-¿Dónde has estado? - le pregunté.
- Pregunta lo que quieras - me respondió sin fijarse en mi, con la mirada perdida.
Clavé la mirada en su cazadora de cuero negra, en el fornido cuerpo que la vestía, en su larga melena blanca a juego con la barba. Estaba apoyado contra la pared, un pie en el suelo, el otro flotando.
- ¿Existes?
Su respuesta fue una negación con la cabeza.
-¿Estás aquí?
- Claro, ¿acaso no me estás preguntando?
Me saco un par de cigarrillos y le ofrezco uno. Levanta la mano en la que sostiene el suyo, está servido. Sonrío.
- ¿Dónde estabas cuando más te necesitaba? - quiero saber. Quiero respuestas.
- Aquí.
- ¿Por qué no te he encontrado antes?
- ¿Me has buscado antes?
Su tono burlón me pone nervioso. Tiene una respuesta entre signos de interrogación para cada pregunta que le formulo.
- Te he necesitado antes.
- Yo a ti no.
Y me mira, me mira por primera vez en mi vida, me mira por primera vez desde que él es Él y yo soy yo.
- Pregúntame lo que tienes que preguntarme - me pide en un tono que suena más a orden celestial que a petición.
Sonrío una última vez.
- ¿Quieres preguntarme algo?
Asiente con la cabeza. Despega su pie y la espalda de la pared y se acerca a mi con una forma de caminar tan pura como el bien y el mal.
-¿Tienes un cigarro?