lunes, 11 de noviembre de 2013

Cadena perpetua a la más estúpida de las alegrías

A día once de noviembre me he despertado jubiloso y alborotado, tenía ganas de ir a clase, más de las habituales. Medio sonámbulo he entrado en el cuarto de baño y he encendido la luz, me he visto en el espejo, estaba sonriendo. Decidido a ducharme he abierto el grifo del agua caliente y, tras apartarme del gélido chorro que ha intentado atraparme, he esperado paciente a que la temperatura del agua siguiese subiendo. Entonces me he dado cuenta, dónde estaba, qué pasaba.

El resto de la mañana ha sido buena, he llorado de risa, lo he pasado bien. Me siento a comer en el gimnasio y por unos momentos me quedo solo... chás. "Me prometí a mi mismo no ser idiota, ser paciente y realista. Olvídate de todo aquello, seguramente tuvo un buen día o uno horroroso, todo seguirá como siempre, nada va a cambiar. Pero.... ¿y si estuviese ahí fuera a la salida? De pie, parada entre la gente, libre de ataduras. Seguro que se ha vestido para la ocasión y tiene miedo a que la diga que no me gusta. ¿Sabrá que siempre me choca lo bien que la veo? ¿Y si me sonríe cuando salga? ¿La sonrío, la doy dos besos, la mano? No sabría como presentarla, ¿es una amiga? porque no es solo una amiga, ¿lo sabe ella?"
-¿Qué te pasa, feo? - me dicen desde lo que me parecen kilómetros. El mundo parpadea una milésima de segundo.
- Me estaba engañando un momento. -respondo con la ligereza del universo sentenciando mi realidad a la cadena perpetua más larga nunca instaurada.




Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...