domingo, 9 de febrero de 2020

Mi Padre Nuestro

He ascendido en un destello al cielo en un instante de duda y estupefacción. Casi rezo, casi.

No vi nubes ni puertas doradas, nadie con majestuosas alas de plumaje blanco nieve. Nadie de rostro andrógino se dirigió a mi con la voz más melódica que hubiese escuchado nunca.

Nadie dijo mi nombre y me invitó a acercarme con un gesto agradable.

No sentí dios, ni tan siquiera a Él.

Ninguna cruz en el centro de la plaza.

Ninguna barba blanca abriendo camino al ser con todas las respuestas a mis preguntas.

"¿Por qué este sufrimiento color negro en mi alma?
 ¿Cómo encontrar satisfacción en la constante necesidad?
 ¿Voy a salvarme?
 ¿Me conoces?"

No otra voz además del eco de la mía emprendiendo camino de vuelta a casa.

Y no necesité más. No encontré ni falta que me hacía.

La respuesta era sí, la pregunta era yo.

Yo en compañía del contacto de otra piel. Sí.

Yo en sintonía con las ondas de la conversación que está teniendo lugar. Sí.

Yo siendo acariciado en martillo, yunque y estribo y esa caricia convirtiéndose en amor en el área Broca de mi órgano cerebral. Sí.

Yo tropezando con una situación y su contexto y recuperando el equilibrio en una mano firme que me quiere. Sí.

Yo desplazando el pasado momentáneamente para sustituirlo por un presente casi corpóreo. Sí, por favor.

Yo inquiriendo una señal y dándole un sentido a los dibujos en el cielo, a las palabras de un desconocido, al encuentro del amor, al dolor en el cigarro tras la traición, a las palabras de perdón naciendo de mi roto corazón. Sí.

Si, he ascendido al cielo en un instante de duda, certeza, estupefacción y entendimiento.

Casi rezo, pero al final entendí, la respuesta era él, ella, ellos, vosotros, nosotros, tú. Y la pregunta era por qué.

Mi Padre Nuestro

Por qué disfrazaría de paloma blanca
el cuervo negro del misterio,
el pájaro azul de la poesía,
el fénix en llamas de la pasión,
si encuentro fe en todos los colores juntos
brotando la verdad que soy
más allá de mis entrañas.





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