Pasó la sed de respuestas y te florecen las ideas, que estás en plena primavera y mañana es septiembre. Te sobran la ropa y las pulseras, te vale con la piel que cubren tu voz y tu mirada. Que ya no tienes miedo a dormir sin saber si amanecerá mañana. Que la almohada ha dejado de ser refugio y ahora te lanzas al campo de batalla una y otra y otra vez.
Descuidas las maneras, bailas sin música y hablas lo que piensas. Regalas sin impuestos ni imposiciones, das abrazos con las manos abiertas y para todos hay un descanso en tu espalda, sobre tus hombros.
Hondeas la bandera del planeta y las ganas de vivir la mecen al viento ante la mirada de los terroristas y los proxenetas. Pisas descalzo el asfalto y disfrutas antes de llegar a la meta. Se hace camino al andar y amo tu presencia. Estás en mar abierto y llevas el pecho al descubierto, en canal, se te ve por dentro, se te ve brillar.
Ya no importa quien no te quiere ver porque sonríes ante el espejo y es tu rostro el que te alegra la mañana, el que te acompaña, el que te quiere, el que presentas cuando estrechas la mano y te muestras.
Y a veces nada de esto es así, ni brillas, ni amas, ni sonríes, ni te crece la euforia por las orejas. A veces solo quieres dejar de remar y que te absorba la tormenta. A veces solo quieres no querer nada.
Cuando no tienes fuerzas te recuerdas. Te repites las veces que haga falta que no necesitas un motivo para ganar la guerra, que no estás solo, que por ti vales la pena. Uno desde el primer día y hasta el final.
Se te han caído las ganas de llorar porque te has cansado de llevarlas y en el horizonte aparece la calma. Porque el sol te da fuerza y tú te las ingenias, que eres tan fuerte como el mayor dolor de muelas.
Lúchate, lúchate para ganarte la guerra, lúchate para encontrarte en la cama cada mañana.