He caído presa del humo y los espejos donde dejarme engañar era la única forma de afrontar la realidad. De no limitarme a sobrevivir y poder borrar con ignorancia la primera parte de la palabra.
He aprendido que siempre estaré solo cuando la vida me ponga contra las cuerdas; todos los años se repiten en goteo días donde la filosofía aprehendida se va por el desagüe y no hay receta que cure el dolor de mi corazón fracturándose y dejando de latir en mi.
He sentido mi alma apagarse gradualmente extinguiendo la persona que soy.
He perdido oportunidad tras oportunidad tras oportunidad. Lo he hecho luchando con cada músculo de mi cuerpo.
Podría llorar si me parase a recordar todos los besos en los que la he sentido de cartón, ausente, lejos de mi amor, y he tratado de traer su alma de vuelta a este mundo. Todas las veces en que he sentido que lo único con lo que he conectado en mi vida no podía conectarse a mí.
Podrían caerme lágrimas si te confesase que esa es la sensación de soledad más grande del mundo.
Podría llorar si me parase a recordar cada vez que he corrido con fuego en mis pulmones y cristales en mis piernas y la meta permanecía tan distante que se tornaba invisible como una liebre que no se dejará alcanzar por un lobo que, seguro, morirá de hambre.
Podría plañir si pesase en la balanza el esfuerzo que me ha costado el esfuerzo desde que tengo uso de razón per se y cómo cuando me superé a mi mismo como una bala de cañón mi sueño vestido de uniforme me decía "no, vuelve por donde has venido, no eres lo que buscamos, lo que necesitamos, no eres la persona que quieres ser, no eres la persona que en el fondo creíste que eras."
Podría gritar anegado en mi propia tristeza sin más agua en el cuerpo si me detuviese a recordar cada vez que ardí por ella en todos estos años, cada vez que luché contra mi mismo pensando "he perdido una batalla, pero no la guerra" cuando detrás de cada obstáculo lograba distinguir un reflejo de amor en sus ojos, revés tras revés, ladrillo tras ladrillo del muro del material más duro del mundo que juntos construimos y mantenía nuestros cuerpos separados.
Podría morir si me dejase hablar en mi cabeza para decirme "al final lo lograste y tras un par de tropiezos te rendiste, como haces siempre".
Podría cavarme mi propia tumba y elegir un nicho intentando que las personas cercanas a mi jamás notasen nada de todo esto, tratando de no culpar a ninguno cuando al sonreír diesen por hecho que todo está bien.
Soy un penitente sin Dios al que rezar, sin salvador en el que depositar mis más grandes miedos para dejarlos mutar en una fe férrea que me empuje a caminar.
¿Estoy, acaso, acabado?
Puedo asegurarte que a pesar de todo esto me verás levantarme bajo la lluvia, sobre mi propio charco de sangre. Gritaré con el fuego que abrase mis pulmones y volveré a golpear con todos mis nudillos fracturados. Mover el peso muerto de mi cuerpo agotado será como levantar una montaña sobre mis hombros en el día más nevoso del invierno pero me romperé cada hueso en mi cuerpo si es necesario.
No suplicaré, no me arrodillaré. He aceptado el dolor, he curado mi sufrimiento.
Ya no tengo miedo, pues yo soy mi propio diablo y ni castigándome al mayor de los infiernos habrá Dios capaz de someterme.
Ya no tengo miedo.