domingo, 11 de octubre de 2015

La gran verdad

Vida. La vida, mi vida. La mayor excusa, el mayor motivo, la gran realidad. Es mi vida, la vida, y no yo, quien me ha llevado a actuar así, a no actuar en aquel momento, a decidir no intentar dejar de mentir, a protegerme bajo las robustas corazas que he construido a lo largo de los años entorno a mi persona, frágil, honesta, repleta de bondad y sensibilidad, de amor.

Que quizá, gracias la vida, he percibido la gran mentira de la que había estado escapando. En ésta selva de metal, de ébano y marfil, de sangre y cristal, ya no soy el chico que solía ser, ya jamás seré el hombre que estaba destinado a ser. Eran otros los planes de futuro que tenía para mi.

He estado pensando, intentando dilucidar, que todo esto es tan solo el escudo que me resguarda de todo lo demás, que en el fondo la paz aún reina de forma democrática, que la felicidad sigue sentada paciente, en la sala de espera, aguardando su oportunidad. 
Que sigo siendo el que era, disfrazado de tormenta. 

Lo que era malo no se hacía, no se provocaba, no se consumía, no se probaba. Lo divertido solo tenía que ser eso y la sangre no formaba parte del plan, la lluvia solo en compañía de un baile, el sexo seguido de complicidad y un plan de futuro hecho en una conversación de una hora entre las sábanas.

Abro los ojos y todo está tan nublado que he olvidado que hacía tiempo llevaba gafas, que el karma castiga, que antes me importaba. He olvidado buscar en los ojos de quien me mira la posibilidad de formar una familia, son sus labios ahora los que me hacen desviar las pupilas. 

Los malos ratos ya no son tan malos y los buenos, lo peor. Que hace tiempo ya luché hasta el final, la batalla ha terminado, soy el superviviente del holocausto, el veterano de guerra que ha triunfado y ha quedado atrapado entre cuatro paredes con una bolsa de heroína, soy el músico que busca el do menor en el fondo de la botella, el escritor que encuentra la metáfora definitiva entre las piernas de una diva. 
El proscrito, el perseguido, el que huye sin razón buscando una para poder volver. El que ha aceptado su destino.

Soy aquel que se ha dado cuenta de que hace tiempo era el hombre que siempre quiso ser y que ahora, consciente, ha perdido la oportunidad para siempre. Que ya no nace, que no le importa, que ha encontrado el dulce tras la caída del sol, que ahora el solo de guitarra suena mejor, que mencionar el nombre de aquel gran amor suena a infancia, a tierra mojada, al recuerdo de algo mejor que jamás volverá. 

Una vez fui ese hombre, pienso mientras me busco en el reflejo del cristal del cuarto de baño de cualquier bar. Se me ha vuelto a escapar, me ha dejado tirado, me he dejado atrás. Rock n roll y mucha labia, sabiduría de calle, el fantasma de un gran corazón extirpado sin anestesia, sin tacto, sin miramientos, con mucho dolor. 

Me preparo como cada noche, hablo como cada madrugada, como cuando huyo lejos con el coche. 

No hay segunda oportunidad, me rindo ante la atronadora banda sonora que adorna cada momento de decadencia y caos.

Vamos a sonreír hasta que salga el sol.






Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...