miércoles, 22 de mayo de 2013

Dos minutos.

Cáncer. ¿Qué haces cuando ante tus ojos encuentras el bloque de ceniza perfecto? Un bloque sin sierras, sin máximos ni mínimos, sin grietas. No quieres tirarlo, lo has hecho a propósito, no deseas que se aleje un centímetro de ti., quieres poder agarrar su cintura, sus pechos, y decirle que todo ira bien por el simple hecho de que te pertenece. Aprovechas hasta el final, quemándote los labios. Tal vez te salgan llagas, no importa.

No bebes agua, no respiras aire que no haya sido previamente contaminado, porque sería faltar al respeto a todos tus principios. Te acercas por detrás, despacio, apartando mechones despuntados y madejas enredadas hasta desnudarla. El bloque perfecto.

Inhalas, respiras y cierras los ojos. La música se detiene........ . . . ahí está de nuevo, resurge como un eco repleto de matices. ¿Cómo se lo explicas? ¿cómo expresas cada uno de esos extraños, sucios e indeseados matices que te apuñalan una y otra vez? No puedes. Lo guardas bajo llave, tras tu corbata y tu traje y esperas. Esperas a que suceda, al zumbido, a la vibración.
Y poco a poco, gradualmente, una punzada crea ese escalofrío en lo más bajo de tu espalda. Sube acompañado de sensaciones que desconoces. Se produce la magia. La sientes, su intensidad, su dulzura y la confianza que viene con ella durante un rato. No importa cuanto tiempo haya pasado, se ha ido. La máquina del tiempo lo ha extinguido. No quedan rastros del incendio, ni una sola pizca que aprovechar.
Te acuestas una noche pensando que jamás volverá.

Con el tiempo te darás cuenta de lo que realmente importa en todo esto. Vuelve, siempre vuelve para después desaparecer dejando abierto el oscuro pozo del que saliste la noche anterior.


Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...