jueves, 30 de julio de 2015

Suframos, pero hagámoslo bien

Desde hace relativamente poco el planeta y las vidas que me importan parecen encontrarse en un punto de inflexión. Y digo parecen porque no me atrevo a condenar las cabezas de los demás. No estoy hablando de la crisis económica ni educacional, no hablo de la casta política ni de la clase social. Hablo de mis amigos. De la crisis de los veintitantos, de la vida, del parece que la cosa se complica.

Y es que hace cinco minutos habría jurado soltar la pala en el parque lamentando tener que estudiar un par de temas de Conocimiento del medio. Cuando he querido darme cuenta la barba me tapaba la cara haciéndome un gran favor, tenía las llaves del coche en el bolsillo y un tremendo dolor de cabeza. Hablo, ni más ni menos, que de ayer.

No acostumbro a ser tan conciso a la hora de escribir, voy a intentar no cagarla más de lo que os tengo acostumbrados.

Como iba diciendo, la cosa se va complicando. Cada vez resulta MÁS difícil despedirnos los unos de los otros, los cargos de conciencia pesan MÁS, las confesiones se hacen con MÁS miedo que vergüenza y la nostalgia se nos atraganta con MÁS frecuencia que antes. Todo lo malo es MÁS y lo bueno parece tan efímero que no da tiempo a sentarse a saborearlo.

No estoy pidiendo absolución ni rogando una mierda. Estoy plantándome ante la tesitosa dificultad del problema, me rasco los huevos ante el dolor de cabeza que nos ha estado acechando.

Estoy hasta las pelotas del consuelo, del perdón, del arrepentimiento, de las lágrimas a largo plazo con una comisión de apertura tan desorbitada que da risa. El coste, chicos, no es tan alto. Y es que, como una buena hostia, el dolor es tan real e intenso como los rayos del sol en la costa. Nos estamos quemando.

Continuando con la alusión al verano, ahora me estoy pelando. Que no, que no me estoy masturbando, volvedlo a leer. Si, era eso, me estoy pelando como un leproso demasiado pijo para arrancarse algo más profundo que la primera capa de piel.

En este momento escuece, la dermis está roja y al tacto parece la armadura de cuero de un espadachín. Es solo momentáneo. Solo ahora, puede que mañana también. Llegará un momento en que las penas, como a mi la piel, se os comenzarán a caer. Se desprenderá de vuestras almas como cosa vieja que será y tras el picor, el vacío, las ganas de hacer algo más que llorar, volveréis a brillar bajo la luz del sol otra vez.

Es casi una ciencia exacta, os quemaréis más tarde, si, tocará otra vez. Y no hay absolutamente nada que podáis, que podamos hacer, para impedirlo.

No os estoy condenando, os estoy gritando. Estamos aquí. Somos nosotros y os queremos. Ese es el mensaje, espero haberlo comunicado bien.

No nos apetece sufrir y lo estamos haciendo. A mi, chicos, me apetece hacerlo riendo.

Se lo dedico a todos los que lo están pasando mal, a los que conozco desde hace años y a los que conozco desde hace una semana, a los que escuchan, a los que me gusta escuchar, con los que, en definitiva, se puede conversar.

Eclipse

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