sábado, 9 de febrero de 2013

Llamarada

Escucha la rutinaria vibración de los engranajes al detener el coche junto al árbol. Apaga el motor y baja del coche.
Es de noche y lo espeso del olivar oculta bajo las estrellas al caballo de metal que lo ha llevado hasta allí. Sin  conocer el camino, guiado por un haz de luz que surca el cielo sobre las hojas de los árboles, camina asustado. No teme el daño físico. Le asusta la verdad que en unos segundos le será revelada.

En el horizonte temprano, una estructura de dos pisos, rodeada por los árboles y el césped, se yergue imponente. El hombre puede ver, apoyado en un olivo, la ventana en la segunda planta de la cabaña donde nace la estrella de belén que le ha guiado.

Infortunio para él, ha llegado a tiempo para presenciar un nacimiento. No se siente mago, no se siente rey. Trepa, ensordecido por los latidos de su corazón, el olivo más alto que encuentra a su alrededor.

Desde las sombras, sobre la madera, recoge la imagen de dos sombras que bailan sin ropa sobre la cama que existe. El hombre en el árbol reconoce las figuras. Un blues muerto penetra en sus oídos y toca la caja de cerillas por encima del pantalón.

Desciende sin cuidado del árbol y emprende el camino de vuelta.

Camina, con sonrisas y carcajadas, entre el fuego del olivar.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...