miércoles, 20 de febrero de 2013

Perdóneme padre, porque he pecado.

Mierda. Puta mierda. La sociedad y yo nos vamos a la mierda de la mano. De unos días a ésta parte he podido darme cuenta, la gente se está volviendo loca. La hostia, ¿había antes cordura en éste mar de aguas fecales?
Para muchos de ellos todo ésto es nuevo, no para mi. Llevo décadas mensuales pisando el mismo fango de adoquines. Hoy hasta el Papa grita por dentro, consumido, como todos nosotros, por la incertidumbre que nos da y nos arrebata la vida. "¡Hijos de puta, nos están tirando piedras!"

A la persona de a pie se le han abierto los poros. Ni el cielo se decide a enfocar con más o menos claridad el infierno que cubre de celeste y algodón. Nos está dando un toque en el hombro, uno de esos hirientes y eléctricos toquecitos con el dedo. Se me hinchan las pelotas en el laberinto que habito.

Música, letras, colonia sobre la mesa. Mis memorias circuncidadas se deshacen bajo sábanas ilegales. 
El aquí presente se las gasta de indiferente en esa fiesta, en aquel concierto, en aquella situación inesperada que me pone duros los pezones... pero siempre, por algún motivo tan atractivo como nauseabundo, tengo sus pecas rondando por mi materia gris.

martes, 19 de febrero de 2013

Carta del 16 de julio

Complicado. La palabra que define la relación en todo su esplendor. Te contaré un secreto, todo esto, lo elegí yo. Dicen que antes de nacer, allá en alguna dimensión, todos elegimos como será nuestra vida. Elegimos los momentos importantes, también los malos, esos son los más importantes. De esos aprendemos, esos nos sirven para ser mejores almas o lo que seamos en realidad.
Yo elegí no estar desde el principio contigo. Tal vez tampoco al final. Quizá nunca lo llegue a estar más de un par de minutos en realidad.Pero ya me conoces, soy un melancólico y un sufridor. Es razonable, conociéndome  que buscase para mi vida dramas tan complejos como éste donde, por supuesto, me quedo solo y mirando a la luna en algún funesto lugar.
No pienses que valgo la pena como poeta., tengo más corazón que careta: soy un romántico. Y temo decirte que tal vez ni siquiera te quiero. Creo que puedo estar enamorado de la idea del amor.Te digo esto enfrascado en un aroma a antimosquitos que me intoxica casi tanto como el pesar de tu voz. Me temo que hablando no soy tan claro como me gustaría. Me temo que aún tengo miedo, por mis fracasos y sobretodo por mis alegrías, de que si te digo las cosas como son saldrás corriendo despavorida.
Pero si algo me han enseñado mis cortos e inmaduros años en este mundillo de personajes y escenarios, es que el que la sigue, la consigue.Tengo miedo de que algo importe demasiado como para dejarlo jamás marchar. Sabía que quería algo importante pero no pensé que llegaría a esto, compañera.
Lo que menos me gusta cuando miro al exterior y contemplo mi reflejo en la ventana es el aura de tinta que rodea mi figura. No peleas junto a mí contra el insomnio que no me deja dormir. Estás sola y asustada. Tal vez estés llorando. Suerte que eres rubia, eso siempre ayuda (con esto se despista hasta el más artista, por si quién investiga llega hasta la presente, metiéndose en terrenos fangosos con aires de pesimista).
Espero que todos los caminos conduzcan a tenerte. Nada más claro, nada más inerte. Sería divertido y muy, muy diferente. Una sonrisa que conquista naciones, unas ideas que acaban con las comparaciones.Todavía no adivino cómo no extienden una alfombra roja a tus pies por donde pisas, princesa, porque tienes más de otro mundo que de éste en el todo empieza. 
Tu vida y tu muerte, el funeral y quererte.Nunca fue distinto, y si no recuerdo las etapas de muerte, bien recuerdo cuando con un mensaje pedías verme.Cariño, siento que estoy perdiendo el norte. ¡Que la cabeza se va de viaje sin ni siquiera decirme a dónde!

Quiero que me entiendas para poder protegerme. Porque te debo tanto.

