martes, 5 de diciembre de 2017

En casa

Ven y siéntate un rato con tu abuelo en la mesa. La hora del café es de verdad, existe, no es una excusa cualquiera.

Y antes de sentarte tráeme una rodaja de melón, date prisa, quiero poder saborear su azúcar antes de que todo esto se derrita como acuarela aguada y abra los ojos. Quiero escuchar al hombre del tiempo sin novedades repitiendo sol y calor, sol y calor, como hizo ayer y como hará mañana.

Sube el volumen de la televisión. Si le das una oportunidad, la  película de esta tarde te gustará. Se que los argumentos de estas obras son siempre el mismo, creo que por eso son tan importantes. Dejas de prestar atención a la historia y te sumerges en sus bosques, en sus casas perfectas, en sus malas actuaciones y en el lago junto a la casa donde siempre sucede lo mismo.

Podría contar los pedazos en los que rompo las hojas caducas del suelo.

Quiero pensar que vivo en este recuerdo que se esfuma, se eleva y disuelve en mi cerebro como una invención, la de un viejo aburrido que habita en las callejuelas más recónditas de sus sinapsis.

No sé como huele el azafrán pero lo recuerdo como si lo tuviera delante.

Siéntate hijo y acércame el cenicero. No voy a molestarte, no quiero hablar, solo mirar por la misma ventana de siempre y ver transformarse el más soleado de los días en la tormenta perfecta. 

Perfecta
por nosotros
y la lluvia que nos envuelve.

Y que lo haga sin avisar, con la sola advertencia de un olor fantástico que atraviesa ventanas y paredes.

Sentarnos,
tumbarnos en la terraza,
y esforzarme por escuchar las palabras que dijiste mientras las estrellas,
ellas
y nosotros
y ahora tú, 
brillamos en el cielo.

Tranquilo pequeño, todo esto ya ha pasado. Sigue vivo dentro de ti y permanecerá en el universo mucho tiempo después de que hayas desaparecido. Y volveremos a ver esa película, una y otra y otra vez mientras te comes un helado o un chocolate caliente, mientras el ventilador nos tape la televisión o la chimenea nos dé calor.

Acércame tu mano ahora que me ves cuando cierras los ojos. Coge fuerza, te queda todo por hacer y pude ver en ti desde el primer momento que conseguirías todo aquello que te propusieras. Todo lo que siempre soñaste ser.

No te pongas nervioso, puedes jugar un rato en el suelo, tranquilo hijo, tranquilo. 

Puedes jugar un rato conmigo. Podemos intentar recordarnos hasta que me desvanezca con una sonrisa y mi corazón latiendo dentro del tuyo.

Te quiero. No llores, estás en casa.


Eclipse

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