miércoles, 5 de diciembre de 2018

¡Que vuelva cinco veces y a mamarla la sexta!

Me pisa la cabeza con tacones altos y medias de rejilla puestas en la cabeza. Me atraca con luces de navidad y la nariz de un reno que me brilla el pecho por dentro.

¡Que vuelva, que vuelva!

Que vuelva cuando el sol se acobarde y las murallas del imperio que tengo entre ceja y ceja caigan presas del pánico de no volver a verla.

Joder, ¡que vuelva! Tengo frío en las puertas.

El reloj hace tic y tac y mis deudas crecen compuestas. Me amedranta la ideología que nos veta a ventanas abiertas. Y una rosa en lo alto del castillo que creé en el guiso de una duermevela me pregunta si quiero bailar con ella.

¡Que vuelva! ¡Que lo haga de dentro hacia fuera!

Que no me compre barcos que mis pies no puedan pisar ni faros donde no podamos follar.

¡Que lo entienda! Si el deseo se puede pedir una vez la viuda se vista de verde y la mona se vista de puta, yo me quedo.

Que no queme los libros que me acarician la espalda cuando no puedo dormir y el vampiro se hace un nido en el techo de mi habitación. Tengo una bodega de sangre en los capilares de mi bodega.

No me rompas el ritmo de la botella y la cara enferma.

¡Que vuelva!

Y si lo hace que nazca calva y con polvo de estrellas en esas mejillas donde tantos picnics he soñado.
En esa tierra baldía trabajada con azada y peine rompe-penas que no mata monstruos pero doma bestias.

Dejadme salir, salir fuera y contemplar los campos donde se respira bien y se arquea la espalda mejor.
Dejadme galopar directo hacia la batalla de los cien hombres que fueron infieles y creyeron que un perdóname cariño les ataría los cordones.

¡Que se quede quieta, con las manos en alto, no se mueva!

Apaguen las luces, reembolsen el precio íntegro de las entradas, el espectáculo se ha acabado.

¿A que da pena? Pues a tomar por culo, cierren telón y los estáticos gilipollas fuera.

Echando hostias, que quema.





Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...