martes, 16 de julio de 2013

Crónica roja de un desangrado

El frío plata en su cadera le hace tiritar. Es primero de año y el firmamento lo bendice liberando miles de pequeñas canicas blancas que se van posando sobre el terreno, convirtiendo lo que antes era mundo en una capa gélida y santa.
El dolor ataca con rabia, intentando derribar al hombre que viste de luto. Distintas agujas de distintos tamaños estimulan de forma invisible la superficie de su cerebro. El hombre jura tener al menos una docena de astillas bien asentadas en la zona del cráneo de la que mana sin cese el pegajoso fuego líquido que tiñe la nieve bajo sus pies. 
Mete la mano en el bolsillo interior de su oscuro abrigo y, con dificultad, extrae una cartera de cuero marrón. La abre. Entre sus dedos, el rostro de su esposa y sus dos hijas parecen suplicarle que encuentre el coche lo antes posible, antes de que sea tarde para todos. Entonces, una pequeña peca roja cobra forma en la mejilla de papel de su mujer y, poco a poco, el diámetro de la peca se va ampliando hasta teñir el trío de caras de un rojo oscuro y grumoso, la fotografía pesa cada vez más y más y comienza a doblarse hacia el suelo, perdiendo la rigidez de la que segundos antes había gozado.
Con un elegante descenso digno de reconocimiento, el retrato de su familia se balancea en el aire hasta posarse sobre la nieve roja a los pies del hombre.
El rugido de un motor llega hasta sus oídos. "Un madrugador, estoy salvado". Un minuto, dos, tres.... el ruido mantiene su intensidad y no distingue vehículo en marcha en su campo de visión. "Estoy alucinando, me estoy quedando sin la sangre suficiente para discernir entre lo que es real y lo que no". 
Aquel funerario hombre portador de una Glock 17 con el cargado vacío no atisbaba posibles donantes en las calles y él, en la necesidad de sangre en la nieve como de agua en el desierto, contribuyó en la mayor donación de vida líquida que nadie haya proporcionado a la navidad.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...