Soy un malabarista cuando camino desde la barra hasta el retrete coordinando la respiración, el pensamiento y mis dos manos.
Soy un submarinista de la declaración, buceo no me mojo. Voy a pelo, sin gafas, y lloraré todo el cloro del mundo por ti si me haces daño.
Soy la ese, la o y la i. Soy el abecedario cuando bebo y se me suelta la lengua, soy de la a a la z entre tus piernas cuando te escribo poesía de sexo para dormir.
Soy el que deja entrar antes de salir, el que firma en el aire para pedir la cuenta si no te enteras de lo que te quiero decir.
Despierta.
Soy de esos que confiesa amor eterno por las mañanas antes de dormir, sea viernes, lunes o Madrid.
Soy ese que lanza cuerdas a las locas para dejar los cuadros psicóticos bien atados.
Soy muy de perder el norte en el Polo y descubrir que Papá Noel ni existe ni lleva gorro.
Soy perro narigudo que no ladra pero muerde pero grita que no te suelto.
Soy mal presagio, mal agüero, agua de mayo.
Soy duro como un callo.
Soy lluvia si paseo en verano y la casilla en la declaración de la renta para pazguatos.
Soy un estúpido, un tonto, un bicho raro, un astronauta en una pecera con poco tiempo y mucho espacio.
Soy quien querías que fuera cuando se abre el cascarón y el pollito de dentro asoma la cabeza aún sin uso de razón.
Soy todo corazón, ambivalente, ambiguo, ámbar, estrellado en el radiador.
Soy calor.
Soy solsticio.
Soy olimpiada, desordenada, atragantada por los verbos que regurgitan en mi interior.
Soy sueño confuso de ron, whisky o licor.
Soy ella sobre el escenario y él cuando pisa fuerte pero camina despacio.
Soy frágil fractura en ese jarrón chino que es tu vida, que empujo con el codo.
Soy la bocanada de aire que falta cuando el corazón se salta un latido.
Soy ruido blanco, materia oscura, ondas de menos cinco decibelios.
Soy música con sordera sin taparrabos ni vergüenza alguna.
Soy fanático del dogma catapultado a discreción.
Soy freno de mano y pie de aceleración.
Soy boca que besa y que peca por falta de contención.
Soy múltiples yoS.
Soy puro aliento y corazón.
Soy el reencuentro entre mis dudas y tu voz. Las miradas que podría haber, el miedo que tendríamos si supiéramos que podríamos querernos antes de amarnos. Somos el párrafo que se expande más allá de los límites queridos por conocer.
Somos el sabor a cereza en la punta del tenedor.
Somos nosotros.