miércoles, 9 de octubre de 2019

Ocho de la tarde en el hipódromo

Mi corazón cabalga en segunda posición, las apuestas del hipódromo lo dan como juego seguro, es el favorito.

El barro me salpica la cara con cada trote, agarro las riendas con tal fuerza que he dejado de sentir las manos.

No voy a soltarme, no en la segunda vuelta. No si he llegado hasta aquí.

He de reconocer que hemos tardado en situarnos a la cabeza. Estuvimos lentos en la salida, el sol brillaba alto frente a mi cuando la explosión de pólvora marcó el momento en que las barreras bajaron y mis competidores gritaron al unísono para lanzarse con sus monturas hacia una victoria con parada final en el podio.

Creo que te vi en las gradas, pero no estoy seguro. Mi corazón arrancó y me metí en la carrera.

El último. Soy de perdedores, no de vencidos. O como lo digan.

El viento en mi cara me produjo vértigo. Nunca había visto pasar toda mi vida ante mis ojos como un mar de oleaje implacable. Un mar que te mantiene vivo con cada batida. Me acordé de todo sin pensar en nada y luché por alcanzar al último de los competidores con todas mis fuerzas.

No lo hice a lo bruto, no me desgañité, digamos. Medí distancias, calculé latidos, respiré el espacio entre ellos y nosotros, forjé una estrategia no meditada nacida de la experiencia paleolítica que me ha dado estar vivo y luchar.

Por el cambio, por el control, por permanecer en pie tras cada puerta cerrada.

Y los alcanzamos.

Y pasamos a uno de ellos, a otros dos de ellos, pasamos varios de ellos.

Eran ellos o nosotros. Fueron ellos. Ocho de ellos.

Cuarta posición.

Creo que vi más caras en las gradas. Algunas sobre las espaldas de mis tres oponentes incluso. Y recordé el rostro que nunca debí olvidar, tal como me recomendó un viejo pistolero.

Tercera posición.

Los vi a todos ellos.

Segunda posición.

Los estoy oyendo. El barro me salpica la cara con cada trote, agarro las riendas con tal fuerza que he dejado de sentir las manos.

No voy a soltarme, no en la segunda vuelta. No si he llegado hasta aquí. No si estáis vosotros.

Suben las pulsaciones de mi corazón y me pego a él con fuerza, agachando la cabeza.

No si estáis vosotros. Y una mierda.

Somos una bala, mi casco tiembla sobre mi cabeza. La gente se levanta de sus asientos, puedo verlo.

Estamos hundiendo el suelo. Juro que parece que vamos a salir volando.

Una mancha a mi derecha, tenemos al rival al lado.

Grito y me desangro por dentro.

Y una mierda.

Primera posición.

Pasamos la meta en un destello de luz y el frenazo es tan brusco que estoy a punto de caer al suelo.

Descabalgo y pongo los pies sobre el suelo. Hombres a mi alrededor tiran de mi indicándome el camino. Los acompaño, fatigado, voy con ellos. Me tiemblan las piernas pero subo al podio como puedo. Como buenamente puedo.

En segunda posición mi miedo se quita el casco y me sonríe desde unos centímetros más abajo.

- Buena carrera tío. ¿Mañana esperemos a ver, eh?
- Descuida - sonrío recibiendo el trofeo con ambas manos.

Primera posición,
y una mierda.







Eclipse

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