viernes, 29 de junio de 2018

El diablo y sus escamas

Lo supe. Lo vi en el batir del vuelo infinito de sus pestañas, en la bañera de sangre tras sus pupilas de cartón piedra.

Era él.

Lo había olido en la energía cinética que escupían los vellos de su cuerpo contra la pared. Era el mal bajo una malla de piel robada, camuflado en una especie mamífera bendecida con el virus de la mentira y la costumbre de robar.

Recuerdo la pequeña vibración en el parqué bajo nuestros pies, las paredes amenazando con descorcharse y pensar que sus nudillos eran tierra batida y su mundo un desierto donde jamás la encontraríamos.

Una virgen de dibujos animados, colegio y padres presentes en su ausencia. Una niña. Una mujer con una niña muerta gritando atrapada en su laringe.

Una mentira atlética que corría más rápido que cualquier persona con una placa.

Recuerdo, de puta madre, el picor en mi cerebro queriendo decirme que lo tenía justo delante, riendo, jactando dolor en la realidad como si tuviera el mínimo derecho a hacerlo.

Violándonos a todos por cada vez que la había violado a ella.

En sus dientes de caimán el reflejo del cartel de se busca que habíamos pintado en las pupilas de la población.

Me sonrió expandiendo unos labios oscuros repletos de heridas. Dos puentes al trono del Fuego y la Eternidad, una lengua volcánica cubierta del pus de su naturaleza.

Lo estaba viendo y lo supe pero no lo sabía.

Interrumpió mi visión alguien que creyó que podía ayudar, reconducir mi camino hacia una pista que terminaría siendo nada.

Me despedí de él y pude escucharla dedicarme sus últimas palabras como si Sócrates la hubiese preparado para lo que nunca iba a dejar de vivir.

"Me has condenado".

Con los metros el rosa inundó la atmósfera y mis sentidos liberaron la tensión.

Lo tuve delante. La tuve meses después sobre mis brazos.

Rescaté la carcasa vacía de un ángel de dibujos animados y órganos hechos puré.

Algunas noches le veo tras el cristal de la botella, vistiendo una corona de espinas y escamas en llamas por piel.

A veces puedo oler su risa sin escucharla siquiera en una acuarela de color alcohol.

Para siempre.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...