viernes, 16 de octubre de 2015

Mi conversación con Dios

Caminaba por inercia, me movía. El tráfico gritando, mis pisadas susurrando. Giré la esquina y me encontré con Dios. Estaba fumándose su último cigarro, solo.

-¿Dónde has estado? - le pregunté.

- Pregunta lo que quieras - me respondió sin fijarse en mi, con la mirada perdida.

Clavé la mirada en su cazadora de cuero negra, en el fornido cuerpo que la vestía, en su larga melena blanca a juego con la barba. Estaba apoyado contra la pared, un pie en el suelo, el otro flotando.

- ¿Existes?

Su respuesta fue una negación con la cabeza.

-¿Estás aquí?

- Claro, ¿acaso no me estás preguntando?

Me saco un par de cigarrillos y le ofrezco uno. Levanta la mano en la que sostiene el suyo, está servido. Sonrío.

- ¿Dónde estabas cuando más te necesitaba? - quiero saber. Quiero respuestas.

- Aquí.

- ¿Por qué no te he encontrado antes?

- ¿Me has buscado antes?

Su tono burlón me pone nervioso. Tiene una respuesta entre signos de interrogación para cada pregunta que le formulo.

- Te he necesitado antes.

- Yo a ti no.

Y me mira, me mira por primera vez en mi vida, me mira por primera vez desde que él es Él y yo soy yo.

- Pregúntame lo que tienes que preguntarme - me pide en un tono que suena más a orden celestial que a petición.

Sonrío una última vez.

- ¿Quieres preguntarme algo?

Asiente con la cabeza. Despega su pie y la espalda de la pared y se acerca a mi con una forma de caminar tan pura como el bien y el mal.

-¿Tienes un cigarro?










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