martes, 17 de mayo de 2016

Si la vida tuviera un rostro ¿cómo sería?

Si la vida tuviera un rostro ¿cómo sería?

Hoy es café,
mañana no sé qué podría ser,
tinta, sangre, humo, alcohol,
un buen trago de sudor,
tu boca sobre la mía,
mi respiración asqueada de
tu aliento con resaca por
mi alcohol en vena, en arteria o arteriola si
tu dolor me hace matar neuronas en
mi vaso, botella o barril, comprado con
tu sonrisa, dinero o moneda, por
mi pobreza,
mi desaliento,
mi cartera vacía,
mi sucia avaricia,
mi cara de muerto.


En las dos décadas que llevo caminando por aquí, por nuestras calles, bajo el mismo cielo cambiante, sobre las aceras y las calles y los parques y los corazones rotos y los rostros sangrantes, las mismas farolas, los mismos árboles... en las dos décadas que llevo intentando correr mientras camino torpemente, suplicando por una muleta, por un hombro sobre el que apoyarme, creo haberlo visto todo y sé que no he visto nada.

Me he desplazado de conversación en conversación, semana a semana, mes a mes, beso a beso. las lágrimas me han acompañado ininterrumpidamente formando un caudal lo suficientemente triste, lo suficientemente caudaloso como para descender en la vida a canoa, el color del agua ha cambiado, ha sido blanco, ha sido rojo, ha sido negro. Y las voces han cambiado también, altas y bajas, chrirriantes y melódicas.

Siempre cuesta, cuesta arriba y cuesta trabajo encauzar los actos, las motivaciones, los deseos. Me cuesta tanto encauzar las palabras como entender lo que me dicen, lo que escucho y entiendo a medias siempre. ¿Cómo entender lo que me estás llorando, cariño, si en mi cabeza las letras bailan salvajemente al ritmo de una danza frenética y satánica cambiando constantemente de pareja?

Se me caen los dogmas, las imposiciones, los pretéritos se me resbalan, se me queman las posesiones, SE ME ARRANCAN GRITANDO LAS ORDENES, se me resbalan los susurros en cursiva de tus labios entre el martillo, el yunque y el estribo de mi corazón.

No entiendo el orden de los sucesos que nos suceden, me quema la aleatoriedad con que parece golpear la vida, me parece imposible esquivar, evitar, esconderme. Me parece imposible no encontrarme huyendo a mi cama o al polo norte. Me parece lo que me parece, y quién soy yo para dudar de mi propia duda, de yo como un ente perdido, desorganizado, ebrio para respirar, sobrio para beber.

La vida me quema la garganta, me pesa sobre los hombros sonando como en un concierto donde las vibraciones remueven toda la casquería que llevas dentro, desde el hígado hasta los sentimientos.

Ni tan siquiera cuando me rindo tiro la toalla, tengo un por qué. Es un secreto a voces. Te amo. Amo este vórtice estúpido y sin sentido que un día te sostiene sobre las nubes, cogido por las axilas, enseñándote al niño que huye de las bombas países más allá, a la pareja de enfrente follando frenéticamente sobre el mueble de la tele, al hombre que camina por la calle y jamás hace nada que no sea andar por la calle. Al hombre que no se detiene. Al hombre que sabe que es hombre y al asumir las consecuencias asume el fuego que lo devorará por dentro y al cubo de agua que le regenerará las entrañas.

Amo la vida porque me mata mientras estoy vivo, hasta que termine acabando conmigo, para siempre, para nunca más disfrutar lo que me jode mientras respiro.




Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...