jueves, 21 de mayo de 2015

Cirujano de colchón y edredón

Era una sinfonía rara, diferente. Las teclas no se sentían igual, el amor despilfarrado entre sus piernas, el dolor ahogado tras los acordes del señor Richards, la casa del júbilo y el ardor estomacal.

Me dijeron que podría curar el cáncer con mis manos, deshacer lo hecho, justificar el miedo. Promesas, votos de confianza, palabras de orgullo bajo un manto de perturbada redención. Las sílabas siseantes de unos labios destinados por siempre a callar. Un montón de miserables desechos envueltos en castidad auto-infligida, reciclaje de pensamiento, "calla de una puta vez".

Y fueron dos o tal vez tres los momentos de debilidad donde la desazón se convirtió en una suerte de picor irrisorio, de gozo polivalente, lágrimas hirientes, deshuesados trozos de cartel. El miedo al no ser, al jamás de los jamases por siempre te recordaré.

Escrutinio entre tus dientes, falsas mordidas recorriendo mi piel, ojos verdes, veda prohibida, caza deportiva. 

Llego y me voy, fantaseo con la posibilidad de no haber provocado chuzos de punta, de haber secado las calles, de irradiar todas vuestras cabezas con los rayos del sol. Puedo cantar y lo he estado haciendo, creyendo poder olvidar el dolor causado, el dolor perpetrado bajo coacción, la sangre hervida, las vísceras desvirgadas, la cabeza dando vueltas en un remolino imposible amainar.

Y a riesgo de que todo suene vacuo, inherente, incandescente, voluptuoso como una bola de humo ascendente, siento en cada palabra la verdad de un universo que no concibe arrepentimiento ni entendimiento, donde todos nos sentimos especiales al reflejarnos en pupila ajena. Son las gafas de sol.

Y te entiendo cuando no me hablas mientras tratamos de descifrar la nada, el ying y el yang, nuestra parte más oscura, más real, nuestro instinto animal. Cigarros que unen, que inmortalizan el momento. Nicotina para recordar. 

Ha sido un placer con todos ustedes, machos o damas, amistades o desamores, conversaciones a las puertas del bar. 

Me retiro en un momento, soñando con la tapicería, olfateando el sudor garrafal de un par de instantes. Gracias por no dejar olvidar, por forzarme a meditar. 

Solo en un universo incapaz de entenderse podrían habitar semejantes seres. 

"Dios cree que no existe".

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...