Desquiciado por mi caligrafía de mierda, por mi ortografía fiable cuando el lenguaje no se transforma en un galimatías, en un discurso de Sócrates escrito por Platón. Cuando redacto un cuento sacado de Barco de Vapor.
Afiliado a la letra digital, donde el juego de muñeca no juega ningún papel, donde el papel no tiene lugar. Y en mi repisa descansa la máquina de escribir, que conjuga lápiz y ordenador. Mente y corazón.
Complicado decirte lo que la palabra escrita ilumina en mi, imposible escribirte lo que digo cuando pienso que lo siento.
Imposible en este párrafo, imposible en el siguiente.
Quedo desterrado al mundo de las sílabas desaparecidas, borradas, manchadas de tipex, deshechas por la goma, revertidas por la tecla de retroceso del teclado de ordenador.
Desterrado a esas cosas que quisiste decir y no dijiste, vecinas de las que soltaste por la boca y deseaste borrar.
El tiempo no es de la empresa Milán, ni rosa, ni se puede rajar. No borrará. Pero te permitirá hacer como con todo lo demás.
Te dará la oportunidad de olvidar.