viernes, 6 de marzo de 2015

Espejismo veraniego: la epopeya del final feliz y el hombre que no lo quería.

Salgo a la calle o vuelvo a casa y me inundan esas ganas de quedarme fuera y evitar los techos, las puertas y las ventanas. Arte abstracto en las calles, bombarderos de papel, leones de medio metro y señoras con cardados imposibles de hacer, curiosos de ver.

Parece que Jesucristo no es el único resucitado y el sol ilumina las calles que durante meses se reducían a sombras pálidas y siluetas difíciles de reconocer. El mundo está vivo y los buses ya no llegan tarde, no me hacen correr, si, se lo tengo que agradecer.

Míralos, míralas, en manga corta, en falda, en sonrisas y paseos. El buen humor y me llaman hija, los bulos entran mejor muy a mi pesar, los alcohólicos se marchan, las locas se enfadan y yo me encuentro donde siempre me quise ver. Y es que es complicado y aterrador esto de tenerte y poder empezar a escribir un final feliz. Y digo que es complicado porque no me gusta, porque mi pesadilla favorita me sigue rechazando cada noche cuando creo que ya no va a volver.

El rock sigue sonando como siempre y ya es demasiado tarde para mi, me he instalado en mi ecosistema de barro y lágrimas y cuando salgo fuera o duermo en el suelo o no duermo. Si las cosas me salen bien no estoy bien, golpéame con una zarza, ponme la corona y flagélame porque he olvidado querer poder y solo respiro bien si el humo amenaza con quemarme los pulmones.

Es de día toda la noche y las ganas de devolver arremeten. Escuece el sentirme bien y creo que le necesito otra vez, a mi abuelo, al que no existe, al que los gusanos se comieron ante ayer.

Y todavía veo el agosto sin piscina, la hora de silencio, las hojas secas, el último gesto de no te volveré a tener.

Esto se acaba señores, no más vueltas a la mesa para poner la cajonera recta, no más manchas de tiza en mis manos, no más peleas contra las ganas de dormir a cuarta hora. Y lo peor, nunca más a las risas que intentan no ser en el interior de la mochila, pérdidas y pérdidas cuando encuentro lo que siempre quise tener.

Niña bonita, mira que no puedo, que lo intento, que me cuesta más que hacerme uno de esos cardados, más que entender por qué lloran las guitarras, casi más que entender por qué la gente es alérgica a los intermitentes.

Salgo vagabundo a buscar algo lo suficientemente fuerte para destruirme, me quiero incinerar, y para ser feliz, en una casa de cristal, te pido que atentes contra mi integridad y nos hagas a los dos, juntos, explotar.

Un saludo a todos aquellos que creen poder oler ya la sal, las vacaciones están cerca pero vuestras vidas jamás cambiarán mientras sigáis vistiendo las gafas de sol que creéis os hacen estrellas de cine y no os empecéis a preocupar por dejar de estudiar y mirar, mirar lo que hay que mirar y nada más.

Que el sol esté con vosotros y que la mayor de las miserias os acompañe, felices de volveros a ver.

Gatos incandescentes, desacatos físicos, un placer.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...