La fiebre hay que saber aprovecharla, sacarla partido, si se tiene la suficiente temperatura nosotros mismos podemos revelarnos secretos que sin ese calor extra seguirían transparentes ante nuestros ojos. Muchos de vosotros no tendréis ni puta idea de lo que hablo y pensareis que deliro a causa de una fiebre que, de momento, no tengo. Probad a no tomaros una pastilla cuando el termómetro amenace con rozar el 37.1 bajo vuestras axilas.
Una vez crecido y dejando atrás alguna que otra experiencia mística producto de una alta fiebre, el ardor que nuestro cuerpo produce en un intento de aniquilar virus o bacterias afina el pensamiento. Efectos secundarios como la hiperactividad puede enturbiar un poco las cosas pero si se es capaz de escuchar lo que se piensa por encima del constante parloteo que mana de los propios labios, Jesús se aparecerá ante vosotros y os ayudará a entender la solución a cualquier problema, para los que no creemos en el hijo de un difuso Dios, podemos imaginar que nuestro coeficiente intelectual ha aumentado a causa de la ebullición que sufre el cerebro por el exceso de calor. Sea como fuere una o dos vendas caen de los ojos y lo ves, lo ves todo. Qué importa, qué no, cómo actuar y cómo enmendar errores que no sabíamos habíamos cometido hasta que la reacción contra la gripe o el catarro nos lo ha confesado.
No es aconsejable "calentarse" por tonterías pero si el cuerpo lo pide dejemos que nos deleite con la sabiduría que siempre hemos poseído.