Cuando te daba la espalda, tú me la guardabas. Me cuidabas. Y la peor parte es no poder complacerte porque la vida no quiere que el mundo sea alegre.¿Y quién te dice que en un par de años y durante tan solo tres asaltos tú y yo le daremos la espalda al mundo y podré reirme sin entenderme? Estarás tú para hacerlo por mí. O no. Porque las historias tienen finales felices y deprimentes, pero olvido el comienzo de tanto en tanto. Y es que en esta historia tú eres la princesa y yo, solo un plebeyo con aires de grandeza.

sábado, 9 de febrero de 2013

Llamarada

Escucha la rutinaria vibración de los engranajes al detener el coche junto al árbol. Apaga el motor y baja del coche.
Es de noche y lo espeso del olivar oculta bajo las estrellas al caballo de metal que lo ha llevado hasta allí. Sin  conocer el camino, guiado por un haz de luz que surca el cielo sobre las hojas de los árboles, camina asustado. No teme el daño físico. Le asusta la verdad que en unos segundos le será revelada.

En el horizonte temprano, una estructura de dos pisos, rodeada por los árboles y el césped, se yergue imponente. El hombre puede ver, apoyado en un olivo, la ventana en la segunda planta de la cabaña donde nace la estrella de belén que le ha guiado.

Infortunio para él, ha llegado a tiempo para presenciar un nacimiento. No se siente mago, no se siente rey. Trepa, ensordecido por los latidos de su corazón, el olivo más alto que encuentra a su alrededor.

Desde las sombras, sobre la madera, recoge la imagen de dos sombras que bailan sin ropa sobre la cama que existe. El hombre en el árbol reconoce las figuras. Un blues muerto penetra en sus oídos y toca la caja de cerillas por encima del pantalón.

Desciende sin cuidado del árbol y emprende el camino de vuelta.

Camina, con sonrisas y carcajadas, entre el fuego del olivar.


viernes, 1 de febrero de 2013

Algunos nacen porque tienen que nacer.

Ni la lluvia aquí diluye mis pensamientos. Voy a juego con la noche y el olor a cigarrillos anula mis sentidos.
El letrero parpadea en un intento por no quedarse de piedra. Bajo el porche me refugio de la peor tormenta que he visto en años.
Mi coche, aparcado a tres metros, se tornaba imposible de distinguir bajo el manto acuático que trataba de acabar con la humanidad. Una figura aparece de la nada con un periódico sobre la cabeza corriendo como alma que lleva al diablo hacia el interior del bar. Durante unos segundos clavo mis ojos en el opaco horizonte casi seguro de poder contemplar a Moisés abriéndose paso bajo las aguas torrenciales.

Mi gabardina está calada y pesa como una capa de hierro sobre mi calavera. El cigarro casi vomita ceniza acuosa mientras me quemo los dedos. "A la mierda".

Acaricio con la palma de la mano el bulto que porto en la cintura para asegurarme de que el agua solo se ha llevado la visión de mis anhelos. "Cielos rosados y columpios en la parte trasera de mi casa-jardín".

Empujo la puerta como Clint Eastwood y entro al local una vez más. No más de diez borrachos y un par de personas. Once borrachos ésta noche.
Algunas personas nacen para mentir frente a un público, otras nacen para vivir entre números y papeles, las hay que expresan sus sentimientos y pagan la renta con ello. Como yo, unos pocos nacemos pensando cuál será el color de nuestra quinta extremidad. ¿Será tal vez un revólver?

Una bola de billar surca el aliento alcohólico del local ante mis narices. Hasta las paredes aquí parecen haber sido aderezadas con whisky de malta.

El dolor de cabeza se ha ido y allí me hacen compañía el barman y un par de vasos medio vacíos. Todos han preferido salir a morir que aguantar allí una hora más.

- No sueles beber ¿cierto?- se jacta de mí al otro lado de la barra con sus gafas y su calva de media pulgada.

- Cierto. ¿Tanto se me nota?

- Todo depende...- me dice mientras se agacha tras la barra- de la atención que pongas a los detalles. - termina levantándose y apoyando los dos cañones de la escopeta sobre el vaso que aún no había terminado.

Un día te levantas despistado y te matan.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...