martes, 23 de febrero de 2016

Bebiendo cemento

La razón del ser, el ser teniendo razón, sin pasarse, pero teniendo algo más de lo que cualquiera de nosotros pueda llegar a entender.

Un tanto contradictorio el hecho de que la razón pertenezca al ser y el ser, la mayor parte del tiempo, carezca de razón por completo. Le nace el imperativo, le sale de las entrañas: La Emoción.

Sigue impasible la pasión, sin cordura, sin ataduras, dejando todas las cuerdas detrás.

Silencio, un momento de duda, de desdén, y poco a poco, en el interior, los compases comienzan a sonar, una pequeña llama comienza a iluminar los entresijos entre los órganos y un escalofrío de ardiente lava te recorre de la cabeza hasta los pies, naciendo en el pecho, no muriendo en nunca.

Con cada latido cobra más y más vida, ardemos y el fuego nos calcina. Algunos dicen que son los nervios, yo digo que es la llama de la vida, la pasión del que respira, la intensidad que nos domina. Es la vida, la parte que se nos escapa por más raciocinio que el cuerpo nos pida, por más que el entender y el saber se sienten a conversar intentando resolver la ecuación de forma o no diferencial. Nos sabemos latentes y sangrantes, húmedos y penetrantes, nos regocijamos con el veneno que nos da placer.

Nos atragantamos intentando no dejar de comer, queremos más y no entendemos como hacer lo que de verdad queremos, dejar de querer, de ansiar, de necesitar, de apaciguar los temblores que nos hacen gritar cuando las cosas no salen bien, cuando el sueño parece lejano y no hay lucidez en él, cuando el amor nos susurra una lágrima de despedida y comienza a preocuparnos la levedad del ser, la fragilidad del yo, el yo qué sé.

Y volvemos a nacer otra vez, calmados, suscitados, irreverentes por ideologías, fanatismos y demás cárceles que nos emparedan, que nos ciegan, que nos nublan la sin razón que una vez razón quiso tener. Bebemos cemento con tal de demostrar que se puede hacer.

Y cuanto más aprendo menos creo saber, menos creo poder, en algún momento, saber. Y es que si nos ponemos, la pescadilla se quedará sin cola de tanto ir y volver, de tanto morder. De tanto querer poder comer.

Y es que si poder querer fuera, yo podría poder, pero sin razón, probablemente jamás lo llegaré a entender.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...