Respetas todo lo que se preocupa por ti, apartas las críticas y transformas aquel asqueroso insecto en la más espléndida de las mariposas, toda una metamorfosis desde lo más profundo de tu corazón.
Pruebas a cantar, recitas de principio a fin las andanzas que te han conducido hasta el mayor de los escenarios y, cuando terminas, la cortina no se cierra, dejándote a la vista de todo el mundo, a la vista de tu reflejo en sus pupilas. Estiras la mano intentando distinguir lo que es real de lo que no y entonces te das cuenta de que no serías capaz de diferenciarlo, nunca has sabido.
Intentas respirar, abrasando por completo tus pulmones. Ángeles y demonios te oyen suplicar una muerte definitiva para el cuerpo de un alma que jamás tirará la toalla. Y, moribunda, te retiras del escenario, dispuesta a morir entre bastidores. Es uno de tantos errores, un error entre tantos errores, tantos errores...
Y al final todo lo que queda es tu rostro en su pupila, un tropiezo, un revolcón de los malos, un traspiés, un "casi me mato", "casi te matas" y un gran e imponente "casi me matas".