martes, 10 de abril de 2018

A se(p)tiembre con mi vida

Un cuatro de nota final. Como método para demostrar haber aprendido, la repetición.

Leo el letrero al final del camino, a la vuelta de hoja del examen que me ha caído encima como un alud. Es como una biblia para ateos que repite en letra pequeña:

'Por aquí no'. Por aquí ni de coña. Terminarías antes si te sacases el peine del bolsillo y tratases de cortarte con el las venas.

Por aquí se vuelve a empezar.

Es el botón de Start, el que reinicia la partida, el que carga todos tus recuerdos y los dispone en bucle. Sería como susurrarle a todos tus demonios que quieres volver a jugar, que te apetece volver a intentarlo, con la cara roja y las sienes inflamadas.

'Déjame probarlo todo una última vez, caerme y destrozarme las rodillas mientras la busco con la mirada canina, con el hambre en los ojos del hombre que jamás ha probado bocado'.

Y salto el letrero apoyando una sola mano de forma elegante, si se me permite decirlo. Sé que no lo tengo claro pero, joder, no es como si alguna vez lo hubiera hecho. Solo lo hago para volver a aquellos primeros pasos donde el verano olía, me ensuciaba las manos con gusto y la diversión era ambas caras de la moneda.

Pasará rápido. Ya lo he vivido.

Tras unos cuantos baños, tardes de fatigas construidas desde la imaginación y ratos de sacar toda la punta posible al lápiz junto a la papelera la profesora me mandará sentarme.

Sentarme y empezar
a crecer
a enamorarme
a encontrar dentro de mi a un tipo melancólico con la capacidad de dramatizar una carrera de gotas de agua en la ventana del coche.

Esos serán mis deberes y juro que me llevaré tarea a casa.

La frustración se trasformará en un gigante de roca y el dolor en la espada de fuego que blandirá desde el momento en que me de cuenta. Que he vuelto a empezar, que las estrellas no brillarán por siempre y la paz se me escapará entre los dedos escupiéndome a la cara y gritando algo así como:

'Que te follen, bastardo. Espero no tener que volver a verte en un largo tiempo'.

Esa puta paloma blanca
y sus profecías autocumplidas
y sus interminables ganas de volar lejos de mi.

Y a pesar que me parecerá tortura y preguntaré por qué la existencia no respeta mis derechos humanos lo conseguiré. No palmarla por dentro. Aunque habrá algo de mi que se marche para no volver la mayor parte seguirá ahí, en continua mutación, aullando a la luna llena por las noches, escuchando Mecano, sintiéndome cambiar a un hombre cachorro con las orejas demasiado cortas y las garras creciendo hacia dentro.

Serán años que parecerán décadas y me retorceré en mi interior recordando 'por aquí no', el estúpido salto olímpico sobre el letrero y preguntándome por qué tuve que hacerlo, si tan lejos me quedaba la infancia que había olvidado lo rápido que pasa y lo mucho que permanece en la memoria. Tanto que podría volver a nacer y nada me sorprendería. Al final es mi película favorita, la estrenaron el día que nací y no me he perdido ni un solo fotograma.

Me escocerán las discotecas a las que iré por tratar de encajar, los rechazos de todas esas chicas que tenían algo mejor que hacer y los míos propios. Esos que son agua oxigenada vertida a espuertas en alma abierta y supurante.

Tantos debates frente al messenger sobre si yo soy parte del problema, de la solución o simplemente una ecuación toca pelotas con incógnita de imposible resolución.

Las agujas marcarán las cuatro de la tarde en el tiempo que me queda y la veré por primera vez. Y es la historia que tras varios pasodobles y un par de series termina en No pero No te negaré que eres especial.

Pasarán dos años y el reloj se tomará un par de copas, ni él ni yo sabremos que hora marcar en el bar en el que nos encontraremos. Para este momento ya me han querido, he querido, me han dejado y he huido.

Sienta fenomenal beber un trago de vino y encenderse un cigarro mientras mis amigos y yo contemplamos el vuelo de la paloma blanca en el interior del local, atrapada entre cuatro paredes y rehusando posarse, poner pies en tierra firme, darnos un poco de paz.

Ya no la necesito, para entonces me valdrá con momentos donde la música es más que sonido y cuento historias y me río de las de los demás con la certeza de estar atrapado en el presente durante todo un instante, terminable, finito, tanto como el borde de ese vestido de flores que me abrazó una tarde de verano con un poco de miedo y mucha vergüenza.

Me sé la canción. De cabo a rabo. Hasta el final. Hasta el letrero con letra pequeña preparado para los que abjuran en la plaza del pueblo de su propia comunión y de las ostias de pan. El vino es otro cantar.

Quizá vuelva a pulsar el botón, a repetirlo todo, a volver a start delante del espejo.

'Por aquí no'. O si, si les queda un tinto que no sea muy caro y alguna historia que contar.



Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...