viernes, 1 de noviembre de 2019

Probablemente tienes cáncer y quieren saberlo

Habrá un día donde un huerto me abrace por la mañana.

Hará tiempo entonces que me sienta viejo y un completo ignorante por dentro, sin embargo sabré acertar a los dardos cuando alguien más joven o menos lúcido que yo se hable en alto ante mi tratando de resolver aquello que le sucede.

Un día cogeré con mi propia mano una de esas naranjas y un coche volador descenderá sobre mis tierras.

Escucharé los violines y el piano lavando los platos en la cocina a través de las paredes de mi casa.

Un hombre y una mujer serán el paquete que el vehículo contendrá y pisarán mi tierra sin pedir permiso porque tendrán el poder.

Me recordarán a mi, "yo solía hacer eso", pensaré. "Me hacía sentir especial", pensaré también, pero caeré en la cuenta que siempre lo hice.

Siempre me sentí especial siendo alguien normal. Siempre fui normal pero creer que no lo era me llevó a tomar decisiones especiales en mi vida.

A eso lo llamaré "la verdadera magia".

Ellos se acercarán entre los naranjos y pedirán disculpas por aterrizar en un huerto que carece de zona habilitada para aterrizajes.

Haré una mueca. "Cuando tenía su edad no cabía la posibilidad de aterrizar nada que no fuera un helicóptero, pero estos dos no estaban ni prediseñados entonces", pensaré socarrón.

Me darán el pésame y lanzarán al tiempo sendas acreditaciones estirando el brazo como un disparo.

Siempre, todos, me darán el pésame cada vez que entablen conversación conmigo. Lo llevarán haciendo al menos una década.

Los odiaré por ello, por lanzarme tu cara a la mía como un insulto. Por remangarse y meter sus manos en el lago de mi memoria y agarrarte de la muñeca para emergerte otra vez de las profundidades sin pedir permiso.

Nunca pediré por ello. Lo harán de todas formas.

Haré otra mueca, esta vez aguantando el infierno dentro.

Me preguntarán por el hijo que no planeé tener y eso será lo único que pueda arreglar todo lo anterior.

El pegamento de mis fracturas. El sol en las gotas de lluvia. El amor en el dolor.

Empezarán a hablar y la mujer dirá algo como "nos gustaría hacerle unas preguntas".

Yo levantaré una ceja porque para entonces seguiré sin entender que se me hable de usted. Siempre fui alguien normal que se sentía especial, humildemente especial.

Y no me gustará ver a través de los cristales de mis gafas mi reflejo en las de sol de la mujer.

Canas y arrugas peinarán mi faz. Estaré atravesando con horror el problema de morir que postergué en mi mente hasta la vejez.

Será tan solo uno de los muchos cajones que habré abierto para entonces. Algunos me habrán hecho mejor persona, otros peor. Casi todos diferente.

Me consideraré a mi mismo un granjero que ha sido un río toda su vida y solo en aquel momento ha sido capaz de ver con claridad cuál es el cauce por el que ha de dejar llevar su caudal.

Su caudal de setenta y ocho años.

"Señor, la pregunta". Me verá distraído, mirando mis naranjos a sus espaldas. Ella se quitará las gafas de sol, él colocará una expresión cóctel de pena y disculpas.

Me harán la pregunta y la contestaré.

Será entonces, la única vez desde mi nacimiento hasta el día de mi muerte, en que sabré exactamente quién soy.

Creo que estará bien.






Eclipse

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