Aquí abajo, en éste sótano de paredes sin límite, la inclemencia del tiempo me reconforta, me ayuda a creer que todo cuanto veo no está ahí y que lo que no alcanzan a distinguir mis ojos es tan real como ésta oscuridad que ilumina mis pensamientos.
En un blanco vacío y un negro rebosante, los crujidos y repiqueteos de ésta vieja estructura gritan silencios, desvelando secretos, escondiendo obviedades.
Hoy salgo a la calle, viuda la acera, me deja caminar sosteniendo mis creencias, mi quebrada expectativa de un aire fresco que me quema la piel. Me sanan las epidemias mundiales y acaba matándome la nauseabunda respiración de un futuro prometedor, tan azul como el fuego.
Creo distinguir entre la multitud una sola gota de soledad, de vivencia pura y espiritual, que me acompaña de la mano a la cárcel de Libertad.