domingo, 10 de septiembre de 2017

G de Gómez está escribiendo

Querido amigo, llevas toda una vida despierto. Quizá no todo el tiempo fuiste tú mismo, quizá entraste en contacto con los densos humos de tus monstruos más profundos pero llevas toda una vida despierto. 

Parece que recientemente has encontrado una nueva forma de abrir tus puertas y tus ventanas. 

Parece que ya no eres propiedad privada, parece que has autorizado el acceso, que has habilitado el paso, abierto el flujo. 

Has desbloqueado el acceso.

Has entrado en algo nuevo y me sorprende. No que lo hayas hecho, creo que estabas tardando, que tenía que pasar aunque nada tenga jamás que hacerlo. Lo que no sé, ni tampoco dejo de hacerlo, es si te has dado cuenta.

Dónde te has metido. Qué estás haciendo. Escribir.

Llevo un tiempo en esto, me gustaría explicarte sin saber, solo sintiendo, dónde te estás metiendo.

Esto es el final de tu vida y el principio de tu biografía. Es la última vez que lo cuentas y la primera que lo escribes. Es buscarte en tu refranero y encontrarte a por uvas corriendo tras un verso. Es desnudar tus complejos y vestirlos para la pasarela de la Hoja en Blanco. Es revivir tus espejismos, tus faunas, tus faenas, tus más y tus menos y dejarlos todos locos perdidos y en fila india en una rueda de reconocimiento. Es bautizarlos por capítulos y sentirte preso de una hiena a la que llaman inspiración y que, por fases, se desternillará de risa huyendo entre tus pensamientos. Es jugar al Quidditch con el teclado entre los genitales, volando entre adjetivos, pronombres y adverbios para ganar el partido al final, en la metáfora de descuento. Es echarle huevos a pisar, descalzo, cristales al rojo vivo y uvas, al mismo tiempo. Es desnudar a la mujer que amas y casarte con la que no para saber si al final de la historia los hijos son guapos con alguna de las dos. Es afinar, entonar y entonarte con tonterías que se convierten en dramas griegos. Es puntería y saber disparar, literariamente, al centro. Es hacer arte hasta hartarte sabiéndote atado de pies y manos hasta el punto y final, hasta que acabes, y eso solo si no has de volver a empezar. Es dejar de llamarla cariño y nombrarla musa de todos tus cuentos.

¿Que qué es escribir? Me preguntas sin hacerlo...

Escribir es hacer saber a tus colegas que 'yo no soy un chapas, yo soy el narrador de todo esto que cuento'.

Es, sin querer hacerlo, charlar con Poe, Becquer y Quevedo. Ver gigantes y no molinos al viento. Detenerse por miedo ante un gato negro. Recordar el rostro de tu padre. Beberse las cervezas con sabor a realismo sucio. No intentarlo. Rimarte las asperezas. Hablar el idioma de los dioses. Escupir caligrafía a fuego. Parafrasear menciones de honor. Llamar al rojo sangre y al negro conocimiento descubriendo la nieve en el blanco y en el azul a todos ellos. Vestirte de adjetivos casual y peinarte con el último de aquellos, los suyos y los nuestros, los que tenemos. Cautivar sin pretender hacerlo. Construir relatos y ejercer contratos como arquitectos de poesía, técnicos silábicos, siseantes parlantes mudos en profundo silencio.

El silencio de la concentración, de la debacle de la intención de inspiración al ritmo de un solo tambor que es tu mano sobre la mesa marcando el compás del bolígrafo sobre el folio a punto de estallar en sentimiento.

Escríbeme, amigo, hasta dejarme sin aliento.




Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...