Uno más uno son dos, con eses o sin ellas,
y uno no olvida si dos no quieren, si la dicha es buena.
Flores que me recuerdan a ti y a ti te recuerdan a ella.
Un adiós para un rato, un hola para tan largo y bonito poema.
Meditas de medio lado para acunarme en cuarto menguante en tu regazo.
Exfolio mis malas vibras en tu sonrisa de verbena.
Sabía yo que querer quererte era el paso previo
a encontrarme desnudo en una fragata que late y navega
contra viento y marea para dar la vuelta y volver al puerto
donde dejé mi amuleto de carne y hueso y precioso cabello
que has sido tú desde un uno de enero hasta que mi cerebro se apague
y viaje lejos a tierra de nadie.
Sabía que encontrarte sería como ir en busca del arca perdida,
me llevó veintitrés años y unos cuantos días pero al final,
bueno, al final en lo profundo de la selva de personas enredadas en palabras y existencia
encontré esa mirada que me hizo encontrarme encontrándome a mi mismo descubriéndote a ti.
Sabía que caería enamorado levantándome del suelo de rodillas en el aire
cuando fuese capaz de abrir tu armario de diseño y ponerle el nombre de una ciudad
a cada modelo.
Hoy vas Venecia y yo, contigo.
Sabía que entre todas esas dudas estacionales mudaría de hogar y me iría perenne de certeza
para nunca quitarme tu abrigo. Ese que da calor si hace frío y calma si tengo lío.
Hoy vas Roma, y tu imperio es el mío.
Sabía savia de tus labios mejunje divino que da verde al campo y azul al cielo.
Tu queriendo plebeyo y nombrándolo caballero.
A mí y a todo mi reino.
Sabía que te quiero.
Hoy vas Conmigo y yo... yo no me suelto.