Nos hemos convertido en todo aquello
patológico que acontece en el ser,
en los síntomas sobre la esencia,
en un intento por aceptarnos,
hemos confundido lo deseable con
lo necesario.
Reencontremos los dolores que somos,
lejos de la gripe del olvido,
los plañidos de soledad,
los extremos del ancho de banda,
las reivindicaciones que nos identifican como
líneas divisorias,
atracadores del sentido,
que separan lo que somos de lo que podríamos
llegar a ser.
Respétame en prosa lo que visto en verso,
que es la misma verdad con diferente música
y no tenemos tiempo de pararnos a otra cosa
que no sea bailar.