viernes, 21 de agosto de 2015

La inferioridad superior o cómo los tontos son felices y los demás no.

Mientras unos sujetan la puerta, otros contemplan las nalgas que se alejan.

Son diferentes tipos de personas las que existimos, no le descubro nada nuevo a nadie, ¿verdad? Bien, al margen de los centenares de personalidades, caracteres, educación y hostias recibidas desde pequeño, a todos nos hace felices determinadas cosas: comida, sexo, drogas, la risa, dormir libre de responsabilidades al día siguiente, concretar con tu jefe una subida de sueldo o pasar tiempo dedicándonos tiempo. ¿Qué nos diferencia a unos de los otros, a ti de aquel gilipollas que, sin dejar de ser un completo idiota a tus ojos, busca exactamente lo mismo que tú? Las formas.

Los habemos de todo tipo, listos, tontos, educados, mal formados, sutiles, directos, vergonzosos, sin sentido del rídiculo, genorosos, avariciosos, ladrones, ladrones de sentimientos.... La lista es interminable, los motivos por los que nos diferenciamos tanto, también. Tal vez tu padre no te dio ese titánico azote en el culo que a día de hoy aún escuece cuando vas a posar tu culo deseando relajarte. Tal vez la chica que debió decirte que no, por tu propio bien, te dejó comer perdices con ella durante un tiempo, el suficiente para que a ti te dejase de interesar y el mal trago, necesario, de sentir el abandono se te hizo mucho más llevadero. Lo siento, mis condolencias.

Es que si el azote mental, la hostia emocional o el ojo maquillado con la sombra de un buen puñetazo no te han llegado todavía, están haciendo cola a la salida para pillarte todas de a una. Y si no, ay si no, lo mal que lo vas a pasar. O no, bueno, lo van a pasar mal los demás. Tú, en tu completa ignoracia vas a pasar, vas a sudar pollas, te va a dar igual. No te va a importar, porque no te vas a fijar en que todos a tu alrededor te miran de aquella manera, que te enfocan con una mirada que no habla lo que tu interpretas, que simplemente dice: menudo gilipollas.

Que en un principio, si no te enteras, te debería dar igual. A estas alturas no sé si avisarte si quiera, quizá prefieras vivir en ese lugar que existe en tu cabeza, donde las cosas malas no solo no pasan si no que ni siquiera son malas.

Por haber, los habemos tontos felices y listos que se lamentan de la ciega ilusión del que no llega al mínimo nivel intelectual. Está mal expresado, no hablo del CI, hablo de inteligencia emocional. Hablo de las ganas que tengo de soltarte una buena hostia en plena cara para que lo veas todo bien, para que veas lo que yo veo, para que dejes de reír en Villa Ignorancia y me acompañes en el baño de lágrimas que descubrí hace tiempo en la calle Realidad.
Hablo de eso y del regusto final que me dejaría el picor en la palma de la mano tras estamparte mi gratitud con todas mis fuerzas in your face. Que te lo digo en español o en el idioma que quieras, pero despierta de una puta vez. Que a la gente no le gustas, que nadie te quiere ver más allá de la primera vez.

Que no quiero tener que desarmarte desde mi depresión natural, no quiero tener que ser el depredador de la palabra que la genética, las llantinas o el azote de mi padre me llevaron a ser.

En el fondo, quizá demasiado como para jamás llegarlo a reconocer, me das envidia. Si, cabrón, me das envidia pero no eres lo que me gustaría llegar a ser. Es tarde para plantearse cómo sería si no supiese lo que soy, cuántas veces al día reiría si no viese las dos caras de la moneda. Es tarde para soñar con ser feliz cuando he descubierto el placer de llorar.

No me entiendes, sé que te suena a chino desde el español en que te hablo, y por eso, en mi situación, siento lástima por ti cuando te alegras de no comprender una sola de las cuatro sílabas que salen por mi boca: Eres tonto.

Al final del cuento parece que los listos pierden, que los que entienden, al comprenderlo, se lamentan.
Al final del cuento parece que los tontos ganan, que no entienden y se jactan.

Al final del cuento parece que los que pierden ganan y que los que ganan, bueno, esos ni se enteran.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...