Miedo a no poder aparentar ser tan guapo como el subnormal que te robó a la novia sin mover un dedo. Que la perdiste tú, que la perdí yo, que se bajó del bus en marcha para no verte mas el pelo.
Te quiso pero se ahogaba.
Seamos claros, abrochémonos las camisas de fuerza, la asfixiabas.
Eso es para ti.
Y sé que no tiene nada que ver pero estamos locos y nos cuesta menos mentirnos que ser honestos. Que la verdad pesa un quintal y una operación de espalda en la que te colocan un hierro y te ponen recto.
Esto es para mi.
Shhh, calla, calla, no hace falta que me lo digas. Silencio. Prefiero no hablarme y no decirme que fue mi culpa, que no puedo cambiar, que es miedo con eme de mentira, de que nadie me lo diga, que se callen su valor y su mirada perdida buscando algo por lo que luchar.
Que no me hagan de celestina ni de alcahueta ni de farsa podrida. Que somos personas y no ovejas, vacas o zorras jodidas. No me convences. No necesito tu bendición malherida.
No haré tratos con escupitajos ni sangre coagulada, no me comprometeré a no mirar al diablo a los ojos y tratar de seducirle. Estamos jodidos.
Véndeme la moto.
Esto es para todos.
No soy yo, somos todos.
Os veo en vuestras habitaciones blancas de paredes acolchadas y locura contenida en gritos que hacen temblar los cimientos de este manicomio bautizado Hospital Vida.
Vamos a dejarlo claro.
No llevo ropa cuando duermo, visto sentimientos que me dan calor, frío y dolor en aumento. Duermo cuando puedo y cuando no, cuando no cierro los ojos y mis párpados viscoelásticos me mecen en un sueño balsámico de colores añejos, risas y juegos.
Puedo volar.
Mi cuerpo no pesa y mis huevos jamás tocan el suelo. Solo cuando me suicido para despertar y abro los ojos y me encuentro de nuevo en un laberinto de palabras y fotogramas que destellan existencia hacia delante, jamás hacia atrás, y tiro el ancla e intento recordar.... cómo era el pasado cuando lo podía parar.
Cuando mi rostro en el espejo no se deformaba y mi mirada fija no se dejaba navegar en un mar desorientado que no sabía dónde naufragar.
Este es mi barco. Soy mi capitán y mi tripulación. Proa y popa se relevan y alternan posiciones.
¿Dónde está mi norte? ¿Hacia dónde debo mirar?
Ya se ha muerto. La he visto caer sin vida en su caja de pino, en su armario anodino, en su féretro.
Soy un niño animal en el patio del colegio, otra vez. Ya no juego a superhéroes, estoy parado, rodeado de peonzas que giran y giran. Me mareo.
Tienen rostro y gritan. Que por qué no estoy cuando me necesitan, que por qué me enfado si las aparto, las abrazo o las masturbo hasta el fin de los días. Y giran, giran y giran.
Que son gigantes, que son molinos, que son pastillas, que son, ¿qué son?
Deme un trago para beber y mojar las estrofas secas que se me atragantan en el paladar. Écheme una mano, pínteme las uñas y dígame que soy la más guapa del bar.
No me quiere dejar estar.
Se me mezclan los olores de amores perdidos, de orina, caca, culo, pedo y pis. Da miedo.
Que alguien me de otra patada en los huevos, que me enchufen al cargador, estoy empezando a tiritar. Tengo fiebre tifoidea y no es buen sitio para palmar.
Llévenme al mar para que pueda descansar, romper con las olas y aprender de nuevo a caminar.
Tráiganme coronas, flores y exfoliantes para limpiar la verdad que si muero en ignorancia sabrá a café bombón y no habrá motivo para llorar.
Déjenme el sarcasmo sin tocar que si hay otra vida lo podré usar y ganarme el trono del otro reino a base de risas y de dejarles mal, a ellos, a los jefes con alas y tridentes del lugar.
No puedo volar porque tengo miedo, miedo del de verdad, miedo con eme de madre mía que hostia me voy a pegar si estas alas no funcionan y la teletienda me ha vuelto a timar.
Mi adiós con miedo horrorizado de terror con celo. Del que levanta la ceja y sospecha, sopesando, si da más miedo una condena perpetua a la ignorancia o una pena de muerte de verdad.
Voy a susurrar las últimas palabras de forma tan ligera que cuando pase por aquí el viento se las lleve de viaje y las transporte tan lejos que apenas nadie pueda recordar que alguna vez fueron dichas, escritas, leídas o escuchadas.
Que alguna vez fueron sentidas.
El miedo es una cárcel sin barrotes, no los necesita, te tiene a ti.