará a sonar. Solo me quedan la ceniza y los muros donde han quedado sepultados aquellos orgasmos que antes me regalaba.

Paseo mis dedos por el cerco dorado de la oveja descarriada, me trasquiló la casa, el coche, la puta vida.

Aún guardo tras los párpados la escena con la maleta y la nota de confesión que descuartizó nuestras vidas y a nuestro hijo nonato.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Seguridad vial

Veo al hijo de puta esperándome, se enciende un cigarro y se sienta en el capó del coche. Le hago un repulsivo gesto con desprecio y me siento tras el volante. Giro el contacto y espero hasta que el tipo se sienta a mi lado. Es un pésimo copiloto, las indicaciones llegan tarde, su compañía me desanima, tengo ganas de vomitar.
Conduzco porque no sé que otra cosa hacer. Y me evado. Me voy.
Se quita el sombrero y me comenta, altivo, que la estoy volviendo a joder. Qué bien se me da escuchar, que bien, que bien.
Pero qué quiere que le diga, maldito cabrón. Se enciende otro cigarro y me hace pisar más a fondo.
"He conocido a alguien, ayer, mientras dormía" , se ríe. A mi no me hace tanta gracia.
El humo se nos mete por los ojos, por la boca, el humo se mete en mis entrañas. Me recrimina que me olvido de él, tengo cosas más importantes que hacer, Se quita el sombrero otra vez, no le ha sentado bien.
"Era preciosa, clavó sus pies en mi espalda y me sonreía como si de verdad supiese quién soy". Dice que vivo hace tiempo, que todo lo veo sepia. Quizá voy demasiado deprisa cuando intento derribar la farola.
Hace rato que no le veo, quizá siga dentro del coche, estoy demasiado cómodo intentando dejar un ángel de asfalto en la carretera.
"No hay tanta diferencia, a día de hoy, los árboles siguen donde estaban, el cielo justo ahí arriba, el mismo pálido nudo estrangulando mi cuerpo etéreo".
Dice que me he olvidado de escribirle, que sigue sentado en la página en blanco. Le muestro el esplendor de uno de mis dedos, jamás al azar, y apago la colilla en el lago tinto que humedece mi pelo.
Puedo verla, tumbada a mi lado, reposando a la orilla del mar de vida que he vertido sobre el cemento.
"Me está sonriendo, tú lo estás viendo también, ¿verdad? ¿Lo ves?"
Se aleja caminando y lo que más me duele es la respuesta. Intento no cerrar los ojos para hacerla permanecer a mi lado, que se quede, que se joda, hasta que no me muera ninguno de los dos se levanta del suelo.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...